A finales de marzo de este año hablamos de la curva invertida en los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense (y recientemente también en bonos mexicanos). Esto como una señal casi inequívoca de una próxima recesión. Para quienes no tengan en el radar la definición, esto ocurre cuando los rendimientos de los bonos a tres meses llegan a ser mayores que los de diez años; es decir, se invierten las curvas de rendimiento.
Esto es interpretado como una señal de miedo entre los inversionistas sobre la economía en el corto y mediano plazo, por lo que corren a los bonos de diez años para protegerse, los compran más caros, bajan las tasas de rendimiento hasta que los bonos de corto plazo pagan más.
Pues desde que reportamos esto, la curva de rendimiento ha permanecido invertida durante tres meses, lo que durante medio siglo ha sido una clara señal de que la economía va a una recesión en los próximos 9 a 18 meses, dijo Campbell Harvey, un profesor de finanzas de la Universidad de Duke a la National Public Radio (NPR, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos (EE.UU.).
El académico ha enfocado sus investigaciones desde mediados de la década de los ochenta a las inversiones de la curva de rendimiento, relacionadas con las recesiones en Estados Unidos.
Esto se contrapone a las noticias de las últimas semanas, que muestran a una economía estadounidense boyante: el desempleo se encuentra en un mínimo histórico, la bolsa de Nueva York va fuerte, el S&P 500 ha subido un 17% en el año. Y mientras algunos economistas dicen que el ritmo de crecimiento puede estar desacelerándose, el consenso es que una caída económica dramática no está en el horizonte.
Pero estas cifras “alegres” sobre la economía más poderosa del mundo son sobre cosas que ya ocurrieron y son reportadas meses después, mientras que la inversión de la curva de rendimiento refleja el sentimiento de los inversionistas a futuro. Hay que entender esta diferencia para no dejarse engañar, pues los políticos siempre dirán que las cosas están bien y tratan de ahuyentar el fantasma de la recesión lo más lejos posible.
También manipulan los axiomas a su modo. Una recesión, en su definición más común, se caracteriza por dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo en Estados Unidos y es parte de los ciclos económicos. Bajo este supuesto, no hay recesión en EE.UU. y tampoco la hay en México, pero eso no significa que la economía marche bien.
De cualquier forma, no hay que tomar esto como una señal fatídica de un desastre, sino como una advertencia para actuar en consecuencia.
“Lo veo más en términos de gestión de riesgos. Esta es una información importante. Ayuda a las personas a planificar”, dijo Harvey a NPR. “Mejora la posibilidad de que tengamos un aterrizaje suave, no un aterrizaje forzoso, como una crisis financiera global”.
Pero no esperen que los políticos actúen sensatamente. En 2020 Donald Trump buscará reelegirse como presidente, mientras que en 2021 habrá elecciones legislativas en México. En ninguno de los casos admitirán que las cosas se pondrán peor, al contrario, aplicarán las recetas keynesianas para patear el bote hacia adelante y solo posponer lo inevitable.
“Podemos imaginar que, hasta ese momento, el inquilino de la Casa Blanca quemará todos los cartuchos para demostrar que ha hecho todo lo posible para evitar esta reducción en la actividad económica durante un año electoral. La presión sobre la Reserva Federal apunta en esta dirección, al igual que la presión sobre China. Pero si Trump falla, no le faltarán chivos expiatorios. Jay Powell, presidente de la Fed, estará en primera fila, y también probablemente Xi Jinping, el presidente chino que no habría aportado toda la buena voluntad necesaria para llegar a un acuerdo con Estados Unidos”, dice Philippe Waechter, economista en jefe de Ostrum Asset Management, en un análisis.
En México, López Obrador ya tiene a sus chivos expiatorios, desde antes de tomar posesión como presidente ya se curaba en salud y decía que, de haber desequilibrios económicos, serían culpa del Banco de México o a factores externos. Y pese a que muchos pronósticos apuntan a que el crecimiento del PIB será de hasta de menos de 1%, el mandatario insiste en que vamos “requetebién”.
Como siempre, los gobiernos serán omisos e irresponsables ante lo que viene y no cambiarán ni porque sus colaboradores renuncien. Ya lo vimos con la renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y, pese a ello, AMLO no cambió ni un ápice su discurso. Lo mismo pasa con Trump, para quien ya es un pasatiempo despedir a funcionarios.
No dejemos nuestro futuro en manos de políticos ególatras. Es mejor tomar decisiones y entrar en acción ahora que lamentarnos después.