De un tiempo a esta parte, el creciente número de migrantes (usuarios, empresarios, programadores, inversores) que han huido de Blockstream/Core (BTC) hacia Bitcoin (Bitcoin Cash, BCH) me ha llevado a preguntarme que es lo que los mantuvo tanto tiempo detrás de un alambrado tan endeble. ¿Acaso el miedo a lo desconocido?; ¿una forma transitoria de masoquismo?; ¿la fe ciega en las autoridades del Politburó? Ninguna de esas motivaciones tiene, por sí misma, suficiente poder explicativo. Acompáñame a una excursión a la mente de un prisionero voluntario de Bitcoin Core.
Si crees que los dioses controlan las cosechas, y consideras que probablemente no hayas obsequiado suficientes sacrificios antes de recolectar los frutos de tu trabajo, es natural que mires con aprensión la tierra cultivada y que sientas temor ante un futuro incierto. Ayunar, caminar sobre brasas o matar un chivo no cambiará tu suerte, pero sí calmará tus inquietudes en tanto sea lo recomendado por las autoridades religiosas que comparten tu visión del mundo.
Aquí no se trata realmente de resolver un problema sino de manejar la ansiedad que resulta de una particular interpretación de un problema, como hacemos los seres humanos más a menudo de lo que nos resulta confortable admitir. Este “trastorno de ansiedad producto de una creencia errónea”, así como la tentación de hacer algo al respecto que no desafíe (o mejor aún, que afirme) dicha creencia independientemente de los resultados obtenidos, no parecen ser menos comunes entre nosotros que entre nuestros ancestros más distantes.
La duda emerge, sin embargo, cuando las expectativas se estrellan violentamente contra la evidencia, desencadenando en nuestro interior una batalla entre el conformista, satisfecho con las explicaciones heredadas, y el rebelde, ávido de nuevas formas de entender la realidad. Se abre entonces una ventana de oportunidad que el segundo intentará aprovechar y el primero se afanará en cerrar lo antes posible.
Cada vez que tomas la decisión de luchar contra una duda legítima, con la esperanza de preservar así la frágil torre de opiniones cristalizadas que has construido sobre una creencia errónea, repites un patrón tan antiguo como la humanidad misma. Si este hábito echa raíces en tu alma, es normal que acabes confundiendo la supresión de un sentimiento negativo con la solución de un problema, y la voz de quienes denuncian las contradicciones del dogma reinante con la causa de tu malestar. Es normal, por ende, que tarde o temprano te veas inclinado a silenciar, en el mundo exterior, esa misma voz que has aprendido a silenciar en tu interior.
La creencia errónea fundamental de los devotos de Blockstream/Core, el pilar sobre el que descansan todas sus equivocaciones, puede reducirse a una simple fórmula: la escasez de una moneda digital se encuentra esencialmente reñida con su utilidad. Según esta doctrina, solo un concilio de expertos totalmente inmunes a la influencia del mercado puede garantizar el límite de 21 millones de unidades. De ahí que sus partidarios centren sus esfuerzos no en servir al usuario, en consolidar el efecto de red para que otras monedas pierdan relevancia, sino en atacar a la competencia.
Los devotos de Blockstream/Core no ven en Bitcoin Cash un fork que viene a rescatar el proyecto original de Satoshi Nakamoto (una moneda electrónica p2p funcional y escalable), sino tan solo una fuente de nuevas unidades monetarias que vienen a diluir el valor de las que ellos poseen. A su entender, más importante que la utilidad de una criptomoneda es el compromiso de sus adeptos con el cultivo de una ilusión que, por algún misterioso motivo, todos tenemos el deber de compartir.
El valor de Bitcoin es, para ellos, una cuestión de fe, y su adopción el fruto de una exitosa misión evangelizadora, no de una cosa tan vulgar como la utilidad monetaria. Eso explica su conducta, y explicará su estrepitoso fracaso en todos los frentes.