En esta columna hemos dicho que todo el tiempo ocurren imponderables que en un instante pueden echar por la ventana los más sustentados pronósticos económico-financieros. ¿Por qué? Porque el miedo es una emoción muy contagiosa, y ante una “estampida” de ventas que dispara desplomes de cotizaciones, son pocos los que resisten la tentación de salir huyendo.
En este sentido, la sicosis colectiva generada por el coronavirus (covid-19), es innegable que YA provocó “de la nada” un (irracional) desplome semanal de los activos de riesgo como no se había visto desde la crisis de 2008.
Ese derrumbe, ha incluido al peso y la Bolsa mexicanos, así como a los mercados bursátiles en EE. UU., materias primas -notablemente al petróleo- y divisas débiles.
En cambio, el oro -máximo refugio financiero-, escaló a máximos de siete años como consecuencia de la huida de los inversores hacia la seguridad. No obstante, debido a su muy acelerada subida de más de 100 dólares en menos de un mes, era más que esperada una sana corrección (baja). Esta llegó también la semana pasada tras alcanzar precios de 1,689 dólares la onza troy, y disparar tomas de ganancia (ventas) de los inversionistas.
¿Está acabado el mercado alcista del oro? De ninguna manera. Sin embargo, la sicosis por el coronavirus está alcanzando dimensiones tan grandes y globales, que no se descarta ver precios por debajo de 1,500 dólares/oz., nivel en el que quizás se vuelva de nuevo atractiva la compra.
Pero aquí lo importante: ¿Es justificado el pánico de los inversionistas por el covid-19? No, pero los mercados no son racionales sino emocionales en el corto plazo.
Los individuos que los componen son movidos por sus emociones, tengan o no sustento objetivo en el mundo real.
En un mundo tan conectado gracias a Internet y en particular debido a las redes sociales, la sicosis se expande como fuego en pastizal. La ignorancia, los chismes y la desinformación, son caldo de cultivo para que una mentira, una media verdad o una historia de plano inventada sobre la supuesta gravedad del covid-19, cobre fuerza y se tome por cierta.
Mientras tanto, los hechos y la estadística revelan una verdad menos preocupante.
El presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, ha señalado que el covid-19 no es tan mortal -aunque sí más fácil de propagar- comparado con otros coronavirus como los causantes de síndromes respiratorios más graves como el SARS o el MERS.
El Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades estima en sólo 2.3 por ciento la tasa de mortalidad general, pero es muy probable que esa cifra porcentualmente sea mucho menor, considerando que el universo total podría ser bastante más grande. Un gran número de casos no confirmados para covid-19 podría estarse pasando por alto, y los contagiados, podrían haber confundido los síntomas con una gripe común.
Aun así, hasta los 39 años, la tasa de mortalidad del covid-19 es de apenas 0.2 por ciento.
En números absolutos, hay incluso más muertes al año en Estados Unidos por influenza (14 mil) que ni siquiera son noticia, que los que hasta ahora ha provocado el nuevo coronavirus. La probabilidad de que una persona sana y joven muera a causa de él, es casi nula. ¿Debería entonces generar el pánico que hemos visto? No lo creo.
En suma: no debemos menospreciar nada que pueda dañar la salud de las personas. La salud, es más importante, por mucho, que el dinero y las inversiones. Pero la verdad es que con la prevención adecuada -como lavando las manos constantemente y evitando tocarse la cara-, se puede hacer mucho por evitar su propagación. De hecho, esos son hábitos que debemos tener siempre para evitar cualquier enfermedad.
Pese a ello, lo cierto es que el miedo ha causado caídas de los mercados como no las habíamos visto en casi 12 años.
No obstante, en este espacio seguimos sosteniendo que, mientras no se prolongue más allá del segundo trimestre de este año, la crisis del coronavirus pasará pronto, y los mercados se recuperarán. Manténgase atento de las posibles oportunidades de compra que se pueden presentar. No olvide: se compra barato y se vende caro, no al revés.