El Banco Popular (MC:POP), el sexto banco más grande de España, valía 3,000 millones de euros en bolsa apenas el pasado 19 de mayo. Al cierre de ayer, y luego de desplomarse más de un 50%, su valor de capitalización bursátil se había desplomado a 1,330 millones de euros. Pues hoy, Ana Botín, la presidenta del Banco Santander (MC:SAN), sacaba del bolsillo un euro y se quedaba con todo el banco.
Todo eso sucedió luego varios acontecimientos catastróficos para el banco que lo dejaron sin liquidez. El día de ayer la agencia calificadora Moody´s degradó el ratio de la deuda de largo plazo del Banco Popular dos escalones para pasar de “Ba3” a “B2” con perspectiva negativa para llegar a ser clasificado con grado de “especulación” o “bono basura”. Dicha situación se originó a partir de hilar cuatro días consecutivos con caídas: el jueves 18%, el viernes 17.40%, el lunes 18.1% y martes 6.2%.
Con esta compra, el Santander se afianza como el banco líder de España con una cuota del 19% superando al CaixaBank (MC:CABK), y un 25% del mercado de pequeñas y medianas empresas (Pymes), siendo éste un sector clave para el crecimiento de la economía española. Santander realizó la compra con miras a obtener un rendimiento del 13-14% para el año 2020. La presencia de Banco Popular era pequeña en México: había logrado entrar en el país en sociedad con Bx+ para concentrarse también en el mercado de crédito a las Pymes.
Para poder llevar a cabo la absorción de Popular, Santander ampliará su capital en 7,000 millones de euros, esto sin recibir ninguna ayuda pública; situación que no ocurrió en Italia con el banco más antiguo del mundo, el Monte dei Paschi (MI:BMPS) el cual si fue rescatado con dinero público.
De hecho, este es el primer rescate de un banco por otro banco en Europa, algo que ya había sucedido en Estados Unidos durante la crisis financiera con los rescates de Bear Stearns o Merrill Lynch. Esta medida es tomada con miras a proteger al máximo al contribuyente y así asuman las pérdidas quienes tomaron los riesgos, los accionistas y los compradores de bonos de peor calidad. Antes de los tratados de Basilea III, los bancos tenían incentivos a asumir riesgos excesivos a sabiendas de que ante una posible quiebra el Estado los rescataría. Pero a partir de Basilea III, y bajo el atento escrutinio de Alemania, se llegó a la conclusión de que las pérdidas tendrían que ser asumidas por los inversionistas y no por los contribuyentes con el fin de amortiguar el riesgo moral. Durante la crisis de 2008-2009, varios bancos fueron rescatados con fondos públicos como mejor solución para evitar el colapso del sistema, pero no como la óptima y más deseada opción al recaer el rescate sobre una ciudadanía ya de por sí muy castigada por la crisis.
En lo que respecta a los derechohabientes, los clientes con depósitos en dicho banco permanecen intactos, con la diferencia de que ahora pasarán a ser clientes del banco Santander. Con los fondos de inversión, tenedores de créditos, préstamos y los planes de pensiones ocurre la misma situación. En lo que respecta a los accionistas sus posesiones pasan a valer absolutamente nada, en la deuda subordinada (conocidos en España como CoCos, Contingent Convertibles) pasa a convertirse en acciones.
La reacción del mercado ha sido de cierto alivio para el sector financiero, que evita con este rescate los riesgos de contagio, con la excepción del Banco Sabadell (MC:SABE), que fue la peor acción del Ibex-35 de Madrid con una caída del 2.2%, y el Banco Santander, que cedió un 0.95 ante la futura ampliación de capital por 7,000 millones de euros. Pero el resto de bancos salieron bien parados: Bankia (MC:BKIA) trepó casi un 5.0%, BBVA (MC:BBVA) un 2.0%, CaixaBank un1.5% y Bankinter (MC:BKT) un 0.5%. Las acciones de Banco Popular fueron suspendidas con la adquisición y ya no volverán a cotizar.