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Microrrelato: Un mal día de trading

Publicado 15.12.2017, 09:15 a.m
Actualizado 14.05.2017, 05:45 a.m

Carmen vive sola, trabaja por las mañanas en la oficina de correos de un pequeño pueblo. Su trabajo es ameno, bien remunerado y está en contacto con la gente. Es simpática, alegre y muy paciente, algo importante trabajando cara al público. En los ratos libres suele caminar por las preciosas montañas que rodean su villa y desde hace un año dedica mucho tiempo a una actividad que le tiene enamorada, el trading.

Cansada de negociar con los bancos una buena rentabilidad para sus ahorros, decidió aprender a gestionarlos por ella misma. Se mueve bien por internet y tuvo la suerte de formarse en una de las mejores academias del país. El gusanillo del trading le atrapó y con mucho compromiso y sacrificio, fue progresando hasta que el soñado momento llegó, comenzó a operar con su propio capital, dinero de verdad.

Suele salir del trabajo en torno a la una del mediodía, y a las tres está puntual ante las pantallas, echando una mano a levantar las persianas del mercado americano. Le encantan las aperturas y el ver crecer el volumen de los primeros minutos de cotización, le produce un incremento notable de sus pulsaciones. Carmen opera un sistema muy sencillo, hace “scalping” y en una tarde puede tomar una o dos operaciones. Su perfil inversor es muy conservador, desde que comenzó unos meses atrás no ha tenido altibajos, pero últimamente se ha llevado varios palos y está metida en una racha perdedora. El mercado que opera está en máximos históricos y la mayor parte del tiempo el precio se encuentra en rangos laterales, con movimientos muy estrechos.

Se culpa de haber tomado un par de operaciones de forma impulsiva en los últimos días y no quiere que esto vuelva a ocurrir. Hoy se encuentra en modo ultraconservador. La sesión ha arrancado y a los pocos minutos observa una oportunidad de las que comúnmente llamamos “de libro”. Carmen la detecta y se decide a preparar la orden, pero de inmediato escucha una voz en su interior que le dice: “Espera un poco, no te precipites, hace dos días quisiste adelantarte y metiste la pata”. Debido a ese pensamiento, sufre una pequeña parálisis mental y decide que quizá la vocecita tenga razón puesto que el mercado apenas lleva unos minutos abierto y es conveniente dejar que el precio se defina de verdad.

Una vez abortada la operación, el precio arranca a su favor y dándole la razón sobre la operación que pensaba tomar. Sube, sube y sube el precio, ella lo ve marchar pero se muestra tranquila hasta que vuelve a escuchar de nuevo la voz que le reprocha: “Seguramente acabas de dejar escapar la mejor oportunidad de la jornada, tenías que haberla tomado, cumplía todos los condicionantes, así ¿cómo pretendes ganar dinero?” La calma de Carmen se transforma en rabia, comienza a salivar y la mandíbula se comprime fuertemente, pierde casi la totalidad de la respiración y observa incrédula cómo su mano derecha coge el ratón y sin su consentimiento activa una orden de compra. Acaba de entrar al mercado por desesperación, tarde, sin más argumentos que la impotencia de no estar dentro de ese movimiento.

El precio continúa su movimiento alcista por un instante, pero segundos después, se frena en seco e inmediatamente inicia una caída vertical que se dirige hacia el punto de stop de pérdidas permitido por Carmen. Ella es consciente de la mala entrada tomada y que el stop está situado en medio de la nada, por lo que su operación es indefendible. Piensa en qué hacer y nuevamente aparece la voz que le susurra: “El movimiento alcista es claro, muy direccional, esto es simplemente una corrección, va a volver a ir hacia arriba, estoy segura, no puedes dejar que te saque la posición y seguidamente girarse retornando el movimiento alcista, tienes que aguantar como sea”. Carmen sabe que el stop es sagrado, que no debe asumir una pérdida mayor a la permitida, pero al mismo tiempo lee que existen probabilidades de que el precio vuelva a subir. Empieza a aparecer un tick en su pie izquierdo aunque no lo detecta, está intranquila y finalmente actúa alejando el stop de pérdidas un poco más, asumiendo el doble de la pérdida que habitualmente su gestión monetaria le permite.

Sus manos sudan y el cuerpo está rígido mientras los ojos empujan con todas sus fuerzas el precio hacia arriba. Está totalmente poseída, fuera de sí. Alguien o algo ha tomado el control de su operativa, son instantes de tensión, nervios y emoción, al igual que un espectador mirando cómo su equipo va a lanzar el penalti definitivo, o peor aún, su equipo es el que debe parar la pelota. Toda la paciencia que Carmen muestra en la vida cotidiana y la sonrisa contagiosa han sido secuestradas. No sabe dónde se encuentra, qué hace, por qué lo hace y su racionalidad está desaparecida. Ha perdido toda la relación con el presente y con su observador interior. Es presa de una decisión tomada inconscientemente. Se ha dejado influir por un monstruo interno al que no conocía y éste se ha presentado en un momento inapropiado, aprovechando que ella se encuentra frustrada por la operativa de los días previos y muy susceptible. El muy listo había aprovechado un momento de debilidad para asaltar su mente y condicionar sus decisiones.

El precio sigue bajando tick a tick burlándose de ella, cosa que la enoja todavía más, lo ve muy negro y piensa en cerrar la operación manualmente, pero nuevamente la voz del monstruo le dice: “Te vas a salir y justo ahí se va a girar, dejándote con cara de tonta, vas a sumar una nueva pérdida, en el trading hay que saber aguantar y ser valiente, no seas débil”. Con el dedo dispuesto en el ratón para cerrar y salir asumiendo su error, decide apartarlo y coger un lápiz, este acabará rayando el escritorio y finalmente quedará sin punta tras ser golpeado una y otra vez. Carmen está en el límite, no aguanta más, se levanta de la silla, decide dejar la operación abierta y marchar hacia la ventana a tomar un poco de aire. Antes de abrirla se gira y regresa corriendo a ver en la pantalla cómo trascurre la operación, está a punto de sacarle el stop y duda si cerrar de modo manual, dejarla tal cual está o alejarlo nuevamente. Chorros de sudor caen por su cuerpo, la sensación de rabia es inmensa, comienza a llorar y no cesa de estirarse el pelo.

En apenas unos minutos su predisposición a hacer una buena sesión se ha transformado en un infierno. Estaba permitiéndose perder tan sólo el doble de lo que normalmente arriesga por una operación, o sea, una mísera cantidad, pero le estaba superando la forma en que había tomado la operación y la gestión de la misma. No puede aguantar más y decide accionar el botón “close”, ese que cierra la posición a mercado. No quiere mirar la cantidad que ha perdido, directamente apaga el ordenador y se dirige por fin a la ventana. De camino a ella pasa por delante de un enorme espejo, ese que utiliza cada día antes de marchar por la mañana. A su paso gira la cabeza y se escandaliza al ver el reflejo. No puede evitar pararse en seco y mirar fijamente a la imagen que se ve reflejada. Es Carmen transformada. El liso pelo está alterado, con mucho volumen, despeinado y alocado. Sus húmedos ojos han destrozado el maquillaje matutino, dándole un aspecto endemoniado. Su rostro en general está desconfigurado, da auténtico miedo. Respira de forma alterada y las manos están cerradas, sudan. Se asusta de lo que está observando. Se pregunta quién es el monstruo que está viendo reflejado en el espejo, de dónde ha salido y quién le había invitado a entrar en su vida.

Aquel día, Carmen descubrió al ser saboteador que todos tenemos dentro y cada uno lo experimentamos de forma diferente, hablamos del ego. Si te dedicas al trading, antes o después te encontrarás cara a cara con él, es inevitable. Esta historia ficticia pretende hacerte abrir los ojos ante los fantasmas de nuestra mente. Es obvio que existen y aparecen más a menudo de lo que piensas. Conocer tu personalidad y entrenar a tu observador interior, servirán de ayuda para detectar cuándo aparecen y lograr gestionarlos de la mejor forma posible.

Últimos comentarios

Que mal por Carmen, se le perdió la cadenita... de Jesús el Nazareno!!!!
Excelente articulo, refleja muy bien cuando uno fue novato.. A decir verdad yo sigo siendo un novato. Saludos y excelente redacción
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