Los cambios políticos y económicos tienen un impacto inmediato en las operaciones económicas, la resiliencia financiera se ha convertido en una herramienta imprescindible. Con Donald Trump de regreso en la Casa Blanca y con su reciente amenaza de imponer aranceles del 25%, a productos importados en los primeros meses del año, las empresas están aún en un momento para prever y reflexionar sobre cómo estos anuncios podrían impactar las operaciones de sus tesorerías y asegurar su sostenibilidad en el mediano y largo plazo.
El comercio exterior siempre ha sido un motor clave para la economía mexicana, y la relación con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, es un factor determinante. Sin embargo, depender de sobremanera de esta relación nos expone a vulnerabilidades significativas ante decisiones políticas inesperadas. Los aranceles, cambios en las reglas del T-MEC e incluso las fluctuaciones en los tipos de cambio pueden transformar una operación rentable en un riesgo financiero considerable.
La diversificación de las fronteras tradicionales puede reducir la dependencia de Estados Unidos y abrir puertas a oportunidades inesperadas. Tal es el caso de la reciente modernización del tratado comercial con la Unión Europea, con el que se espera reforzar la seguridad económica entre países ante los volubles eventos coyunturales.
La diversificación, la planificación y la innovación, ya no son opcionales, se han vuelto una necesidad para cualquiera que quiera sobrevivir a los episodios de volatilidad que podrían avecinarse. Estamos esperando un panorama político polarizado y un entorno financiero incierto, el peso enfrenta un 2025 lleno de retos. La relación comercial con Estados Unidos, la estabilidad local y la reacción de los mercados internacionales serán determinantes para el desempeño de la moneda en los próximos meses o al menos durante el primer semestre del año.
Tres puntos a tomar en cuenta para prever estos episodios son tener reservas suficientes para enfrentar contingencias, explorar oportunidades para diversificar mercados y aprovechar instrumentos financieros que ayuden a mitigar riesgos.
Un ejemplo claro de resiliencia financiera es el uso de coberturas cambiarias. Ante la posibilidad de una devaluación del peso frente al dólar, proteges el tipo de cambio para aquellos con operaciones internacionales vigentes. Además, contar con líneas de crédito flexibles y fondos de emergencia permite responder de manera ágil a los retos que puedan surgir en un contexto de volatilidad.
En ese sentido, veo importante recordar que la inversión en tecnología y digitalización también juegan un papel fundamental, ya que permite optimizar operaciones, reducir costos y adaptarse rápidamente a los cambios en el mercado.
Es aquí donde los bancos tenemos una oportunidad sin precedentes para liderar el cambio. Al integrar tecnologías avanzadas como la IA y el aprendizaje automático, vemos que es posible anticipar más rápido los riesgos y proponer estrategias personalizadas que refuercen la estabilidad financiera.
La resiliencia financiera en la era digital no puede lograrse en solitario; requiere alianzas estratégicas que combinen el conocimiento del mercado financiero con la agilidad y creatividad de las startups tecnológicas. Estas sinergias no solo generan innovación, sino que también amplían el alcance de los servicios, fomentando una inclusión financiera real.
La historia nos ha demostrado que la incertidumbre es inevitable, pero también que quienes se adaptan y planifican con anticipación son los que logran superar las crisis y salir fortalecidos. Hoy más que nunca, es fundamental apostar por una gestión financiera robusta y flexible, capaz de soportar cualquier eventualidad y de aprovechar las oportunidades que surjan en un mundo cada vez más interconectado y desafiante.
Coautoría: Nicolás Eguiarte