Por Philip Pullella y Scott Malone
NACIONES UNIDAS, 25 sep (Reuters) - El Papa Francisco condenó el viernes con fuerza el ansia por bienes materiales y poder, advirtiendo a los líderes mundiales reunidos en Naciones Unidas de que la codicia está destruyendo los recursos naturales de la Tierra y agravando la pobreza.
"Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia", dijo Francisco.
El líder espiritual de 1.200 millones de católicos condenó el grave pecado que supone la exclusión social y económica.
"El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades", remarcó.
Francisco, el primer papa latinoamericano, ya ha criticado varias veces al capitalismo desenfrenado en sus dos años de pontificado, pero el viernes habló ante una audiencia de poderosos en Naciones Unidas, que está celebrando su septuagésimo aniversario.
Se cree que la concurrencia de líderes este año a la Asamblea General de la ONU ha sido la mayor de la historia.
Francisco, de 78 años, llamó a los gobernantes a combatir el tráfico de personas, ampliar la educación a las niñas y terminar con la destrucción de la biodiversidad, porque "cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad".
El Papa llegó a Nueva York el jueves tras instar al Congreso de Estados Unidos a que ayude a sanar las heridas creadas por la división en muchos asuntos, como el conflictivo debate sobre inmigración. ID:nL1N11U1BD
El obispo argentino ha llamado la atención en Estados Unidos al trasladarse en un pequeño Fiat en Washington y Nueva York, en una señal de humildad.
Durante el viernes, encabezará una oración con miembros de otros credos en el lugar de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que destruyeron las Torres Gemelas y en los que murieron más de 3.000 personas.