Por Miguel Gutierrez
CIUDAD DE MÉXICO, 7 oct (Reuters) - El mexicano Mario Molina, quien se describía como un apasionado por la ciencia, fue galardonado con el Premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones sobre la amenaza de ciertos gases industriales para la capa de ozono, una aportación vista como crucial para la salud del planeta.
Molina, que falleció el miércoles a los 77 años, llevó a cabo desde muy joven sus primeros experimentos hasta en el baño de la casa de sus padres y a la postre fue considerado uno de los principales investigadores a nivel mundial de la química atmosférica. como ingeniero químico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), también colaboró con autoridades de la capital mexicana asesorándolas en sus esfuerzos para disminuir la contaminación ambiental, uno de los principales dolores de cabeza de la populosa urbe.
Nacido en Ciudad de México, cursó posgrados en universidades de Alemania y California, y fue durante ocho años uno de los 21 científicos que formaron parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Estados Unidos en el gobierno del presidente Barack Obama.
Fue laureado con el Nobel de Química, junto al holandés Paul Crutzen y el estadounidense Frank Sherwood Rowland, por la predicción del adelgazamiento de la capa de ozono -un manto de gas que rodea la Tierra y la protege de la radiación ultravioleta emitida por el sol- debido a la emisión de ciertos gases industriales.
Al explicar sus razones para entregar el Nobel, la Real Academia Sueca de Ciencias detalló que los tres investigadores contribuyeron "a salvarnos de un problema ambiental global que podría tener consecuencias catastróficas".
PASIÓN POR LA CIENCIA
Desde que era niño demostró su gusto y pasión por la investigación científica. Cuando era pequeño sus padres -Leonor Henríquez y Roberto Molina, quien fue profesor en la UNAM y embajador de México en Etiopía, Australia y Filipinas- le compraron un pequeño microscopio.
Posteriormente realizó varios experimentos en su propia casa, donde transformó un baño en un improvisado laboratorio.
"Pasaba horas mirando en mi microscopio lo que nadie podía ver a simple vista", explicó Molina en una entrevista con el diario francés Le Figaro en 2013. "Toda mi vida me he guiado por el deseo de descubrir cosas nuevas y por el deseo de ser útil utilizando mis conocimientos"
Además del Nobel, recibió un caudal de premios y reconocimientos, entre ellos el de Caballero de la Legión de Honor del gobierno de Francia en 2012 y la Medalla de la Libertad de la presidencia de Estados Unidos en 2013, además de una medalla que le otorgó la NASA por sus logros científicos.
"Desde muy joven, la ciencia fue mi pasión a pesar de tener padres de orientación literaria. A los 10 años, devoraba las biografías de los premios Nobel como Marie Curie".
Molina fue investigador de la Universidad de California en San Diego (UCSD), donde formó parte del Departamento de Química y Bioquímica y del Instituto de Oceanografía, considerada una de las instituciones líderes en la investigación de los fenómenos asociados al cambio climático.
En México, formó parte de un centro de investigación y promoción de políticas públicas que lleva su nombre, donde realizaba estudios sobre energía y medioambiente, especialmente en los campos de cambio climático y calidad del aire.
(Reporte de Miguel Angel Gutiérrez; Editado por Ana Isabel Martínez)