Uno de los grandes retos de las empresas petroleras propiedad de gobiernos nacionales es mantener un adecuado balance entre sus políticas de dividendos y sus planes de inversión. Para nadie es un secreto que siempre existen incentivos para promover una política de dividendos generosa que sirva para financiar el gasto público. Pero como en todo juego con restricciones, la única manera de invertir y repartir dividendos sustanciosos es abriendo la empresa a terceros, vía endeudamiento o emisión de nuevas acciones.
El plan estratégico de Arabia Saudita al año 2030 busca conciliar los planes de crecimiento de largo plazo, donde se visualiza que el petróleo tenga un rol mucho más modesto como generador de recursos, con la sostenibilidad fiscal de los próximos años. Uno de los principales movimientos tácticos de este plan, es vender cinco por ciento del capital accionario de la compañía petrolera nacional en una operación de oferta pública, que podría ser la más grande de la historia contemporánea, la cual podría suceder en los próximos tres años.
El producto de la venta de las acciones de Aramco se inyectará en el fondo soberano saudita que tiene como propósito hacer menos dependiente a su economía nacional de los vaivenes del precio del crudo. La oferta pública inicial de las acciones es un caso digno de estudio por la cantidad de temas involucrados.
Para empezar, la escogencia de la o las bolsas de valores donde registrar la emisión obliga al gobierno saudí a balancear el hecho de que hablando estrictamente en términos de profundidad de mercado, sin duda alguna la bolsa de Nueva York es la más adecuada. Pero la realidad del crecimiento de los mercados financieros asiáticos, países consumidores del petróleo saudí, ha puesto al gobierno saudí a pensar en un esquema mixto que podría involucrar a Nueva York, Londres, Toronto y algún mercado asiático aún por definir.
La escogencia de los bancos de inversión también ha dado mucho de que hablar, ya que están en juego comisiones de colocación del orden de mil millones de dólares. A la fecha se sabe que J.P Morgan, Morgan Stanley (NYSE:MS) y HSBC serán los líderes de la colocación, pero la magnitud del negocio y la nueva realidad geopolítica demandan la escogencia de un cuarto banco de inversión con capacidad de convocatoria entre los inversionistas chinos además del HSBC, que es un banco inglés con gran presencia en Asia, por lo que se barajean los nombres del Industrial and Commercial Bank of China (HK:3988) International Holdings y China International Capital Corporation (CICC).
Sin embargo, lo más importante aún está por decidir. En la actualidad Aramco paga al gobierno saudita veinte por ciento en royalties, y ochenta y cinco por ciento en impuesto sobre las rentas. Adicionalmente, las reservas petroleras son del estado y no de la empresa, por lo que valorar el negocio tomando estas premisas en cuenta, sugiere según opinión de expertos en el área, que la compañía vale bastante menos de los dos billones de dólares estimados en el plan estratégico nacional. Reducciones de los royalties e impuestos crean problemas de ingresos al reino.
Una salida posible, es vender no el cinco por ciento de totalidad de la empresa. Por el contrario, crear una figura intermedia que tenga acceso a una porción de los flujos de caja del negocio, bajo un esquema de royalties e impuestos sustancialmente menores, y que genere una valoración del orden de cien mil millones de dólares, cantidad que aspira inyectar el gobierno saudí en su fondo soberano.
Es importante también recordar que Aramco compite con las multinacionales del sector, que bajo las expectativas de precios del crudo por debajo de cien dólares, tratarán de contentar a sus accionistas reduciendo sus planes de inversión para recomprar acciones y aumentar el pago de dividendos. Tales expectativas aumentan el costo de oportunidad de los potenciales inversionistas reduciendo el valor de Aramco.
Para terminar quisiéramos mencionar a todos los que piensan que estamos parados sobre un mar de petróleo, que además de tenerlo también hay que tener la capacidad de monetizarlo como planea hacerlo Arabia Saudita.