En un mundo cada vez más entrelazado, es difícil poder realizar inversiones sin correlación entre sí, ya que, en algún punto, las variables se tocan. Y sobre todo cuando los riesgos van en aumento y son globales, como es precisamente lo que está ocurriendo en estos días en los mercados. El descalabro del petróleo responde a múltiples factores de oferta, demanda y del valor del dólar, pero China juega un papel fundamental en la fijación de las expectativas de los operadores hoy en día. El mundo necesita a China gozando de buena salud. Y no es el caso en estos últimos meses.
El PIB real de China se ha desacelerado desde 7,3% registrado en 2014 hasta el 6,9% (estimado) del año 2015. En los próximos dos años se proyecta que las bajas continuarán. La fortaleza del dólar ha agravado la caída en absolutamente todos los commodities, y el descalabro del petróleo ya produce estragos en aquellas economías más dependientes y vulnerables a los shocks externos, que no son formadoras de precios de sus productos. Jugará de ahora en más un papel clave la devaluación del yuan. China intenta enviar mensajes tranquilizadores a los mercados, pero vemos más devaluación del yuan hacia adelante para poder hacer frente a este cóctel de problemas que su economía está sufriendo.
Año nuevo, ¿China nueva? Vemos con malos ojos los renovados intentos del Gobierno chino de querer intervenir para evitar las bajas en los precios de sus acciones. Parece que sus gobernantes no han comprendido la lección de agosto del año pasado y que los precios solamente podrán recomponerse cuando la visibilidad de los inversores se despeje y la viabilidad de su economía mejore.