Por esencia, el principio básico para construir buenos negocios y relaciones de largo plazo y es la confianza, concepto que durante 2018 se vio disminuido debido a los conflictos comerciales iniciados por la administración Trump, primero a la UE por la amenaza de tarifas al aluminio y al acero y luego por los gravámenes a U$250B en importaciones chinas.
Las respuestas a estas medidas no se hicieron esperar. Los principales líderes chinos y europeos coincidieron en que estas tarifas eran ilegales, considerándolas un atentado a la globalización y al libre comercio. El diagnóstico es apoyado por otras instituciones como la OMC, FED y el BCE al señalar que las medidas comerciales unilaterales con fines proteccionistas ponen en “riesgo" el débil crecimiento económico mundial, análisis que por el momento la Casa Blanca no comparte.
A pesar de las advertencias, Washington parece disfrutar de la tensión comercial con China acusando a Pekín de no abordar los subsidios industriales, la transferencia de tecnología y los derechos de propiedad intelectual. Sin embargo lo más preocupante es que los asesores económicos del rubio y siempre bronceado líder americano han sugerido aranceles por 11.200 millones a la UE por la supuesta ayuda gubernamental hacia Airbus (PA:AIR), provocando una fractura en la tregua comercial lograda en julio de 2018 entre ambas partes para evitar un alza en las tarifas a los metales.
La ira de Trump hacia Europa y China propone la idea de una alianza entre Pekín y Bruselas que demuestre al mundo lo equivocado que está EEUU en materia comercial, lo irónico es que con la bandera del libre comercio siempre alzada, la UE también reconoce que China tiene subsidios estatales que son injustos para sus compañías y que la transferencia de conocimiento tecnológico desde empresas (principalmente alemanas) hacia Beijing, han convertido al gigante asiático en un “rival sistémico poco confiable”.
La gota que está rebalsando el vaso es el resultado de la adquisición de la compañía tecnológica alemana Kuka por parte de Midea Group Co en 2017. China prometió mantener gran parte de la propiedad intelectual tecnológica en suelo germano, pero a medida pasa el tiempo la palabra empeñada se hace cada vez más frágil, desatando la preocupación de los políticos alemanes. Acusan que un negocio como Kuka jamás habría sido posible en suelo chino. Hoy sólo BMW (DE:BMWG) puede hacer negocios en China sin tener a un socio chino como copiloto.
Bruselas y Alemania deberán con urgencia encontrar un equilibrio entre, no caer en la retórica proteccionista de Trump y su derecho a “proteger” sus sectores estratégicos y de tecnologías de futuro para evitar la fuga de propiedad intelectual hacia China.
A medida avanza el tiempo y la burocracia comunitaria no da solución efectiva a esta coyuntura, los legisladores empiezan a endurecen el tono de la discusión señalando que la “ingenuidad” europea ha terminado. Por su parte, los expertos (que proyectando un desenlace “proteccionista” ahora desde la UE hacia China) advierten que el daño a la economía mundial por una contracción del comercio global sería cercano a U$470 mil millones en 2020, otros sectores válidamente nos preguntamos cuánto dinero se ha perdido en recaudación fiscal y corporativa durante los últimos 30 años por violaciones a la propiedad intelectual.
Lo anterior nos hace reflexionar no sólo sobre el Fair Play del comercio mundial, también sobre el futuro del Euro. En 2016 el slogan "¡America First!” encontró un importante eco en el votante americano. A la vista de las próximas elecciones de 2021 en Alemania, se asoma el turno de la frase"¡Deutschland zuerst!