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Petróleo: del efecto Tequila a México hoy

Publicado 16.03.2016, 07:50 a.m
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La nueva realidad petrolera de México consta de tres elementos negativos: precios internacionales deprimidos, menor necesidad de Estados Unidos de importar barriles al mejorar su autoabastecimiento y una capacidad más limitada de México de bombear crudo. Ello conlleva a ver riesgos para la economía del país mariachi en 2016. La caída en los ingresos petroleros, la estabilización de los ingresos tributarios, el aumento en el coste del servicio de la deuda y la posibilidad de subidas de tipos de la Reserva Federal de Estados Unidos auguran un panorama complicado.

Unos precios del petróleo que se han deprimido deja al descubierto dos frentes: el equilibrio externo y la sostenibilidad de las cuentas públicas, y la posibilidad de que la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos inicie un ciclo de subidas de tasas que detone salidas rápidas y contagiosas de capitales, y que genere volatilidad en los mercados internacionales globales.

El drama petrolero de México no sólo se circunscribe a los precios del crudo, sino también a la producción local. La caída del precio del barril no ha hecho sino pegar dos golpes al sector: uno, ha arruinado los planes de la reforma energética, al perder todo atractivo una parte sustancial de las áreas que iban a ser licitadas a los inversionistas privados y dos, el gobierno reaccionó a la caída de los ingresos petroleros con un recorte en el gasto público, cuyo peso recayó sobre los hombros de Pemex: 62.000 millones de pesos. Esto es, la mitad del recorte total se suprimió del presupuesto de Pemex, lo que acentuó el principal mal que martiriza a la empresa desde hace muchos años: la falta de inversión.

Repasando la historia, las lecciones del efecto Tequila

México era un país con una economía maravillosa durante el tercer cuarto del siglo XX o por lo menos tenía la apariencia de serlo. El crecimiento era sostenido y los datos de pobreza no eran excesivamente altos; pero todo ello se encontraba mantenido por una estructura estatal cerrada y sobredimensionada que ocultaba su mínima capacidad de maniobra ante un problema económico de índole externa o interna.

El Partido Revolucionario Institucional, el PRI, junto con empresarios y sindicatos habían cimentado un sistema político y económico en el país basado en un proteccionismo estatal exacerbado, con una moneda establemente sostenida de manera ficticia en 12,50 pesos el dólar, una política de subvención de precios y un sistema de empresas paraestatales que para el año 1982 ascendía en números a nada más y nada menos que a 1.155. En definitiva, México estaba haciendo un máster en gasto público y rigidez económica que le había valido para los años de la guerra y la posguerra, pero que empezó a mostrar síntomas de agotamiento durante la década de los setenta.

La inflación comenzó a despegar y una población en constante aumento exigió medidas salariales compensatorias que el Estado no podía asumir, por lo que recurrió a los mercados financieros internacionales que, en un principio le otorgaron créditos de una manera conservadora. La situación se tornaba oscura en el país azteca. En 1977, el por entonces presidente López Portillo establecía un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional comprometiéndose a moderar la política estatal del gobierno que iba a llevar al país a una situación insostenible. El problema fue que la precaución le duró un año al gobierno mexicano, pues con el descubrimiento de algunos yacimientos petrolíferos se volvió a la política del gasto ingente.

A estas alturas sobra decir que los estados se financian con deuda que se adquiere en los mercados internacionales, y que ello no es un aspecto negativo per se. Todos los agentes de la economía (familias, empresas, etc.) recurren a los créditos exteriores para poder invertir y crecer. El problema de México fue que se “emborrachó” de dinero ajeno que, al fin y al cabo, hay que pagar tarde o temprano. México no sólo aumentó exageradamente sus deudas con el exterior, ya que se multiplicó el monto total por ocho en una década, sino que también contribuyeron al colapso de la economía dos factores: un sistema fiscal ridículo y la inversión de gran parte del dinero recibido en una industria petrolera que a su vez no tenía iniciativas para la mejora de sus estructura productiva al estar ahogada por las altas cargas impositivas, la realidad era la de una pescadilla que se muerde la cola, cuya solución solo se observaba a través de un creciente endeudamiento que llegaba al país avalado precisamente por ese petróleo que
se exportaba crudo desde el Golfo de México.

La fuga de capitales se generalizó, el peso mexicano se devaluó mucho y, se le echó la culpa de la fuga a la banca, siendo esta nacionalizada y acelerando el proceso crítico. La economía mexicana en 1982 era una bomba a punto de estallar que no necesitaba más que un detonante y ese fue la disminución del precio del barril de petróleo en 4 dólares. México tenía que acometer el pago de la deuda de créditos a corto plazo y no tenía recursos para ello. Finalmente, en agosto de ese año, México pedía una moratoria en los pagos porque se encontraba prácticamente en una bancarrota económica que no sólo afectaba al país azteca, sino que desestabilizaba a toda una región que tenía problemas parecidos.

Las consecuencias de la crisis no tardaron en manifestarse. El país entró en recesión en ese mismo año. Los problemas de financiación eran tales que sólo el Fondo Monetario Internacional salió al rescate del país. A condición de ello, le ordenó al país un paquete de medidas de shock que buscaban una apertura de la economía, así como el pago de la deuda a sus acreedores. Las medidas no ayudaron a la población mexicana, porque estas debieron llegar con una década de antelación, pero no había alternativa a la liberalización de la economía debido a que el país no tenía dinero para continuar con su política estatal y los acreedores internacionales no confiaban en el pago de sus créditos.

En los siguientes años (1983-1989), los salarios reales de los mexicanos disminuyeron en puntos porcentuales un 7,7, mientras que el control de la inflación, caballo de batalla de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos durante las décadas de los sesenta y setenta fue imposible llegando a números imposibles de asumir. La realidad es que tras varios años de emigración, ajustes y empobrecimiento generalizado, a principios de los 90, México pudo regresar a los círculos financieros internacionales.

El "efecto Tequila", una crisis de origen local causada por una moneda sobrevalorada, grandes déficits del sector público y la dependencia del Gobierno del financiamiento vinculado al dólar, se considera la primera crisis financiera de la economía globalizada, que condujo a México al mayor declive económico registrado desde la Gran Depresión, con una caída de 6.2% en el PIB.

La devaluación del peso -que se dio durante los primeros días del Gobierno del presidente Ernesto Zedillo (1994) y fue conocida como el "error de diciembre"-, desencadenó una serie de acontecimientos que causaron alzas en las tasas de interés y obligaron al Gobierno a pedir miles de millones de dólares en asistencia financiera al Tesoro de Estados Unidos y a organismos multilaterales.

El entonces secretario del Tesoro de USA, Robert Rubin, tuvo que hacer frente a esta crisis financiera. Junto con su subsecretario, Larry Summers, fueron los artífices del "paquete de rescate" que otorgó la administración Clinton por 20.000 millones de dólares, más otros 30.000 millones de "ayuda internacional" que requirió México para amortiguar la crisis que obligó a establecer un sistema de libre flotación. Hoy la situación es mucho mejor, pero todavía México no escapa de un entorno volátil como muchas otras economías en el mundo.

Los desafíos de la economía mexicana en 2016

1.- El boquete por la caída de los ingresos petroleros será brutal.

2.- Los ingresos no petroleros, que crecen con fuerza como resultado de la reforma hacendaria y son fundamentales para contrarrestar el derrumbe de los ingresos petroleros, tenderán a estabilizarse una vez que logren cosechar las ganancias iniciales.

3.- La reducción del gasto no sólo tendrá que cubrir la caída de los ingresos petroleros, sino además tendrá que cumplir con la meta de reducción del déficit, cuyo objetivo es que baje de 1% del PIB para este año a 0.5% el año que viene, lo que implicará un esfuerzo de austeridad más intenso.

4.- El gasto puede resentir el impacto de un mayor costo del servicio de la deuda, en caso de que la FED inicie el ciclo de restricción monetaria y Banxico lo acompañe con subidas de tasas, con un aumento en las obligaciones del gobierno. Este año el presupuesto destina al servicio de la deuda 417.732 millones de pesos o 9% del gasto total.

5.- Las entidades federativas y los municipios se tendrán que sumar al esfuerzo de ahorro nacional.

6.- La experiencia dicta que las reducciones sustanciales en el gasto público, tanto federal como local, se traducen en menor crecimiento económico que socava la capacidad recaudatoria del gobierno a través de impuestos, lo que implica esfuerzos adicionales para equilibrar las cuentas.

(Artículo redactado por Aurelio García del Barrio, Doctor en Economía y Director del Global MBA con Especialización en Finanzas del IEB)

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