Dice hoy Juan Villoro, él, hijo de un catalán y muy del Barca, en su columna de Reforma, que los independentistas catalanes siempre han actuado con el “astuto encanto de quienes desean separarse de España a condición de no lograrlo”. Así es: el catalanismo ha utilizado su discurso para obtener más autonomía y recursos del gobierno central, esperando que la independencia no se consumara. Ahora que ya han hecho toda la parafernalia, todo el número, llega la hora de la verdad: la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), algo que los únicos que realmente quieren son los “antisistema” de la CU (10 diputados y 8.2% de los votos). Los demás saben que una DUI es un desastre si nadie reconoce a Cataluña como independiente, y posiblemente nadie lo haga, ni en la ONU ni en Europa.
Pero lo peor es que en medio, la diáspora de empresas catalanas ya ha empezado. Sabadell (MC:SABE) no dudó en hacerlo el jueves, luego de ver que su acción se despeñó entre lunes y miércoles un 10%. Gracias a su anuncio, la acción rebotó con fuerza el jueves. También lo ha hecho CaixaBank (MC:CABK), Gas Natural (MC:GAS) y Freixenet. Y ahí más: Service Point, Dogi (MC:DGI), Mediolanum (MI:BMED), Arquia Banca, o la de biotecnología Oryzon (MC:ORY), cuya acción se ha disparado en bolsa.
Las cosas se están poniendo feas para el independentismo, que ya duda. Tanto que el ex-presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha afirmado ahora, para el diario Financial Times, que Cataluña no está lista aún para la “independencia real”. Los llamamientos al diálogo llegan ahora de varios miembros del conservadurismo catalán que militan en el PDeCat, la antigua CiU (el partido que gobernó Cataluña desde la llegada de la democracia), y que forman parte de la coalición proindependentista Junts Pel Sí.