Habitualmente los analistas de los mercados de valores tienen una interpretación de porque los precios están siguiendo una determinada tendencia, atreviéndose inclusive a mencionar factores que eventualmente podrían cambiarla. Mientras tal relato se mantiene vigente, la lectura cotidiana de la prensa especializada se vuelve un tanto monótona, y dicha interpretación será repetida una y otra vez en reuniones con clientes, en entrevistas en los medios, y en los mensajes difundidos en las redes sociales. Tal interpretación es conocida coloquialmente como “la narrativa”.
En este momento nos encontramos en una situación donde dicha narrativa no existe. Fue destruida por la corrección del mercado accionario estadounidense sucedida a comienzos de este mes de febrero.
Para empezar, no existe un consenso del porque sucedió tal corrección. Un grupo mayoritario de formadores de opinión la atribuyen a cambio estructural como secuencia de la intención de los principales bancos centrales de los países desarrollados de retirar la abundante y barata liquidez que predominó en los últimos nueve años.
Para un segundo grupo, un tanto minoritario, una corrección tan intensa y en tan pocos días no es más que el reflejo de reacomodos de portafolios especulativos que apostaban a bajos niveles de fluctuaciones de precios como los vividos en el mercado accionario estadounidense durante el 2017. Al resurgir la volatilidad de los precios de los títulos financieros, quienes apostaron a la tranquilidad de los mercados, sufrieron súbitamente pérdidas importantes que tuvieron que cubrir, introduciendo con este proceder más ruido en el sistema.
Los que creen que estamos frente a cambios estructurales, sostiene que vamos a pasar por una larga temporada de fluctuaciones de precios, mientras los valores de los títulos financieros se reajustan para reflejar la reducción de la liquidez, y el desempeño de la economía mundial en los próximos años.
Estos “estructuralistas” se preocupan por identificar los ganadores y perdedores dentro de una economía mundial que seguramente está reinterpretando temas como la globalización, o el papel de los intermediarios en los canales de comercialización en la medida en que fenómenos como el de la disrupción que genera Amazon (NASDAQ:AMZN) pudieran seguir apareciendo.
Los “estructuralistas” ven con interés como los fondos de pensiones de los países desarrollados, y en particular China, serán grandes demandantes de títulos financieros para cubrir las necesidades de una clase media que cada vez cree menos en el apoyo de los gobiernos nacionales para financiar sus años dorados. Asimismo, se preocupan porque tal demanda de títulos no pueda ser satisfecha a plenitud, creando sobrevaloraciones de los precios de los títulos ya existentes.
Los que creen en “los reacomodos” piensan que el mercado alcista todavía tiene, al menos un par de años más de vida, pero que una corrección no termina hasta que los precios de soporte hayan sido tocados al menos un par de veces más. No están apurados en comprar acciones, pero saben que más temprano que tarde tendrán que volver a lanzarse al agua y pescar aquellos títulos que a su juicio se encarecieron en el 2017.
Los que creen en “los reacomodos”, apuestan a la buena salud de la economía mundial, al impacto positivo de la reducción de impuestos en EE.UU. y que Jerome Powell, se parece más a sus dos últimos predecesores de lo que muchos creerían. Apuestan a un S&P 500 a niveles de 3000 para finales de este año, y a subidas paulatinas de las tasas de interés en EE.UU., que serán bien digeridas por los mercados.
Los agnósticos pensamos que el mercado siempre se las ingenia para sorprendernos y echar a perder “la narrativa”. En este nuevo contexto, es recomendable como siempre, tener posiciones defensivas en efectivo, a la espera de oportunidades de compra que surgen cuando el mercado vuelve a tocar los niveles de soporte. Y mucha paciencia.