Visto en retrospectiva, el comportamiento del mercado accionario estadounidense en el año 2017 luce irrepetible. No solo nos referimos al incremento del 21,14% del S&P 500 (incluyendo dividendos), también al hecho de que el valor de dicho índice se mantuvo durante todo el año por encima del cierre del 2016, y que no presenta una caída de más del 5% desde febrero de 2016. En algún momento tendría que producirse una corrección y por supuesto la gran pregunta es si la veremos este año.
Si nos apoyásemos en las estadísticas, el mercado accionario alcista de mayor duración en la historia contemporánea de EE.UU., alcanzó los 113 meses (10/1990-03/2000), y este modestamente ya va por 105. Pero hoy el mundo es muy diferente, además de la inyección de liquidez provista por los bancos centrales de Inglaterra, Japón, EE.UU., y la Eurozona, tenemos un importante rol jugado por China como la segunda economía del mundo y una serie de transformaciones en los modelos de negocios de la economía globalizada que traen de cabeza a los inversionistas institucionales.
Como contra a las bajas tasas de interés se compraron acciones de empresas de flujos de caja relativamente estables y pagadoras de generosos dividendos como son la multinacionales de consumo masivo, lo que hizo que las mismas alcanzasen valoraciones que ya empiezan a lucir excesivas.
Ejemplo de ello, lo encontramos en compañías como Coca Cola (NYSE:KO) o Nestlé (SIX:NESN) que tienen problemas para mantener las tasas de crecimiento de sus ventas y beneficios, porque la promesa de estandarización que se suponen generaría la globalización de los mercados no se ha cumplido y seguramente no se cumplirá.
Sin embargo, en este caso lo que es malo para las multinacionales puede ser bueno para las empresas nacionales con cierto musculo financiero, que pueden atender el crecimiento de las clases medias de sus mercados locales; de allí que los inversionistas institucionales, y en general todo aquel que tenga un horizonte de inversión de largo plazo tiene que hacer, como dicen los españoles, sus deberes identificando vehículos de inversión para entrar en dichos mercados como son acciones individuales (en el menor de los casos), ETFs temáticos y fondos de capital cerrado (cuando se tiene dinero suficiente para ello).
Las apuestas en acciones de tecnológicas han dado más que excelentes resultados, pero en toda tendencia alcista los últimos no serán los primeros. Entrar a comprar dichas acciones en estos momentos es navegar con vientos en contra, pero muchos inversionistas institucionales no pueden ignorarlas porque no pueden prescindir de los retornos que pudieran generar si la tendencia continúa.
La criptoesotéria, aunque sexi y excesivamente publicitada, aún no tiene claros vehículos de inversión para el público de detal, pero es obligatorio seguirla por dos razones:
La primera de ellas, porque es una excelente vidriera de los excesos en que pueden incurrir los mercados financieros individuales, y sobre la posibilidad de que generen algún efecto contagio en otros mercados. Si el contagio se da, el pánico podría causar excelentes oportunidades de compra en los mercados más convencionales.
La segunda, porque la cripto tecnología es un área de infinitas posibilidades de crecimiento, y para identificar oportunidades de inversión hay que conocer ese ecosistema que recién se forma (proveedores, usuarios finales, servicios ofertados) etc.
La tan esperada corrección accionaria en EE.UU. se dará cuando los inversionistas concluyan que este juego ya se ha agotado, y este convencimiento podría no darse aún en el 2018.
El año 2018 es pues un año para arriesgar porque en un mercado alcista que envejece buena parte de las apuestas obvias ya están agotadas, y para conseguir retornos extraordinarios: hay que hacer los deberes.