La incertidumbre es máxima ante un presidente, Donald Trump, que es impredecible. Desdeñoso de la prensa, a la que considera su enemiga, se ha expresado hasta ahora a través de tuits. Sus pequeños textos son ocurrencias veleidosas, muchas veces agresivas y otras tantas contradictorias. Pero ha mantenido su eje de campaña, un tanto maniqueo, de malos y buenos. Los malos parecen ser muchos más: son los inmigrantes, los musulmanes, México, China y Obama; los buenos son ellos, la raza blanca, sobre todo estadounidense. Ahora bien, muestra un amor desmedido por Rusia y Putin.
Así llegó a la presidencia. Y así tiene que empezar a convertir las promesas vertidas en sus tuits en órdenes ejecutivas. En los próximos días se espera una vorágine de actividad: hoy, el fin de semana y los primeros días de la semana que viene. La secuencia concreta es difícil de saber. Hoy mismo se prevé que empiece a moverse en tres frentes: migración, lo cual incluye el muro con México, el desmantelamiento de algunas políticas de Obama y la lucha contra el Estado Islámico.
En el tema de inmigración, Trump ha dejado caer tres ideas: uno, deportar a todos los inmigrantes ilegales, si bien luego matizó y lo limitó a todos aquellos con antecedentes penales; dos, detener la inmigración de refugiados, sobre todo de países musulmanes como Irak y Siria. Y tres, construir un muro con México (con la promesa de que será pagada por los vecinos del sur) y fortalecer la seguridad.
Respecto a las políticas de Obama, promete tumbar tanto el llamado “Obamacare”, el programa de salud que pretendía otorgar una cobertura de salud universal a todos los estadounidenses. En ese sentido, el Congreso, de mayoría republicana en ambas cámaras, ha empezado a moverse, y Trump podría firmar órdenes ejecutivas para empezar a repelerla. Se estima que 32 millones de ciudadanos podrían perder el seguro de salud en los próximos diez si el Obamacare es revocado y no es reemplazado por otra ley. Trump, sin embargo, ha prometido cobertura universal bajo su plan de salud y que forzará a las farmacéuticas a negociar con el gobierno el precio de los medicamentos para los dos grandes programas de salud pública: el Medicare y el Medicaid.
Otra política de Obama que está en la mira es la Ley Dodd-Frank de reforma de Wall Street, toda esa estructura regulatoria que Obama levantó tras la Gran Recesión para controlar los desmanes de la banca, mejorar la supervisión y fortalecer al sistema financiero. Trump también ha prometido tumbar dicha ley, y el sector financiero ha volado en la bolsa desde la victoria de Trump. Pero ayer, el nominado para el departamento del Tesoro, Steven Mnuchin, dijo en su audiencia para confirmar su cargo que no se hagan ilusiones, que no dará a Wall Street todo lo que quieren, y que apoya la controvertida regla de Volcker, la cual separa las actividades de la banca comercial y de inversión. La regla de Volcker es la nueva versión de la ley de Glass-Steagall que firmara Franklyn Delano Roosevelt después de la Gran Depresión. Por tanto, algo se conservará de ese espíritu de Glass-Steagall. Respecto a la ley Dodd-Frank, señaló que espera realizar cambios sobre ella, pero no desmantelarla de un día para otro.
También planea revertir las políticas de Obama referentes al cambio climático y al sector energético. Eso también ha espoleado a empresas petroleras o fabricantes de otras materias primas, como Alcoa (NYSE:AA). La administración de Trump planea construir el polémico oleoducto de Keystone XL que unirá la región de arenas bituminosas de Alberta en Canadá con Nebraska, desde donde se redistribuiría a Texas por rutas ya existentes. El plan se ha paralizado debido a los riesgos medioambientales que implica. A su vez, se prevé que levante las limitaciones para extraer petróleo y producir energía en territorio federal así como reducir los fondos estadounidenses para los programas contra el cambio climático de las Naciones Unidas.
En lo que se refiere a la lucha contra el Estados Islámico, Trump promete ser mucho más agresivo y enviar más tropas estadounidenses para entrar en combate directo en la región, una estrategia mucho más arriesgada que la seguida por Obama, quien siempre rechazó desplegar más tropas en la región. La intención de Trump es acabar con la resistencia del Estado Islámico cuanto antes, un grupo terrorista islámico que por otro lado se ha debilitado en los últimos meses.
En la política exterior, hay varios frentes más. Está por verse si accede a las demandas de Rusia: Putin pide que se levanten las sanciones impuestas tras la adhesión de Crimea, que Estados Unidos reconozca a dicha península como parte del territorio ruso, que combata al Estado Islámico sin derrocar a su socio, Basar-al Assad, y que le deje manga ancha en su territorio de influencia. A su vez, queda por ver qué papel otorga a la OTAN, una organización que ha calificado de obsoleta.
Contra China, finalmente, ha mostrado una fuerte beligerancia: en primer lugar, porque está violando la política imperante de “una China” luego de hablar telefónicamente con la presidenta de Taiwan, país que parece querer emplear como moneda de cambio en futuras negociaciones comerciales y políticas, al tiempo que pretende bloquear su política en el mar del Sur de China. Por otro lado, porque también la acusa de robar empleos a Estados Unidos y pretende calificar a China como manipulador de la divisa.
Para concluir, Trump ha dicho también que desde el primer día pretende revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Su nominado para el departamento de Comercio, Wilbur Ross, también lo ha señalado como su prioridad. Además, su intención es retirarse del Acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP). China ya ha mostrado su disposición, en caso de que lo abandone Estados Unidos, de entrar al TPP.