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Mirando el ombligo propio: 'Fútbol para todos' y el equilibrio de Nash

Publicado 01.06.2015, 10:27 a.m

En la nota anterior intenté ser lo suficientemente explícito para describir mi admiración por lo que considero la idea más brillante que estudié en mis años de doctorado: “El Equilibrio de Nash” pero siento que me quedé corto, mi admiración por John Nash trasciende el contenido de una nota y necesitaba hacer catarsis una vez más en honor al él. Y, como podrán apreciar en este artículo, Nash está en todos lados por una sencilla razón: somos todos egoístas, primero miramos el ombligo propio y si acaso luego miramos al resto, y por ser así terminamos probablemente peor de lo que podríamos. Esta frase así de simple resume la idea Nobel de John Nash.

Si bien para un no entendido en economía, intentar comprender a Nash en estos pocos párrafos resulta virtualmente imposible uno podría decir que Nash abrió la puerta a una lista interminable de literatura que siguió y complementó su línea de razonamiento. El Equilibrio de Nash reconoce el lado egoísta del ser humano y cómo, por sólo pensar en nosotros mismos podemos incluso terminar en equilibrios que terminan siendo negativos a nuestro propio interés (ejemplo clásico: el dilema del prisionero).

La razón es sencilla: si no hay coordinación entre un grupo de egoístas que sólo miran su propio ombligo, todos pueden terminar mucho peor a que si hubiesen intentado coordinar sus acciones. Las descoordinación y el egoísmo generan un cóctel formidablemente ineficiente a nivel social y hace a la esencia de la literatura relacionada a John Nash.

Lo “mezquino” del ser humano y su incapacidad de coordinar constituyen una idea fulminantemente brillante que en infinitas ocasiones impide que se pueda llegar a un óptimo paretiano, concepto muy usual para los economistas y que significa óptimo social o sea lo mejor posible para todos y cuando digo “para todos” precisamente no me refiero a “Fútbol para todos”.

Hay infinitas aplicaciones referidas al concepto del equilibrio de Nash y cómo el egoísmo al intentar conseguir un equilibrio genera resultados desagradables a nivel social. Este me recuerda a los políticos que mucho hablan del bien común pero rara vez se esfuerzan por conseguirlo y lo estoy diciendo precisamente en un año electoral para Argentina o sea, 2015 es un año para prometer y seducir al electorado, cuidado porque se viene un tsunami de estrategias Nash de los honorables señores presidenciables. Es más, el sólo hecho de no debatir en sí misma es ya una estrategia de Nash.

Una rama entera de la economía denominada “political economy” precisamente plantea el rol de un gobernante como maximizando su propio interés que generalmente lejos está de correlacionarse con las necesidades de quienes lo votaron y como dicha desalineación entre “los objetivos del político” y “el interés de su gente”, explican resultados totalmente opuestos al bien común. Claramente en este caso se supone al político jugándole Nash a la sociedad a la que en teoría debería cuidar y sus objetivos de maximización de votos y perpetuidad en el poder por ejemplo, no necesariamente se condicen con las necesidades de su electorado. Invertir en educación generalmente no le paga al político de turno dado que los resultados son a muy larguísimo plazo; sin embargo, invertir en “fútbol para todos” tiene resultados políticamente inmediatos pero: ¿qué le conviene más a una sociedad: que todos veamos fútbol gratis o que todos podamos por ejemplo ser capaces de entenderlo a John Nash y todo lo que eso implica a nivel intelectual?

Hay varias preguntas bastante obvias que insinúan una clara falta de correlación entre el político de turno y su sociedad como por ejemplo: en gobiernos populistas es común observar que terminan su ciclo con más pobres de los que había al inicio, circunstancia que me deja pensado en qué tan alineados están los objetivos de quienes “venden al populismo como concepto de bienestar social” y quienes en última instancia terminan padeciéndolo y paradójicamente votándolo casi en forma permanente quizá atrapados en un ciclo vicioso del que no pueden salir. La forma más extrema de someter a un ser humano es debilitarle el intelecto. Como pueden ver, Nash está en todos lados porque simplemente reconoce el ADN egoísta del ser humano, político o no, el mundo está asfixiado de mezquinos y tramposos vestidos de Robin Hood y que por ahí hasta son capaces de ir a la iglesia y dar una limosna en la noche del 24.

Uno puede pasarse la vida entera encontrando aplicaciones de Nash a un mundo habitado por seres humanos que en esencia son egoístas, con alguna que otra excepción que seguramente la habrá, me atrevo a decir que la esencia del ser humano, nuestro propio ADN está altamente contaminado por una enorme dosis de egocentrismo que altera todo tipo de interacción social. Precisamente fue aquí en donde radicó la brillantez del pensamiento de Nash. En mi caso particular lamento decir que sólo creo haber conocido a una persona altruista y no es que quiera ofender a nadie: la madre Teresa de Calcuta. Seguramente habrá algunos más en este planeta, pero la gran mayoría de humanos sólo cuida y sólo mira a su propio ombligo deteriorando el equilibrio social, tal como Nash y todos los que le siguieron modelaron elocuentemente.

Y para culminar, la teoría de contratos intenta estudiar bajo qué tipo de marco legal deberían instrumentarse las instituciones para que, a pesar de enfrentarnos a una sociedad llena de humanos deshonestos, mezquinos y poco confiables, el sistema legal lleve a optimizar en el máximo social. O sea, lo exógeno es el “lo deshonesto” del ser humano, y lo endógeno es el marco legal que intenta promover altruismo dado el egoísmo. ¡Brillante! De esta forma, encontrar un sistema de contratos que, a pesar de chocar con un humano egoísta, logre generar en él decisiones altruistas en contra de su esencia y sin que lo moleste. La esencia del ser humano es el egoísmo, su ADN está impregnado de equilibrio de Nash y los dejo con esta pregunta: ¿conocen a alguien cercano a ustedes que no juegue Nash hasta de forma inconsciente?

Yo mimo haciendo uso de mi egoísmo personal pienso inspirarme en muchos cafés irlandeses más sin compartir ni uno sólo, son todos míos. Pero eso sí, intentaré que este egoísmo intrínseco no termine siendo un equilibrio de Nash. ¿Será este café irlandés un shock browniano o poisson, positivo o negativo, permanente o temporario, Nash o cooperativo? Probablemente, el tiempo dirá y como decía Albert Einstein: no hay incertidumbre sin tiempo, ¡guau!, ¿que concepto éste no? ¡Salud y hasta la próxima!

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