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¿Qué explica el rally del peso con Trump Presidente?

Publicado 30.01.2017, 03:51 p.m
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El peso mexicano ha tenido tres vidas con Donald Trump: una primera como candidato; una segunda como presidente electo después de ganar las elecciones del 8 de noviembre; y una tercera ya como inquilino de la Casa Blanca, una vez que juró el cargo el pasado 20 de enero como el presidente número 45 de Estados Unidos.

Durante esa primera vida, el peso mexicano fue el “Trumpómetro”, la variable financiera que mejor reflejó las oscilaciones de las encuestas a la presidencia de Estados Unidos en una relación inversa: cada vez que Trump repuntaba en las encuestas, el peso se depreciaba; y cuando Trump se debilitaba, el peso se fortalecía. La esperada victoria de Hillary Clinton hizo, sin embargo, que si bien el peso fue la divisa más golpeada durante la candidatura de Trump, su caída estuviera bastante contenida.

Lo peor llegó con la victoria de Trump en las elecciones presidenciales. Fue como si la peor pesadilla se hiciera realidad. El candidato que despotricaba contra los mexicanos, a quienes calificaba de “violadores y criminales”, que amenazaba con deportar a todos aquellos que estuvieran indocumentados, que advertía con construir un muro en la frontera sur que pagarían los mexicanos, y que revisaría o, directamente, finiquitaría el Tratado de Libre Comercio (Nafta por sus siglas en inglés) sería quien regiría los destinos de Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Al día siguiente, el peso se desplomaba un 7.7%. Y continuó haciéndose añicos conforme, en manera de tuits, el presidente electo desafiaba a las grandes firmas automotrices, no sólo estadounidenses (Ford (NYSE:F), GM y Fiat Chrysler (MI:FCHA)) sino también de otras latitudes, con imponerles un impuesto del 35% en caso de instalarse en México para exportar a Estados Unidos; e insistía en levantar un muro que pagaría su vecino del sur. Con Trump como presidente electo, el peso lloró como una Magdalena.

Pero lo más sorprendente es que, fue llegar Trump a la presidencia, fue empezar a anunciar sus políticas en el más inimaginable tono de agresividad y populachería, fue empezar a decirnos que iba en serio para que el peso, inesperadamente, se empezara a carcajear del presidente Trump. Y eso que le han llovido golpes. El optimismo inicial respecto a la delegación mexicana, encabezada por el canciller mexicano, Luis Videgaray, y el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, para negociar los temas de comercio, migración y seguridad con altos funcionarios estadounidenses, entre ellos el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, hizo aguas. El intercambio de golpes tuiteros entre los dos ejecutivos (habrá muro con México y ellos lo pagarán; México no pagará y no sé si iré a la reunión de Trump; si México no quiere pagar que ni venga; ahora no voy; pues no vengas, pero pagarás el muro con un impuesto del 20% sobre las importaciones estadounidenses provenientes de México) concluyó el viernes con una plática telefónica de más de una hora entre Trump y Peña Nieto en el que sellaron un pacto de silencio sobre el muro y en el que Trump, en una conferencia de prensa posterior, declaró “su amor a los mexicanos”.

Pues de todo eso, que significó la crisis diplomática entre México y Estados Unidos más sonada desde la invasión de Columbus por Pancho Villa, el peso mexicano se ha tronchado de la risa. No sólo no se fue a 23, 25 o 30 pesos, sino que se ha apreciado con fuerza contra el dólar. Y la razón es que, probablemente, el peso ya ha descontado lo peor.

Ni siquiera le asustó la propuesta de un impuesto del 20%. Hasta pareciera que lo recibió con alivio: un 20% es menos del 35% del que se hablaba. Y a decir verdad, pareciera que el peso ya lo tenía incorporado. En efecto: si el arancel, de ese 35% originalmente, encarece la exportación mexicana en un 35%, para contrarrestar ese impacto el peso tendría que depreciarse un 35%. De este modo, en dólares, el precio de un bien mexicano exportado a Estados Unidos, sea un auto, un televisor o una computadora, no tendría que cambiar mucho.

Por eso el peso mexicano reaccionó con tanta virulencia a la victoria de Trump: la única manera de compensar su arancel era haciendo la mercancía mexicana más competitiva abaratando su precio en dólares. ¿En cuánto? Pues desde el triunfo de Trump en noviembre, el peso se había deprimido, hasta el día de su toma de posesión, un 17% contra el dólar. Pero si lo tomamos dese principios de 2016 es de más de un 20%. Y si nos remontamos hasta mediados de 2014, cuando inició la debacle del peso tal y como comentamos en estas páginas, en torno a un 40%, más del arancel del 35% que planeaba Trump. En consecuencia, el peso ya había ido incorporando en su cotización el arancel de Trump. De este modo, el saber que podría ser de 20% y no de 35%, esto es, 15 puntos porcentuales menos, no le sentó nada mal. El peso posiblemente había descontado ya un escenario peor, de 35%.

Así que todo el drama del peso durante la candidatura de Trump y, sobre todo, tras la elección presidencial, se ha convertido en una risotada una vez que llegó a la presidencia, pese a sus bravuconadas. La moneda mexicana ahora lo ha desafiado y, desde que Trump entró a la Casa Blanca, se ha robustecido más de un 5.0%. Frente al encantador peso, el resto de divisas empalidecen a su lado: le sigue el real brasileño, con un ganancia del 1.9%, y la libra esterlina, con un 1.7%. Además, las apuestas en contra el peso se redujeron por primera vez en lo que llevamos de año.

Si todo se quedara en eso, el descalabro no tendría que ser mayor a lo ya vivido, lo que explicaría el buen humor del peso: el arancel es menor a lo esperado y el peso ya lo ha incorporado. Las automotrices, pese al impuesto, podrían encontrar aún competitivo fabricar autos tipo sedán en México, que son aquellos con menores márgenes de beneficios, o autopartes, un sector más intensivo en trabajo. Además, y eso es importante, Trump ya no ha dicho nada sobre obstaculizar o gravar las remesas familiares, las cuales representan en torno a 25,000 millones de dólares (mdd) al año. Y si no ataca más a la industria estadounidense que planea construir una planta en México advirtiéndoles que les incrementará más los impuestos para inhibir esa potencial inversión, las empresas estadounidense todavía podrían encontrar atractivo instalarse en México, más con la reciente depreciación del peso que ha abaratado la mano de obra y la inversión inicial en tierra y construcción.

Aun así, el acuerdo que baraja la administración estadounidense no es bueno: un impuesto de ese tipo vulnera el principio que ya ha señalado Videgaray de que un arancel elevado carece de sentido en un tratado de libre comercio, por lo que significaría la salida de México de él. Pero además, Trump puede cortar la risa del peso en un santiamén: un tuit sobre las remesas o amenazando con castigar a más empresas estadounidenses que planeen instalarse en México, podría provocar nuevas convulsiones en el peso. En la diplomacia degradada de Trump no hay compromisos, sino ganadores y perdedores. Quizás al día de hoy, y con lo que sabemos hoy, lo peor ya está descontado. Pero Trump es tramposo, de poco fiar y pasa del odio al amor, y al revés, con facilidad. Lo peor quizás aún no lo sepamos.

Tres vidas ha llevado el peso con el personaje Trump: una de nerviosismo con Trump de candidato. Eran los días de “Trumpómetro”; otra con Trump de presidente electo. Fueron los días del pánico; y una tercera con Trump de presidente. Ésta aún es corta, de apenas una semana. Pero en ese tiempo, el peso, inesperadamente, ha recuperado la sonrisa y se ha fortalecido más de un 5.0%.

3 Vidas del peso bajo Trump

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