Por Geoffrey Smith
Investing.com - Puede que las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos no hayan aportado a los mercados financieros todo lo que esperaban, pero parecen haber traído un bien indudable a largo plazo.
El rechazo a los protegidos y apoderados de Donald Trump parece ir a romper el hechizo lanzado al Partido Republicano por un hombre cuyas imprudentes políticas fiscales y comerciales ya habían puesto a la economía en una trayectoria insostenible incluso antes de la pandemia.
Si —como parece probable— el próximo candidato presidencial republicano es Ron DeSantis (reelegido gobernador de Florida) o un conservador de ideas afines, el partido podrá ofrecer una alternativa convincente a las prioridades fiscales y de gasto de los demócratas en 2024, sin los costes asociados del populismo errático y las guerras comerciales autodestructivas.
Eso puede parecer un juicio duro sobre un periodo que muchos recuerdan como de rápido crecimiento y caída del desempleo. Sin embargo, la verdad es que el auge de Trump fue una subida de azúcar fundada en una ampliación masiva del déficit fiscal que ni siquiera intentó pagarse: entre 2016 y 2019, el último año antes de la pandemia, el déficit había pasado de 590.000 millones de dólares a 980.000 millones.
El Covid-19 tapó esa verdad elemental. En 2020, hizo agujeros en el presupuesto (además de arruinar cualquier posibilidad de que China cumpliera sus compromisos con el famoso acuerdo comercial "Stage 1"), pero en 2019, el último año antes de la pandemia, la Oficina de Presupuesto del Congreso estimó que los recortes de impuestos de Trump añadirían 1,9 billones de dólares al déficit nacional en 10 años, incluso tras tener en cuenta los efectos del crecimiento.
Cualquier reactivación de esa política hoy probablemente tendría consecuencias catastróficas, en un nuevo mundo feliz en el que la inflación está vivita y coleando, y donde los observadores del mercado de bonos asestan crueles palizas a los líderes —como la malograda británica Liz Truss— que tratan de ignorarla. Trump podría amedrentar al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, para que flexibilice la política monetaria en 2019, cuando el crecimiento y la inflación se estaban ralentizando, pero las reacciones del mercado a la intimidación de un banco central independiente serían muy diferentes hoy.
Pero el presupuesto es solo una de las áreas —aunque enorme— en la que Trump podría hacer daño a largo plazo a los mercados estadounidenses.
Su inflexible negación de las realidades del cambio climático socava los argumentos válidos sobre los riesgos a corto plazo para la seguridad energética. Su incapacidad para llevar a cabo una reforma sanitaria significativa garantizó que millones de estadounidenses siguieran teniendo peor acceso a la sanidad que sus homólogos de otros países desarrollados, con unos costes incuantificables pero innegablemente enormes para la economía estadounidense basada en los servicios.
Su indecorosa cercanía con el ruso Vladimir Putin, por su parte, podría crear con demasiada facilidad una situación en la que el chantaje nuclear de Rusia se viera recompensado, sentando un precedente que podría tener fatídicas consecuencias en el estrecho de Taiwán o en la península de Corea, con todo lo que ello implica para Estados Unidos y la economía mundial.
Y lo que es más importante, un regreso de Trump y del trumpismo sería una vuelta a unos Estados Unidos en los que el propio Estado de Derecho estaría en seria duda, dados los flagrantes esfuerzos del expresidente por anular los resultados electorales legítimos de 2020.
La mayoría de los inversores estadounidenses no invierten en mercados emergentes. Los que sí lo hacen entienden que los mercados imponen costes significativos a las economías en las que los políticos desencadenan turbas para detener la transferencia fluida de poder. El riesgo por países existe tanto para Estados Unidos como para Argentina o Zimbabue, con la única diferencia de que bastaría un pequeño aumento de dicho riesgo de Estados Unidos para elevar notablemente el coste del capital para la economía mundial.
Nada de esto quiere decir que el resultado de las elecciones de medio mandato sea perfecto —-ni siquiera óptimo— para los mercados estadounidenses o mundiales.
Pero con Trump bloqueado y el control de la Cámara de Representantes pasando de nuevo a los republicanos, hay alguna probabilidad —aunque sea escasa— de que el bipartidismo vuelva a ganar tracción en Washington. Aunque el riesgo más inmediato sea el de dos años de deriva y parálisis.
Es poco probable que sea bonito, pero tampoco es el peor escenario imaginable.
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