Las fuertes compras de por parte de los bancos centrales del mundo –excepto el Banco de México (Banxico)– no son ya noticia nueva, pero sí lo es que esa carrera se asemeja a la ocurrida a finales de los años sesenta.
Con esa opinión coincide la revista The Economist, que ve una semejanza con lo sucedido en 1968, cuando el London Bullion Market (el mercado de metales preciosos más grande del mundo, el de Londres) cerró durante dos semanas porque se había quedado sin oro.
Esto se debió a una carrera de cinco meses de salidas del metal áureo de Estados Unidos por parte de los bancos centrales europeos, una crisis que marcó el principio del fin del acuerdo de Bretton Woods, que desde 1944 había mantenido al dólar vinculado al oro a una tasa fija de 35 dólares la onza.
Con el cierre de ese ciclo se dio paso de facto a un inflacionario “patrón dólar” que condena a todas las divisas a tener reservas en dólares y a la devaluación del dinero fíat frente al dinero real: el oro. No por nada, 50 años después una onza de oro vale casi 2 mil dólares.
Pues bien, la historia se repite. Ahora los bancos centrales de nuevo están comprando oro masivamente. Tan solo en el tercer trimestre de 2022 adquirieron 400 toneladas adicionales para sus reservas oficiales, llevando el total de enero a septiembre a 670 toneladas, un ritmo no visto desde aquella debacle del London Bullion Market.
En esta gráfica cortesía de The Economist se observa el acaparamiento de las compras de oro. Para algo grande se preparan las autoridades monetarias más importantes del planeta, y todos deberían estar haciendo lo mismo.
El oro está recuperando brillo y atractivo –incluso entre quienes por lo general lo desdeñan– a causa de la volatilidad y alta inflación. El rey de los metales es una reserva de valor y activo refugio, y al no estar vinculado a ninguna economía individual, ofrece protección contra la agitación política y financiera, y la inflación.
De ahí que los banqueros centrales están comprando oro a manos llenas a lo que consideran (correctamente) precios de ganga.
Como en el pasado, opina además The Economist, comprar oro es también una forma de deshacerse de algunos activos en dólares por parte de los mercados emergentes.
Estos necesitan de billetes verdes para pagar sus importaciones y deudas externas, pero sus reservas están compuestas principalmente por bonos del Tesoro estadounidense, que por el alza de tasas de interés están viendo desplomar sus valores en el mercado secundario. Para compensar estas pérdidas, los banqueros centrales buscan dólares líquidos en efectivo y oro. Y hacen bien.
Y es que no hay que olvidar que a fin de controlar la inflación, la Reserva Federal (Fed) estadounidense ha elevado las tasas de interés y comenzado a retirar liquidez de la circulación, lo que agrava la escasez de dólares y genera problemas de liquidez.
Desde luego, hay además otros motivos menos convencionales por los cuales los bancos centrales “no alineados” acumulan mucho oro, pues proporciona una forma de eludir las sanciones occidentales, como las que le están aplicando a Rusia, cuyas reservas han sido congeladas desde marzo y la mayoría de sus bancos han sido desconectados del sistema de pagos internacionales basado en dólares.
Para los países que hacen más negocios con Rusia, desde Turquía hasta Turkmenistán, el oro ofrece un medio de intercambio alternativo, y este grupo de mercados emergentes ha estado entre los mayores compradores del metal precioso.
El banco central de Rusia ya no informa cuánto oro mantiene en sus arcas, lo que hace que los intercambios sean imposibles de rastrear. Y aunque mover el metal físico entraña una logística difícil, mantiene las transacciones bajo el radar de Occidente, lo que es útil para aliados como Qatar o Turquía.
Un consuelo para el dólar, según The Economist, es que ninguna otra moneda está ganando terreno y que los bancos centrales pueden tener fiebre del oro, pero en el horizonte no se ve un cambio de régimen.
En el caso de México, por desgracia, las reservas de oro del Banxico se han estancado durante los últimos 10 años, pues desde 2012 solo cuenta con 3.86 millones de onzas troy de oro fino (unas 120 toneladas), que ni siquiera se encuentran en territorio nacional, sino en Londres, Inglaterra, como en su momento informamos en exclusiva en este espacio.
Parece que alguien está muy a gusto y confiado con el inflado “súper peso” en el Banxico y en Palacio Nacional, pero en unos años estarán llorando la falta de previsión que tuvieron al no comprar oro barato cuando podían.