La incertidumbre reina en el mundo. El trimestre final de 2023 añade un nuevo conflicto global a la ya extensa lista de tensiones internacionales en curso: una guerra en Medio Oriente desencadenada por un ataque terrorista de Hamas en Israel que amenaza con escalar.
En tiempos turbulentos como éste es indispensable el análisis de los más probables escenarios geopolíticos y sus implicaciones económicas, para anticiparnos a las posibles consecuencias.
Como dicta la historia, los más previsibles efectos económicos de las guerras son: mayores déficits fiscales (gasto público), alta inflación, subida en los precios de las materias primas, caída de los mercados accionarios y una violenta volatilidad de los mercados de divisas.
Entre las múltiples fuentes que consultamos para este espacio, llama la atención un boletín reciente de la unidad de investigación del banco holandés Rabobank, que concluye –sin sorpresas– que esta guerra tendrá justamente efectos importantes en las políticas fiscal, monetaria e industrial, así como en los mercados financieros de todo el planeta. En su análisis expone los posibles escenarios y su impacto en áreas clave de la economía mundial, que aquí revisamos:
Impacto económico contenido si el conflicto sólo es entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza
Aunque Israel y la Franja de Gaza son los protagonistas del conflicto, no son actores significativos en los mercados energéticos, que experimentarían un ajuste moderado si la guerra se mantiene contenida.
En 2022, Israel exportó el 6 por ciento del potasio mundial y el 8 por ciento de los fertilizantes de fosfato, y aunque es difícil prever cómo se verán afectados estos volúmenes por la lucha armada, la agricultura global resentiría un impacto ligeramente negativo.
Si la guerra se expande a Siria, Jordania y Egipto
El canal de Suez (en Egipto) es un punto crítico, ya que por ahí pasa el 15 por ciento del comercio global, y en parelelo está el oleoducto Suez-Mediterráneo (Sumed, propiedad de una joint venture agipcia, emiratí, saudí, kuwaití y catarí), por el que corre el 4.5 por ciento del petróleo mundial. Así que cualquier interrupción de sus operaciones podría generar significativos problemas logísticos.
Pero a pesar de una volatilidad inicial, Rabobank esperaría que los precios del petróleo se mantuvieran asimétricamente positivos mientras Sumed o el canal estén inoperables o reducidos en capacidad.
La posibilidad de bloqueos comerciales en el canal, aunque manejables, sí podrían resultar costosos para el intercambio de alimentos y productos agrícolas, pues es esencial para el suministro de cereales a países de Medio Oriente y el norte de África desde la Unión Europea, Ucrania o Rusia.
El comercio de alimentos básicos se reanudaría rápidamente, pero con posibles cambios en los orígenes de los productos.
Si la guerra se extiende hasta el Golfo Pérsico (Irán y Arabia Saudita)
Irán, en este escenario, es un actor central, ya que produce 3 millones de barriles diarios de crudo, de los cuales exporta casi la mitad a China. Además, ha reclamado el dominio sobre el estrecho de Ormuz, un punto crítico para el mercado energético global, porque por ahí transita el 17 por ciento del petróleo mundial y el gas natural licuado (GNL) catarí.
Rabobank esperaría que los precios del crudo se mantuvieran por encima de los 100 dólares el barril si Estados Unidos impone sanciones sólidas sobre el petróleo iraní, sin permitir ventas a China.
El senador estadounidense Lindsey Graham ha sugerido bombardear la infraestructura petrolera iraní, lo que podría tener un alto costo para la Marina estadounidense, ya que Irán tiene capacidad para atacar sus embarcaciones. Si sucediera, cambiaría el curso de los mercados mundiales de crudo una década, con el Brent arriba de 150 dólares el barril.
Israel y Arabia Saudita también cuentan con medios para atacar a Irán, y cualquier enfrentamiento acarrearía sensibles consecuencias a los mercados energéticos globales.
El panorama se tornaría aún más complejo para los alimentos, pues la región del Medio Oriente y el norte de África es un importante exportador mundial de fertilizantes (con alrededor del 30 por ciento del total), un relevante importador de cereales (casi una cuarta parte del total mundial) y clave en el comercio de ganado vivo y productos lácteos (con Israel como uno de los principales compradores del orbe).
Aunque duro, este escenario parece –hasta hoy– el más probable, sobre todo si Irán cumple sus amenazas contra Israel en caso de continuar su ofensiva en tierra contra la Franja de Gaza.
El renombrado gestor de fondos de cobertura Paul Tudor Jones asegura que el bitcoin y el oro están adquiriendo una atractiva relevancia como refugios seguros para la preservación de la riqueza en estos tiempos turbulentos.
De hecho, el oro tiene una historia milenaria como dinero real y refugio de valor, lo que hace que las declaraciones de Jones en realidad no tengan nada de extraordinario, pero sí la novedad de que el bitcoin vuelva a funcionar como una especie de “depósito de liquidez”.
En entrevista con CNBC, Tudor Jones dijo que "le encantaría tener oro y bitcoins juntos" en su cartera como protección contra la incertidumbre geopolítica. En términos relativos, ambos activos han demostrado ser un verdadero refugio en épocas de recesión, una que –sugiere– podría estar ya en el horizonte. Vaya que sí.
Jones comparte algunas señales del mercado, como la inversión cada vez más pronunciada de la curva de rendimientos de los bonos del Tesoro de EU, la orientación de la prima de plazo hacia bonos a largo plazo y un declive previo del mercado de valores, que históricamente ha precedido a las recesiones. Todo esto ya está sucediendo.
Alrededor de 40,000 millones de dólares podrían fluir hacia el mercado del oro antes de que se concrete una recesión, estima el multimillonario gestor de fondos, lo que respalda su optimismo tanto en el bitcoin como en el metal precioso.
El oro –y ahora también el bitcoin– han probado ser “activos de guerra”, por lo que no es extraño que durante la última semana ambos hayan presentado alzas de consideración, pero sin dejar de mantenerse en una franja de oportunidad de compra.
En este sentido, los inversores que generan ingresos o cuentan con capital en pesos mexicanos son de los más favorecidos del mundo: gracias a la relativa sobrevaluación de nuestra moneda frente al dólar estadounidense, los precios del oro y el bitcoin se mantienen en niveles de “ganga”, y nadie que aprecie su cartera de inversión debería dejarlos fuera de ella.