Es indiscutible que la cumbre del G-20 marcó un hito para la Argentina y para la Ciudad de Buenos Aires. Pero eso no debe hacer que perdamos de vista algo preocupante: el dólar volvió a despertar. ¿Por qué pasó esto?
Todas las colocaciones en pesos que se realizan, sean plazos fijos, Leliqs, Lecaps, se realizan mirando de reojo lo que haga el dólar. ¿Por qué? Porque nadie mide la riqueza en pesos porque la inflación hace que su valor se derrita a lo largo del tiempo. Quienes tienen capacidad de ahorro en la Argentina, hace tiempo que eligieron al dólar como unidad de cuenta y es en esa moneda que miden su poder adquisitivo.
El 2018 ha sido un año de gran licuación para todos los que tenían sus ahorros en pesos. Con una inflación que llegará a la zona del 50% y un dólar que se duplicó en valor respecto del año pasado, tener pesos resultó un pésimo negocio. La pregunta pasa a ser: ¿seguirá siendo un mal negocio o convendrá ahora apostar por el peso?
Desde el Banco Central buscan generar esa demanda de pesos de un modo que podríamos definir como artificial: pagando una altísima tasa de interés por quedarse en pesos. Lo que vimos la semana pasada puede haber sido el comienzo de un desencanto que era esperado en algún momento.
Una imagen vale más que mil palabras: el dólar tuvo un salto de importante relevancia al comienzo de la semana.
El dólar mayorista pasó en tres días de $36 a $39 como un fogonazo. Luego se aplacó hacia el fin de la semana. Pero esto puede ser el presagio de un camino la parte superior de la banda de flotación que el mismo Banco Central ha delineado.
¿Podremos ir en camino hacia la parte superior de la banda? Podría darse. La motivación puede venir por la conversión de pesos a dólares luego de un breve impasse donde esos pesos fueron devengando tasa.