Al cierre del primer trimestre del 2018, el déficit fiscal alcanzó el 1,5% del PIB, dato ligeramente superior al promedio de los últimos 6 años (1,4% del PIB). El resultado se explica principalmente por la presión del gasto en intereses que responde al nivel de deuda (48,1% del PIB al cierre del primer trimestre). Además, es importante destacar el comportamiento de los ingresos tributarios, los cuales reportan una caída interanual de 1,3%.
En ese sentido, en informes anteriores (Informe de Perspectivas 2018) hemos sostenido que el resultado del balance fiscal para el 2018 estará explicado por el desempeño de los ingresos tributarios y la presión del gasto intereses.
Con respecto a la caída de 1,3% de los ingresos tributarios, 0,6 puntos se explican por los impuestos selectivo al consumo y el de ventas. Ese deterioro se determina por el menor dinamismo en el sector comercial que está ligado a la desaceleración del consumo de los hogares. Reflejo de eso, es la merma en la industria de ventas de automóviles, al registrar en febrero un crecimiento de 2,7%, frente al 12,7% en 2016 y 17,0% en 2015.
Frente a los gastos, la dinámica del gasto de los intereses se comporta acorde a un nivel deuda que comienza a tornarse insostenible. Al cierre del primer trimestre, ese componente representaba 0,9% del PIB, dato superior al promedio de los últimos 6 años (0,7% del PIB), y de acuerdo con nuestras proyecciones este cerrará en 2018 en el rango de 3,5%-3,7% del PIB.
Ante ese escenario, el ajuste fiscal se vuelve más necesario. En Aldesa estimamos el ajuste fiscal requerido para estabilizar la deuda es de 3,8% del PIB. Esto lo que quiere decir es que, de no hacer una reforma fiscal de esa magnitud, la deuda seguirá creciendo. En esa línea, la nueva ministra de Hacienda, Rocío Aguilar, manifestó la preocupación y la urgencia de aprobar la reforma fiscal y tomar medidas administrativas para controlar el gasto público. Ese mensaje combinado con la reputación como profesional, da una señal positiva al mercado.