Cada día más y más personas se interesan por la inversión en metales preciosos monetarios, oro y plata, por diversos motivos. El principal, desde luego, sigue siendo el de la protección de su poder adquisitivo en el tiempo, gracias a su valor.
Esto cobra relevancia en la actualidad, pues indicadores poco conocidos como la “base” y la “cobase” del oro (gold basis and co-basis), nos revelan hoy día un mensaje mucho más importante que el del simple precio.
Y es que si bien es cierto que éste se ha desplomado en los últimos meses, también lo es que la visión de que por esto la dupla de metales preciosos ha perdido “brillo”, es simplista.
La base y la cobase –que describen de diferente manera la relación entre el precio al contado del oro (spot) y el de sus contratos de futuros, lleva todo 2013 diciéndonos con su condición de “backwardation” o “retroceso”, que el mercado de oro físico, el de verdad, está muy estrecho y con muy elevada demanda. Entre más baratos, “brillan” más.
Esa backwardation ha alcanzado ya al contrato con vencimiento en diciembre, mientras que ha aumentado para el contrato de octubre.
Base y cobase son así, auténticos referentes de medición del valor del oro y la plata, como ya no lo es el precio.
De ahí que cada vez más y más personas, sobre todo en el continente asiático, estén aprovechando la oferta que les significa el adquirir joyas, monedas y lingotes de estos metales finos, a precio reducido.
Cumplen de este modo con una de las reglas fundamentales de la inversión en ellos: o los tienes materialmente, o no puedes asegurar que son de tu propiedad. Las promesas en papel, son solo eso y se pueden incumplir.
Esta norma de elemental sentido común, despierta algunas preguntas del público respecto a la “mejor” manera de invertir en este mercado.
Como en todos los tipos de activos, no existe una respuesta única.
La forma ideal de adquirir metales preciosos depende de los gustos, preferencias y grado de información que el inversor esté dispuesto a mantener.
Por ejemplo, aunque la compra de joyería por lo general es bastante más cara que su contenido de oro o plata, por el valor agregado que conllevan, lo cierto es que muchos preferirán esta forma de “inversión” por el mero deseo de lucirla, en vez de guardar una moneda o barra en una caja de seguridad.
El perfil de este inversor no exige mucha más información. Le basta con saber que en caso de necesidad, puede echar mano de sus joyas para salir de un apuro.
Lo que sí debe conocer toda persona interesada en los metales preciosos, es el contenido real de estos en los productos que adquiere. Esto es posible gracias a los quilates y a la “ley”.
En el oro, los 24 quilates (karat, en inglés) representan al metal puro, de tal suerte que un número menor de estos incorpora diferentes proporciones de él en una aleación.
El de 18 quilates, por tanto, contiene 75% de metal fino; el de 14, 58.33%; el de 10, solo 41.66%.
Pongamos el caso de un anillo de oro de 14 quilates que pesara 5 gramos en total. Gracias a las proporciones que comentamos, podemos saber que en realidad contiene solo 2.91 gr. del metal amarillo.
El oro es muy blando, por lo que se recurre a aleaciones con otros para endurecerlo, llegando a cambiar su apariencia original.
Por eso al oro que contiene un porcentaje de plata, platino o paladio se le conoce como “oro blanco”. Cuando tiene cobre su apariencia es rojiza, como el de la muy famosa moneda de inversión Krugerrand, de Sudáfrica.
En el caso de la plata, la “ley” más común es de .999 y .925, que se refieren también a diversas proporciones de metal fino por cada mil partes.
Por otro lado, debe aclararse que la unidad de medida más utilizada para pesar metales preciosos no es el gramo, sino la onza “troy”.
La onza “troy” es una unidad de masa que equivale a 31.1 gramos, y no debe ser confundida con la onza común de 28.3 gramos.
El precio spot que vemos en los mercados internacionales para el oro y la plata siempre se refiere –salvo que indique otra cosa, al precio por onza troy.
Muchas monedas de inversión que hay en el mercado contienen una onza troy de oro o plata pura, como las de la serie “Libertad” en México (ambas, Ley .999), o las American Eagles en los Estados Unidos.
Otras más como el conocido Centenario mexicano, tienen una Ley de 0.900. Dado que su peso total es de 41.667 gramos, su equivalencia en oro fino es de 37.5 gr. o 1.2 onzas troy.
Este tipo de monedas son una de las mejores opciones para la gran mayoría de inversionistas, pues a diferencia de las joyas, el costo adicional que se paga sobre el contenido de metal fino es bajo y son más o menos asequibles.
La mayoría de los países ponen monedas de similares características a disposición del público, pero suele recurrirse a las que poseen mejor reputación a nivel internacional.
Por último, para quien prefiere la compra de pequeñas barras o grandes lingotes de oro y plata, existe en el mercado diversas opciones que van desde 1 oz., 10 oz., 1 kilo hasta los viejos conocidos lingotes estándar de aproximadamente 400 onzas troy de oro, y de 1 mil oz. de plata.
En fin, opciones sobran. Sin embargo, lo más importante es que contemplemos que el mercado alcista mayor de los metales preciosos monetarios dista mucho de haber terminado.
Pese a los discursos en contrario, la economía global no está en mejores condiciones que al inicio de la crisis de 2008-2009, sino peor. La inyección de liquidez monetaria con que se ha mantenido a flote terminará por “ahogar” a quien, por ignorancia u omisión, no disponga de activos tangibles que le sirvan de salvavidas financieros.
El mensaje del oro, no debe ser ignorado.