Los precios de las materias primas, desde los metales hasta las comestibles, han estado cayendo durante los últimos días. Esta coyuntura, junto con la posibilidad de que la Reserva Federal suba tasas de interés, hace que los capitales salgan de todas las economías emergentes; y Latinoamérica no es la excepción. Asimismo, provoca una devaluación de las monedas, con respecto al dólar estadounidense. De hecho, de las monedas más transadas a nivel mundial, el más “golpeado” es el Real Brasileño, que perdió un 20% de su valor durante este año.
Otras monedas bajo presión son la mexicana, la colombiana y la chilena. Solo en julio las divisas de México y de Chile han caído un 3%, en relación con el dólar de Estados Unidos. Mientras que el peso colombiano perdió durante este mes un 9% de su valor, lo que representaría un movimiento de 47 colones en la moneda costarricense.
En algunos casos, los movimientos van más allá del comportamiento de las materias primas. Los inversionistas se mantienen nerviosos, debido a las débiles perspectivas de crecimiento, casos de corrupción, así como los efectos de una potencial subida en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, el banco central estadounidense. Un informe reciente del Fondo Monetario Internacional redujo su pronóstico de crecimiento para la región a apenas un 0,5% en este 2015.
En México, por ejemplo, la coyuntura de las materias primas se unió con la primera subasta de los campos petrolíferos, la cual fue un fracaso. Ello hizo que el peso mexicano alcance mínimos históricos, es decir, ni siquiera en la crisis financiera la moneda presentó una debilidad similar.
Brasil, por su parte, es de los países en donde los inversionistas se muestran más pesimistas. Ahí el Banco Central subió agresivamente tasas de interés, lo que ha surtido poco efecto sobre la inflación o la caída de la moneda y, más bien, desaceleró aún más la economía. Ese conjunto de factores vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad de que el país suramericano pierda su calificación de grado de inversión.
Un caso más extremo es Venezuela. Donde el tipo de cambio oficial es de 6,3 bolívares por dólar, mientras que en el mercado paralelo, donde los venezolanos compran dólares sin restricciones, un dólar cuesta 630 bolívares. En ese país, el gobierno imprime dinero, con el fin de fondear sus gastos a medida que caen los ingresos por ventas de petróleo.
Dicha devaluación es bien recibida por el sector exportador, el problema es que en muchos de esos países los principales productos de exportación son precisamente las materias primas que están cayendo de precio. Tal coyuntura es consistente con nuestra expectativa de que el crecimiento vendrá de las economías desarrolladas y no de las emergentes.