Tras un acuerdo histórico de la OPEP y sus aliados para recortar la producción (alrededor de un 10% de la oferta global), lo normal sería ver grandes subidas en los precios del petróleo.
Sin embargo, no solo no se están produciendo grandes subidas, sino que el crudo de tipo Brent, de referencia en Europa, ha llegado a caer un 2% en los mercados de futuros, poniendo en peligro la zona de los 30 euros por barril. La explicación a este contradictorio movimiento se puede desagregar en dos factores: por un lado, el mercado había descontado este recorte (o incluso uno mayor) durante la semana pasada con subidas intensas.
Por otro, el coronavirus y su impacto en la economía avanza mucho más deprisa que las tediosas negociaciones entre los países del cártel petrolero. Este recorte de 9,7 millones de barriles por día se negoció sobre un escenario en el que la demanda global caía entre 15 y 20 millones de barriles por día. Ahora, se empiezan a contemplar escenarios en los que la demanda se reduzca entre los 20 y los 35 millones por día.
Por ello, en este preciso momento, el histórico recorte parece insuficiente para que el crudo ‘reviva’ en el muy corto plazo. Sin embargo, a largo plazo y suponiendo que se recupere cierta normalidad en la actividad económica, sí podría ser suficiente para que los precios suban con fuerza en la segunda mitad del año.
Pese a que la guerra de precios y de producción entre Arabia Saudí y Rusia había agravado la situación, el gran problema para el petróleo sigue siendo la debacle de la demanda. De modo que un recorte que en tiempos normales habría disparado el precio del petróleo, probablemente, llevando el barril hasta los 100 dólares, en la actualidad ha quedado como un movimiento para evitar el colapso total de los precios en el corto plazo e impedir que las infraestructuras que almacenan el crudo alcancen su capacidad máxima.