Suele decirse que la historia no se repite, continúa. Así parece estar siguiendo Tesla (NASDAQ:TSLA) la triste tradición de compañías como Enron y Theranos, firmas que deslumbraban a los inversores antes de caer estrepitosamente dejándole a todo el mundo la siguiente pregunta: ¿cómo no nos dimos cuenta antes?
El esquema es sencillo. Una empresa a la que el público, fascinado, alaba por su innovación y brillante futuro. Eventos publicitarios constantes que sirven para mantener viva la ilusión y recaudar el dinero necesario para permitir que el engaño persista y el precio de la acción continúe subiendo. Siempre (pero siempre) los primeros en enterarse de que algo no anda bien son los empleados.
Al principio, temen perder su trabajo o ser demandados, por eso no ventilan las irregularidades que diariamente observan. Hasta que los riesgos dejan de ser meramente financieros y pasan a involucrar la vida de los consumidores. Pasó en Theranos, pasa en Tesla. La bola de nieve de denuncias, acusaciones y confesiones se torna imparable. La prensa se entera, se publica algún que otro artículo de un periodista o medio que se arriesgan a ser los primeros. Los entes encargados de la regulación de la industria, quienes al principio no dan crédito a lo que escuchan de los propios empleados, se ven obligados a tomar cartas en el asunto. Y ocurre el colapso.
En el último tiempo hubo indicios claros de que algo huele mal, muy mal en Tesla. Varios ejecutivos e ingenieros renunciaron, se empezaron a armar autos en una… carpa, y hace algunas semanas se reveló que el fabricante había dejado de realizar pruebas en los frenos de su Model 3 para acelerar la producción
Hasta el momento hay más de 40 muertes en el mundo relacionadas a autos de Tesla, un número importante teniendo en cuenta la cantidad de autos vendida
Lejos ya de estar a la vanguardia de los autos eléctricos en un mercado donde sus competidores se cuentan de a cientos, Tesla está tratando de lanzar cada cierto tiempo manotazos de ahogado (algunos dirían cortinas de humo) para seguir recaudando capital en un esquema que hace diez años solo registra dos trimestres de ganancias. Así debieran verse los nuevos modelos anunciados que quizás nunca salgan a la luz. Si a alguien esto le recuerda un esquema de Ponzi no es pura coincidencia.
No hay que dejarse confundir con las vertiginosas subas que en ocasiones generan algunos tuits de Elon Musk, como aquel que hizo subir el precio de la acción de Tesla en USD 14 el día que anunció que empezaría a implementar tecnologías de conducción autónoma. Con estos mismos saltos llegaba Enron a su final:
En los próximos meses empresas reconocidas como Jaguar, Mercedes, Audi (F:NSUG) o Porsche (DE:PSHG_p) empezarán a comercializar sus autos eléctricos en Estados Unidos, a un precio incluso menor al de Tesla, a la que a fines de año le vence el beneficio impositivo de USD 7.500, con el cual sí contarán sus rivales. Debería preocuparse Elon Musk ya que la compañía pierde dinero incluso antes de vérselas con sus competidores. Asimismo, los clientes están empezando a cancelar sus pedidos del Model 3, el cual se prometió a USD 35.000 pero que el mismo Musk en Twitter admitió que su producción actual a ese precio causaría que Tesla “pierda dinero y muera”
Más: la línea de producción que Elon Musk había dicho era de 10.000 autos por semana dificultosamente está llegando a los 5.000 (de ahí la carpa construida para incrementar los números). Asimismo, Tesla estaría inflando artificialmente su margen bruto en automóviles previendo menos reparaciones en garantía, las que se incluyen bajo la línea “servicios y otros”, con un margen ampliamente negativo. Sin mencionar las pérdidas de USD 710.000.000 en el primer trimester de este año o los USD 30.000 millones de deuda a largo plazo.
La pregunta entonces ya no es si Tesla caerá, sino cuándo.