* Presidente argentino sufre caída de imagen por medidas de ajuste
* Negociación salarial con sindicatos, clave para su futuro
* Gobierno debe elegir entre equilibrar cuentas y demandas sociales
Por Nicolás Misculin
BUENOS AIRES, 24 feb (Reuters) - Cuando ganó ajustadamente el balotaje presidencial de Argentina a fin del año pasado, Mauricio Macri sabía que asumiría el poder en una coyuntura económica difícil.
Aunque seguramente no imaginaba que una leve pero rápida caída en su popularidad y la presión de los sindicatos, que no quieren perder más poder adquisitivo por el avance de los precios, lo empujarían a revisar algunos planes para equilibrar este año las cuentas públicas.
Despidos en el sector público, una abrupta alza de tarifas de servicios y desinteligencias como la designación de jueces por decreto generaron rechazo de inmediato. Aunque elogiadas por los mercados financieros, las jugadas del Gobierno de centroderecha han comenzado a desatar malestar social.
La galopante inflación, avivada por la devaluación del peso en diciembre, fue lo que en algunos argentinos terminó de enfriar el entusiasmo que había generado Macri, que tiene que gobernar frente a una oposición peronista que después de dejar el poder aún domina gran parte del electorado y del Congreso.
"La ejecución de los temas prometidos en campaña me parece muy apresurada, poco analizada, como si solo quisieran mostrar que cumplen las promesas", dijo Marcelo García, un empleado de 40 años que votó a Macri porque cree en sus buenas intenciones, aunque dijo sentirse un poco decepcionado con su gestión.
Para combatir la inflación, que con un nivel cercano al 30 por ciento se ha convertido en la principal preocupación de los argentinos, Macri esperaba que los acuerdos anuales de aumentos salariales -en los que el Gobierno es mediador- no superaran el 25 por ciento, la meta de inflación oficial del 2016.
Pero los sindicatos mostraron los dientes y obligaron a Macri a repensar las cosas. Tras algunas idas y vueltas, el Gobierno ofrecería a los poderosos gremios de docentes alzas en promedio del 32 por ciento, pese a que podrían golpear las finanzas provinciales y de la nación.
En medio de duras negociaciones, el inicio del ciclo escolar está en riesgo porque los docentes amenazan con medidas de fuerza, que se sumarían a protestas de otros sindicatos.
"El Gobierno camina por un desfiladero. A un costado tiene un sector más ortodoxo desde el punto de vista económico que lo presiona, que buscaría más una política de shock. Por el otro está la reacción de los sectores sociales", afirmó el analista político Ricardo Rouvier.
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Muchos argentinos votaron a Macri por el hartazgo que tenían del modelo que representaba la presidenta Cristina Fernández, que tenía un fuerte acento social y mantuvo el nivel de empleo, pero era confrontativo y por lo general no respetaba formalidades a la hora de intervenir en la economía.
Con una economía que cruje por la falta de inversiones y el desajuste fiscal heredado de una gestión de centroizquierda que multiplicó el gasto, Macri recortó subsidios al consumo de energía e impulsó despidos en la administración pública.
Según una encuesta de Ricardo Rouvier & Asociados, la aceptación del actual Gobierno cayó al 60 por ciento en febrero desde el 71 por ciento que tenía al asumir en diciembre. Incluso el 12 por ciento de quienes votaron a Macri en noviembre pasado cambiaría su voto si los comicios fueran hoy.
"Las perspectivas son complicadas (...) El mes de marzo va a mostrar un humor social distinto" por la inflación, las huelgas y los aumentos en las tarifas, explicó a Reuters la analista Mariel Fornoni, cuya consultora, Management & Fit, también registró una leve caída en la popularidad de Macri.
En busca de combatir el descontento, el Gobierno anunció la semana pasada una baja en el impuesto sobre los salarios medios y altos y dijo que adelantará la publicación del índice oficial de inflación, cuya difusión está suspendida desde diciembre para revisar la controvertida metodología de la gestión previa.
Más allá de estas medidas exclusivamente domésticas, el equipo de Macri busca cerrar un acuerdo crucial con acreedores de deuda en Estados Unidos, que impulsaría las inversiones en Argentina y daría oxígeno a la economía. LA TEMPERATURA
Macri se impuso por muy pocos votos en la segunda vuelta electoral, lo que le da un reducido margen de maniobra que vuelve clave para el Gobierno lograr respaldo de la sociedad, de los sindicatos y de al menos una parte de la oposición.
Eso ha puesto a Macri ante la disyuntiva de permitir ajustes salariales elevados, que podrían alimentar aún más la inflación, o presionar a los sindicatos para que acepten reducidas alzas de sueldos, lo que le ganaría enemigos en gremios capaces de paralizar el país y aumentaría el malhumor social.
"Cada paritaria es distinta, pero no va a haber un techo (de aumentos) del 25 por ciento", dijo a Reuters una fuente del Ministerio de Trabajo que es testigo de las negociaciones y pidió el anonimato.
La gestión de Macri está buscando una salida intermedia: compensaciones para los trabajadores -como la baja en el impuesto al salario y mayores subsidios familiares- que no implican necesariamente un aumento de sueldo, según la fuente.
Sin embargo, estas mejoras no satisfacen a los trabajadores.
Cientos de miles de empleados estatales lanzaron una huelga y una multitudinaria protesta el miércoles en el centro de Buenos Aires, en reclamo de un alza salarial del 40 por ciento y de que acaben los despidos en el sector.
"Hubo 21.000 trabajadores despedidos, de los que solo 5.000 fueron reincorporados", explicó Hugo Godoy, secretario general de la Asociación Trabajadores del Estado, a Reuters. "Si no hay respuestas del Gobierno, seguiremos con las medidas de fuerza". (Editado por Pablo Garibian)