Keir Starmer, recién elegido Primer Ministro del Reino Unido, ha heredado una economía que lucha contra un crecimiento lento y una elevada deuda pública. Starmer, que llevó al Partido Laborista a la victoria, se ha mostrado crítico con las políticas económicas del Partido Conservador en los últimos 14 años, pero reconoce que no hay una solución rápida a los retos económicos del país.
La economía del Reino Unido ha tenido un bajo rendimiento y el nivel de vida se ha estancado desde que los conservadores llegaron al poder en 2010. La recuperación de la pandemia del COVID-19 ha sido notablemente débil en comparación con otras grandes naciones desarrolladas, quedando por detrás de todas excepto Alemania. Con una deuda pública cercana al 100% del PIB y unos impuestos al nivel más alto desde la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, Starmer ha advertido de que mejorar la situación financiera del país requerirá tiempo y decisiones difíciles.
El planteamiento de Starmer para la reforma económica incluye evitar una oleada de endeudamiento, consciente de la agitación del mercado de bonos experimentada bajo el mandato de la ex Primera Ministra conservadora Liz Truss en 2022. Él y su probable ministra de Finanzas, Rachel Reeves, también han descartado la idea de subidas significativas de impuestos, dejando al Gobierno con un espacio fiscal limitado para maniobrar.
La administración entrante planea hacer frente al estancamiento económico del país reformando el sistema de planificación para facilitar las inversiones en vivienda e infraestructuras, que se espera aumenten la productividad y generen más ingresos fiscales. Esta estrategia también pretende abordar las necesidades del sector de los servicios públicos, que se han visto mermados por una inversión insuficiente.
La agenda económica de Starmer incluye además la reinserción en el mercado laboral de quienes han abandonado la población activa, una medida que podría aumentar los ingresos fiscales hasta en 57.000 millones de libras en cinco años. Otro aspecto de su plan es reducir las barreras comerciales con la Unión Europea, aunque no ha llegado a proponer grandes cambios en el actual acuerdo del Brexit.
A pesar de estas iniciativas, los analistas, incluidos los de Goldman Sachs, predicen que las reformas laboristas podrían aumentar sólo marginalmente el crecimiento económico en los próximos años. Los economistas esperan que la economía británica crezca un 1,2% en 2025 y un 1,4% en 2026, tasas significativamente inferiores a las de la década anterior a la crisis financiera de 2007.
Sin embargo, hay indicios de un giro económico. Tras una recesión en 2023, el Reino Unido está experimentando una recuperación, con una relajación de la inflación y el Banco de Inglaterra considerando recortes de los tipos de interés. La confianza de las empresas y los consumidores también está mejorando.
Starmer ha subrayado que la estabilidad política desempeñará un papel crucial a la hora de atraer inversiones al Reino Unido. Dado que el país ha tenido cinco primeros ministros conservadores distintos en los últimos ocho años, los líderes empresariales coinciden en que un gobierno estable podría ser beneficioso para la inversión. Los inversores confían cada vez más en el perfil de menor riesgo del Reino Unido, como demuestra el reciente rendimiento superior de las acciones británicas, una opinión de la que se hace eco Laura Foll, gestora de carteras de Janus Henderson Investors.
Reuters ha contribuido a este artículo.Este artículo fue traducido con la ayuda de inteligencia artificial. Para obtener más información, consulte nuestros Términos de Uso.