El sector de la aviación se enfrenta a importantes perturbaciones tras el incidente del panel de la puerta de un Boeing (NYSE:BA) 737 MAX 9 en un vuelo de Alaska Airlines el 5 de enero de 2024. El suceso ha tenido consecuencias generalizadas, como la inmovilización en tierra de la flota MAX 9 de Alaska Airlines, que ha afectado a pasajeros como Anneke Palmerton, cuyos planes de viaje se han visto trastocados.
El efecto dominó de la crisis de seguridad se ha dejado sentir en todo el sector, afectando a aerolíneas, proveedores y pasajeros. Aerolíneas como Southwest, que opera con una flota exclusivamente de Boeing, han tenido que ajustar sus operaciones debido a la menor entrega de aviones.
Esto ha provocado una reducción de la contratación y de las rutas de vuelo, así como un aumento de los costes derivados del mantenimiento de los aviones más antiguos. Southwest también ha tomado la decisión estratégica de abandonar Bellingham y otros tres aeropuertos, lo que tendrá consecuencias económicas para esas ciudades.
Los proveedores también sufren las consecuencias. Meloche Group, proveedor de componentes del área de Montreal, que invirtió 10 millones de dólares canadienses para hacer frente a la demanda prevista, prevé ahora un déficit del 5% en su objetivo de ingresos de 150 millones de dólares canadienses para el año. La ralentización de la producción de aviones de Boeing ha afectado a la cadena de suministro, con socios como GE Aerospace y la francesa Safran reduciendo la producción de los motores LEAP que impulsan los aviones MAX.
Se calcula que las operaciones de la empresa aportan 1 billón de dólares anuales a la economía estadounidense y mantienen más de 5 millones de puestos de trabajo.
Boeing ha respondido a la presión reguladora dando más importancia a la seguridad que a la velocidad de producción, lo que se ha traducido en una disminución de las entregas de aviones. En el primer semestre de 2024, la empresa entregó 175 reactores, un 34% menos que el año anterior. A pesar de estas dificultades, Boeing ha indicado sus planes de aumentar la producción de MAX a 38 al mes en la segunda mitad del año.
La empresa también ha experimentado cambios en la dirección, incluida la anunciada salida del CEO Dave Calhoun a finales de año, y ha puesto en marcha un aumento de las inspecciones, la formación y la presencia de directivos en las fábricas para garantizar una producción de la máxima calidad.
Es difícil cuantificar el coste financiero de la crisis de Boeing para las aerolíneas, pero lo cierto es que ha provocado una reducción de los beneficios y del empleo en el sector. Por ejemplo, United Airlines ha recortado sus planes de contratación en casi un 30%, y American Airlines también ha reducido sus contrataciones debido a los retrasos en la entrega de aviones.
Las economías locales se preparan para el impacto de la reducción del servicio aéreo, como ejemplifica el Aeropuerto Internacional de Bellingham, que perderá una parte significativa de su tráfico de pasajeros cuando Southwest deje de operar en agosto.
Esta crisis pone de relieve la interconexión del sector de la aviación y las consecuencias de largo alcance que pueden derivarse de un solo incidente. Boeing, las aerolíneas, los proveedores y los pasajeros están sorteando los retos que plantea la situación actual, a la espera de mejoras en la producción y las entregas que estabilicen el sector.
Reuters ha contribuido a este artículo.Este artículo fue traducido con la ayuda de inteligencia artificial. Para obtener más información, consulte nuestros Términos de Uso.