El tiempo corre rápido, ya han pasado más de 3 años desde el histórico referéndum que detonó difíciles negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para producir un divorcio entre ambos bloques lo más ordenado posible, proceso en el cual, incluso, a veces se creyó que todo se iba directo al bote de basura.
Hoy es el primer día de mercado abierto post Brexit y, a pesar de las negativas actualizaciones de los efectos del coronavirus, en general las bolsas en Europa se mantienen con un leve tono positivo.
El proceso que se inicia ahora no será fácil. Se respira una tensa calma en el ambiente, incluso antes de partir las negociaciones. Boris Johnson ha dado el punta pie inicial en esta nueva etapa, al señalar que «no es necesario» que Reino Unido siga las reglas de Bruselas y que pedirá un acuerdo similar al que accedió Canadá después de 7 años de negociaciones, pero en sólo 11 meses.
Tampoco tiene intenciones de entregar grandes concesiones para facilitar el diálogo, es más, estaría preparándose para imponer controles aduaneros y fronterizos a todos los productos europeos que se dirijan al Reino Unido con el objetivo de aumentar la presión sobre el bloque para que ceda en las negociaciones.
Por su parte la Unión Europea insiste en que el Reino Unido debe permitir a sus miembros el acceso a sus aguas de pesca antes de llegar a un acuerdo comercial.
Si bien el negociador jefe del Brexit de la Unión Europea, Michel Barnier, ha insistido en que el bloque ofrece un acuerdo comercial «altamente ambicioso» sólo si el Reino Unido se adhiere a normas estrictas para evitar la competencia desleal, probablemente los próximos meses de negociación sean similares a todo el proceso del Brexit, especialmente si Johnson observa a Washington como el principal foco para concretar su primer acuerdo comercial.
Un rápido acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, no sólo daría a Inglaterra un impulso a toda su matriz productiva, sino que también sería una potente señal política de que el país no está solo, sino que más bien, es la Unión Europea es la que empieza a perder relevancia en el concierto geopolítico global.
A estas alturas creo que Boris Johnson (al igual que el presidente Donald Trump) ha leído bastante bien los problemas estructurales de la Unión Europea en cuanto a burocracia, credibilidad y confianza. El lema «Global Britain», en términos generales, responde a directrices para reinstalar la posición de Reino Unido en el tablero del poder global.
Una estrategia que veo muy posible utilizar, y que debemos incorporarla a nuestra matriz de riesgo para tomar posiciones en el UK 100, es que ahora que Johnson tiene mayoría parlamentaria y que los anti-Brexit están prácticamente extintos, probablemente Inglaterra presione aún más a la Unión Europea con una reducción tributaria, fórmula probada durante el 2017, cuando el Reino Unido bajó los impuestos corporativos desde 20% al 19%.
Esta estrategia no es nueva y, en términos generales, (a pesar del caos político que generó el Brexit) permitió que las inversiones no abandonaran el país, que el crecimiento no se desplomara y que la tasa de desempleo se dirigiera hacia mínimos históricos bajo el 4%.
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Por ejemplo, hoy supimos que mientras el PMI de manufactura de Alemania se mantuvo en zona de contracción en 45,3 puntos, el PMI de manufactura en Inglaterra ha vuelto a niveles de expansión en 50 unidades.
No puedo terminar este artículo sin comentar la actitud de algunos líderes de la Unión Europea que, después de 3 años de duras negociaciones y con muchos datos en su contra, insisten en otorgarse una posición de superioridad moral, ética y cultural.
Donald Tusk, ahora ex presidente del Consejo Europeo y que en febrero de 2019 señalaba que «había un lugar especial en el infierno para quienes promovieron el Brexit sin un plan» ahora ha admitido que en Bruselas hay una «empatía» hacia la hipotética posibilidad de que una Escocia independiente se adhiriera en un futuro a la Unión Europea. Lo anterior, en apoyo a la ministra principal de Escocia, la nacionalista Nicola Sturgeon, quien este viernes 31 de enero, cuando se consumó el Brexit, afirmó que «es posible» celebrar un referéndum de independencia en 2020 «legal y vinculante», que cuente con el reconocimiento de la comunidad internacional», porque una Escocia independiente buscaría una pertenencia total a la Unión Europea.
Tengo la impresión que el señor Tusk y otros (que no quieren reconocer su error de diagnóstico, cuando aseguraron que sería el socialismo monetario del euro el encargado de cumplir la prosperidad financiera de los integrantes de la unión), intentan desviar la atención global criticando las debilidades de su nuevo competidor, en vez de enfocar sus esfuerzos en subsanar las propias.
Si un meme pudiera resumir lo que cree Tusk vs lo que señalan los datos, estos lo reflejan muy bien.
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Saludos,
Felipe Posada
SeedStox