Hugo Salinas Price es una de las referencias obligadas en este espacio por su profundo conocimiento económico-financiero y su muy agudo ojo crítico, en especial, en aquellos temas relacionados con el (fraudulento) sistema monetario que rige actualmente en el mundo y las amenazas socialistas que todo el tiempo se ciernen sobre los habitantes del planeta.
El empresario, conocido y reconocido también por promover el patrón oro y el uso de la plata como dinero, es uno de los defensores de las libertades individuales más activos de nuestro país.
El 17 de junio pasado publicó un video que le recomiendo ver, con una sencilla y didáctica reflexión sobre por qué fracasan los programas y teorías que quieren dirigir nuestras vidas, negando las diferencias, preferencias y convicciones individuales.
En Oriente, los criadores de patos llevan a estos animales por las calles con destino a los mercados donde serán vendidos. Cientos de patos caminan en grupos, juntos, en fila y guiados por sus criadores con sencillas varas. Esto es posible porque la naturaleza de estos animales, de obedecer en masa, hace más fácil llevarlos.
Pero, ¿qué pasa si se quisiera llevar de la misma forma a un grupo de gatos? Básicamente sería imposible. Cualquier persona, y más quienes tengan gatos como mascotas, sabe que estos animales son muy individualistas, no obedecen órdenes fácilmente y tienen preferencias muy marcadas. Si no se puede lograr que un gato te haga caso, mucho menos un grupo de estos animales, aunque sea pequeño.
“Nuestros economistas se dedican a formar planes de ‘desarrollo económico’ y a ejecutar políticas económicas y monetarias con la esperanza de que reaccionemos como si fuéramos patitos, obedeciendo mansa y puntualmente sus planes económicos nacionales. Dichos planes jamás dan el resultado que esperan los economistas que los inventan, por la sencilla razón de que los seres humanos nos parecemos más a los gatos, en la necedad de perseguir nuestros gustos personales”, dice con mucha razón Salinas Price.
Desgraciadamente, muchos economistas de nuestro tiempo han heredado una mentalidad "dirigista" con la que planean políticas infructuosas y muy costosas para todos, no solamente por el dinero empleado en su diseño e implementación, también por las oportunidades de negocios y riqueza que se pierden por las restricciones a nuestro derecho de actuar como a nuestro juicio nos convenga.
El papel del estado es establecer el marco legal y hacer que se respeten esas leyes en sentido material, fundadas en los principios que sostienen nuestra civilización: libertad individual y propiedad privada. Es una coincidencia causal que, dondequiera que estas instituciones se hacen valer, las economías prosperan, hay seguridad, paz y abundancia.
Planear la economía, en cambio, es un error que hemos visto a lo largo de nuestra historia universal una y otra vez, y que conduce a todo lo contrario: pobreza, escasez, inseguridad y violencia.
Por eso, aunque pueden ser en apariencia muy distintos entre sí el socialismo, el keynesianismo y el fascismo, tienen todos un elemento como común denominador: el "dirigismo" económico, la violación de la libertad de los individuos y su expresión en la economía manifestada en los mercados.
Simplemente, no está en nuestra naturaleza actuar como patos o gansos, y obedecer o seguir siempre ciegamente los deseos de los gobernantes ni de nadie. ¡Y qué bueno!
Aunque el plan del político en turno sea “perfecto” en su cabeza, siempre se topa con la terca realidad y fracasa, empobreciendo (más) a aquellos que prometían ayudar.
“Muéstrenme a un grupo de diez gatos caseros entrenados para obedecer órdenes y, cuanto antes, creeré en el socialismo como forma práctica para resolver los problemas del sufrimiento, que inevitablemente padece la especie humana”, reta Hugo Salinas.
Siempre será mejor tomar nuestras propias decisiones, en lo económico y en cada esfera de la vida, que dejarnos llevar, como mansos patitos, al matadero.