Esta semana se dieron a conocer tres datos económicos que demuestran que el ajuste que ha experimentado Brasil durante este año no ha terminado. La caída en la producción y el alza en los precios está obligando a las empresas a prescindir de empleados a una velocidad acelerada.
Brasil ha sido una de las economías emergentes más golpeadas por la desaceleración de la economía china, así como por la expectativa de que comience el proceso de subida de tasas por parte de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos; además, por problemas políticos derivados del importante esquema de corrupción en la empresa local Petrobras (N:PBR).
De esta forma, el crecimiento, medido por un indicador mensual, muestra una contracción anual del 6,1%, impulsado por una fuerte reducción de la producción industrial y del consumo interno. Ese dato ha hecho que muchos analistas reduzcan sus expectativas de crecimiento durante el tercer trimestre, cifra que se dará a conocer el primero de diciembre.
La menor producción ha hecho que las empresas comiencen a reducir sus planillas, la tasa de desempleo a agosto (dato dado a conocer esta semana) fue del 7,9% contra un 4,9% en que estaba hace un año. El desempleo entre los jóvenes es aún más alto, lo que ha contribuido al descontento de los brasileños con su presidenta Dilma Rouseff.
La inflación a noviembre por su parte superó el 10% en términos interanuales, debido al efecto de la devaluación del real (que ha perdido la mitad de su valor en los últimos meses), así como a una serie de precios regulados que han tendido al alza.
Esta mezcla de recesión con alta inflación deja poco espacio para el banco central local, debido a que un aumento en la tasa de política (que actualmente está en el 14,25%) para contrarrestar la inflación, afectaría aún más el crecimiento.
Hacia futuro Brasil es de las economías emergentes que se espera seguirán experimentando un ajuste, debido a los problemas políticos y a que la debilidad de la moneda tomará más tiempo para impulsar la manufactura.