La reducción de la deuda pública mundial es fundamental para mejorar la estabilidad económica, reducir las tensiones geopolíticas, garantizar el desarrollo sostenible y permitir un crecimiento económico más equilibrado y justo. Si los gobiernos gestionan la deuda de manera responsable y eficiente, pueden generar un entorno más seguro y próspero para las generaciones futuras, beneficiando tanto a los países como a la comunidad global.
Según el Fondo Monetario Internacional, el nivel mundial de deuda pública es muy elevado, y se prevé que supere los 100 billones de dólares (93% del PIB mundial) en 2024 y que siga aumentando durante el resto de la década, hasta acercarse al 100% del PIB para 2030. Aunque se espera que la deuda se estabilice o disminuya en aproximadamente dos tercios de los países, permanecerá muy por encima de los niveles previstos antes de la pandemia.
Se estima que la deuda en riesgo mundial (el nivel futuro de deuda en un escenario adverso extremo) llegaría al 115% del PIB en 2026. La deuda en riesgo varía significativamente de un país a otro. Según expertos del FMI, para las economías avanzadas como grupo, la deuda en riesgo a tres años se ha reducido ligeramente con respecto a los máximos observados durante la pandemia y se estima en el 134% del PIB, mientras que para las economías de mercados emergentes y en desarrollo se ha incrementado hasta el 88% del PIB.
En las últimas décadas, el discurso político en cuestiones fiscales se ha inclinado cada vez más hacia un aumento del gasto público, por lo que será necesario realizar ajustes fiscales mucho mayores que los previstos.
Los países altamente endeudados son más vulnerables a crisis financieras, ya que la deuda puede volverse impaga si los mercados financieros se tensan o si la economía global entra en recesión. La reducción de la deuda pública reduce el riesgo de que los países enfrenten situaciones de impago o incumplimiento, lo que podría generar una crisis financiera global.
Una deuda pública sostenible y bien gestionada genera confianza entre los inversores internacionales. Esto se traduce en menores costos de financiamiento, ya que los países con una deuda controlada pueden emitir bonos a tasas de interés más bajas. Esto también puede facilitar la atracción de inversiones extranjeras directas y otros recursos para el desarrollo económico.