Donald Trump se ha convertido en un dolor de cabeza para los mercados. El “Trumponomics” es un dislate colosal de programa económico que provocaría una hecatombe mundial: recortes de impuestos, sobre todo a los ricos; más gasto en infraestructura y armas; una escalada insostenible en la deuda pública; un gran muro físico en la frontera sur; expulsión de inmigrantes; barreras comerciales y renegociación del Tratado de Libre Comercio (o abandono del bloque), etc. Todo eso, en conjunto, conforma un compendio de medidas incongruentes que asustan, que llevarían al mundo a una profunda recesión con más desempleo y desigualdad, sin poderse aún calibrar qué otras consecuencias sociales y geopolíticas podría acarrear.
Por eso el mercado anda nervioso y trata de buscar indicios sobre cuáles son sus posibilidades reales de llegar a la Casa Blanca, sobre cuándo sube y cuándo baja. Las encuestas, por supuesto, son una medición muy fidedigna, pero llevan cierto retraso, responden tarde a las declaraciones y a los aciertos de uno y otro candidato. Sin embargo, el peso mexicano se ha convertido en una señal bastante fehaciente sobre las posibilidades de Trump de llegar a la Casa Blanca, en un “Trumpómetro” veraz y en tiempo real, que reacciona al minuto.
En efecto, el peso mexicano es, de entre todas las variables financieras, el que mejor refleja cómo el mercado está incorporando el escenario de una victoria del candidato republicano. Y esto por dos motivos: uno, porque la economía mexicana es la más expuesta a una hipotética victoria de Trump. Y dos, porque su liquidez en los mercados internacionales lo ha elevado como un instrumento favorito de cobertura entre los inversionistas, y esa función de “hedge” que ejerce hace que recoja todas inquietudes y ansiedades del mercado y se mueva de forma instantánea a los riesgos.
Así, a mediados de agosto, el peso se negociaba confortablemente en torno a los 18 pesos, lejos de sus peores niveles de febrero y junio.En aquellos días de la canícula, se respiraba tranquilidad: resuelta la convención demócrata a favor de Clinton, los electores habían dado su respaldo a la ex-secretaria de Estado y Trump era prácticamente un cadáver.
Pero después vino, el último día de agosto, la visita de Trump a México y su discurso antiinmigración en Phoenix, las declaraciones de Clinton tachando a los simpatizantes de Trump de “deplorables” o el mareo de Clinton en el 15 aniversario de la Torres Gemelas. Y en tanto Trump vive sus horas altas, el peso vive sus horas más bajas.
La sensibilidad de nuestro “Trumpómetro”, del peso mexicano, quedó de nuevo en evidencia ayer. Luego de una pésima jornada el martes, en la que el peso mexicano se depreció un 1.45% a los 19.08 pesos por dólar, el miércoles por la noche empezó a recuperarse y en torno a las 5:00 am, hora del este de Estados Unidos, rozaba los 19 pesos. Pero ahí salieron los titulares de que Trump, en Ohio, uno de esos estados “visagra” que puede decidir el próximo inquilino de la Casa Blanca, ganaba a Hillary Clinton, según la última encuesta de BloombergPolitics, por 5 puntos. Ohio es uno de esos estados del “Cinturón de Óxido”, esa vasta región que incluye otros estados como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, tocada por la desindustrialización y donde los dos candidatos se baten por obtener el voto de las clases populares blancas, estados que ganó Barack Obama pero que corren el riesgo de pasar al bando de Trump. Desde 1964, quien gana Ohio gana la presidencia. La reacción del peso a la encuesta fue inmediata: se fue por encima de los 19.10 pesos y ya no se recuperó. Fue gradualmente perdiendo terreno para terminar la sesión en su nivel más bajo de la historia, los 19.221 pesos, o una caída de 0.7%.Según el “Trumpómetro”, nunca Trump ha estado tan cerca de la presidencia como ayer.
Pero no sólo el peso mexicano se ha ido a nuevos mínimos históricos contra el dólar. El avance de Trump en las encuestas ha incrementado las apuestas en contra del peso, con el fin de cubrirse contra el riesgo de una hipotética victoria de Trump. Las posiciones “cortas”, aquellas que apuestan por una depreciación de la divisa mexicana, en los futuros del peso negociados en la bolsa de futuros de Chicago (CME) aumentaron en 25,0749 contratos en la semana terminada el 6 de septiembre, el mayor incremento semanal desde la semana terminada el 10 de mayo, coincidiendo con otra recuperación en las encuestas de Trump.
Por supuesto que no sólo Trump mueve al peso. Los mayores desajustes entre las encuestas a la Casa Blanca y el “Trumpómetro” se dieron en febrero, como resultado de las turbulencias globales propiciadas por China y el desplome del precio del petróleo, y en junio, cuando el “Brexit” detonó otra oleada de aversión al riesgo. La política monetaria de la Fed, el petróleo y la gestión fiscal interna junto con las dudas vertidas por las agencias calificadoras también están influyendo en la evolución del peso.
La Fed, afortunadamente, parece estar fuera de juego. Al menos hasta diciembre. La próxima semana se celebrará otra nueva reunión de política monetaria, pero no se espera que vayan a subir las tasas de interés. El petróleo anda titubeante, con los ojos puestos en la reunión de la OPEP de finales de septiembre. Pese a las declaraciones de que Arabia Saudí y Rusia están en pláticas para congelar su producción, acuerdo del que quedaría excluido Irán, la realidad es que la OPEP está bombeando barriles de crudo a ritmos récord, por lo que congelar la producción en los actuales niveles no resuelve el problema de exceso de oferta ni contribuirá a levantar los precios. Por otro lado, la Agencia Internacional de Energías afirmó esta semana que el crecimiento de la demanda global de petróleo se está desacelerando más rápido de lo esperado, por lo que el exceso de suministro persistirá hasta al menos la primera mitad de 2017. Finalmente, el gobierno mexicano ha anunciado un presupuesto para el 2017 en el que propone agresivos recortes en el gasto público con el fin de continuar en su estrategia de reequilibrar las cuentas públicas y contener el aumento de la deuda.
Sea como sea, Banco de México (Banxico) ha de estar de nuevo nervioso con el ritmo de depreciación del peso y sus actuales niveles. La próxima reunión de Banxico es el 29 de septiembre, y los acontecimientos que se vienen encima no serán fáciles de digerir. El 21 de septiembre hay reunión de la Fed, y aunque probablemente no muevan tasas insistirán en que se puede subir antes de que acabe el año, lo que no alegrará al peso; el 26 de septiembre se celebrará el primer debate presidencial entre Trump y Clinton. Y cuidado, Trump no va a debatir, ya lo hemos visto en México. Trump es un showman, y con la esposa del ex-presidente Clinton debilitada, perdiendo terreno en las encuestas, con neumonía y con los problemas de los correos aún sin resolver, la mofa del envalentonado Trump puede funcionar, y veremos cómo reacciona el “Trumpómetro”. La reunión de la OPEP puede defraudar, quedar en otro farol, y no detonar el alza en las cotizaciones que se espera. Y en México seguirá el ruido político por el presupuesto de 2017. Por tanto, la segunda mitad del mes patrio no se ve bien para la moneda mexicana y, de ser así, Banxico no tendrá otra alternativa que elevar las tasas de interés de nuevo a finales de mes. Y quizás en otros 50 puntos base para llevarlas a 4.75%.
INFOGRAFIA
El peso mexicano se ha convertido en el “Trumpómetro” más veraz y en tiempo real: reacciona con inmediatez a cada movimiento de Trump y si sube o no en las preferencias. Sólo en febrero, a causa de China, el petróleo y las turbulencias internacionales, y en junio, debido al Brexit, se produjo una desconexión entre la carrera presidencial y el peso mexicano…