Ayer –de acuerdo con el calendario que establece su ‘libro blanco’ (whitepaper), es decir, el documento técnico en que se explican los detalles de su funcionamiento–, el gobierno de Venezuela inició la preventa de su token, que luego se canjeará por Petros durante su ICO (u oferta inicial de moneda).
El presidente de ese país, Nicolás Maduro, anunció en diciembre pasado que ese activo virtual estaría respaldado “en las reservas de la riqueza de Venezuela de oro, petróleo, gas y diamantes”. Tal promesa, como era de esperarse, quedó en eso.
Aquel anuncio hizo que algunos inversores, de entrada, se emocionaran e interesaran mucho, porque se trataría de la primera criptomoneda emitida por un Estado soberano, y con la garantía de convertibilidad de la misma en un activo tangible y con valor, como el oro, el petróleo o los diamantes.
Esta esperanza se esfumó muy pronto en cuanto se conoció su libro blanco, que dejó en claro que de respaldo en activos tangibles el Petro no tiene absolutamente nada. Una promesa más que incumple Nicolás Maduro.
En su apartado número 4. El Petro, dice con claridad: “El Petro (PTR) será un criptoactivo soberano respaldado y emitido por la República Bolivariana de Venezuela sobre una plataforma de cadena de bloques.” En el número 5, titulado Respaldo del Estado, el libro blanco del Petro señala de nuevo: “El aporte más importante del Petro al mercado de los criptoactivos y la nueva economía digital será el respaldo ofrecido por un Estado soberano.”
Dicho de otro modo, lo que soporta al Petro es la ‘confianza’ en un gobierno corrupto y quebrado, que tiene arruinada a la economía de su país. Nada más. Nada de petróleo.
Y es que una cosa es tener un activo ligado al precio del barril de la cesta venezolana, como va a ser el caso del Petro, y otra muy distinta es que tenga ese respaldo de valor.
El documento técnico establece que “el precio del Petro estará asociado al de la cesta de crudo venezolano”, pero de ninguna manera se menciona siquiera, y menos aún se garantiza, la convertibilidad inamovible y bajo demanda del tenedor, de un barril de petróleo por cada Petro. Ésta sería una característica indispensable que tendría que tener.
Para que exista el respaldo de alguna moneda es obligatorio garantizar la convertibilidad de esa unidad monetaria en la mercancía de referencia a una tasa fija, por ejemplo, estableciendo su equivalencia en onzas de oro –como se hacía en el ahora inexistente patrón oro– o en barriles de petróleo, como se dijo que sería el Petro.
Pero –como le digo– en ningún lugar de la hoja técnica se habla de esa convertibilidad del Petro, porque no la tiene.
Lo único que se ofrece es la garantía de ese gobierno de aceptar al Petro para el pago de “impuestos, tasas, contribuciones y servicios públicos”, o sea, la garantía de aceptación es sólo si se la paga al propio gobierno de Maduro. ¡Vaya chiste!
Así, sin convertibilidad garantizada en ninguna materia prima, el Petro será sólo una criptomoneda más, pero con claras desventajas frente a otras divisas electrónicas privadas, descentralizadas y transparentes como el Bitcoin.
El Petro, en cambio, será centralizado, manejado por el gobierno y, claro, controlado por éste.
Pero vayamos más allá. Incluso si suponemos que en adelante Maduro corrigiera al Petro y lo hiciera convertible en petróleo (algo que no sucederá, evidentemente, pues hay mejores formas de comprar el energético) debemos tener muy claro que ponerle un solo centavo al Petro equivale a financiar la represión que padece el pueblo venezolano. Algo inaceptable.
El Petro es, por donde se le vea, un activo virtual a evitar.
Éste es, pues, el más reciente intento desesperado de Nicolás Maduro por conseguir financiamiento para sostener su gobierno a como dé lugar, mientras –por desgracia– sus políticas y pésimas decisiones económicas continúan arruinando a Venezuela.
Por el bien de los venezolanos, ojalá que pronto termine la pesadilla del chavismo, y que nos sirva de recordatorio para cuidar que nunca haya un gobierno como ése en México. ¡Mucho ojo en las próximas elecciones!