Hace unos días comentamos sobre las alertas que está generando el mercado accionario chino, el cual ha presentado, en el último año, una fuerte tendencia al alza. Las llamadas de atención han venido de analistas y diferentes publicaciones especializadas y, ahora, parece que están siendo escuchadas.
Un índice de referencia de esa zona, llamado el Shanghai Composite, cayó un 13% la semana pasada; dicho descenso, en el Dow Jones significaría unos 2300 puntos, aproximadamente. Lo que la convierte en la peor semana para las acciones de ese país desde 2008.
China siempre se ha caracterizado por su magnitud; noticias de cómo se venden iPhones, automóviles de lujo, o viviendas en tiempos record, nos han acostumbrado a ver cifras gigantescas en los últimos periodos. En este caso, la subida de su mercado accionario no es la excepción.
Hace unos años los chinos enviaron sus ahorros al, entonces boyante, mercado inmobiliario. Sin embargo, desde que ese comenzó a desacelerarse, el dinero se ha ido al mercado accionario, de nuevo, en magnitudes impresionantes. Día a día se abren miles de cuentas para invertir en acciones, y la posibilidad de usar cuentas margen (donde el inversionista puede endeudarse para comprar más) solo han exacerbado el crecimiento.
Esta subida en los índices accionarios se ha dado al mismo tiempo que la economía china se desacelera, lo que respalda la idea de que es una burbuja. Básicamente, lo que muchos inversionistas esperan es que la desaceleración impulse a las autoridades chinas a relajar su política monetaria, lo cual suele ser muy bueno para el valor de las acciones.
La pregunta ahora es si la caída de la semana pasada es una corrección, algo que es sano para los mercados, o es el inicio de un movimiento aún mayor. Las autoridades chinas muestran su nerviosismo, por lo que solicitaron a la población no endeudarse para invertir en el mercado. Recientemente noticieros locales acusaron a empresas de variar sus nombres, con el fin de verse más atractivas por los inversionistas; por ejemplo, una empresa de cerámica cambió su nombre a una de energía limpia, lo que hizo que el valor de sus acciones suba.
A China, como a cualquier otro país, no le conviene que estalle una burbuja de este tipo. No tanto por el impacto inmediato, que sería menor a otras ocasiones, debido a que el sector solo equivale a un 40% del PIB; sino, por los efectos sobre la riqueza de los hogares y en el fondeo a empresas.
Si el dragón asiático quiere desarrollar su mercado financiero, necesita uno accionario saludable. De esta forma, es probable que las autoridades de ese país busquen limitar la caída, al mismo tiempo en que implementan medidas macroprudenciales, con el objetivo de reducir la especulación y evitar que el problema se haga aún más grande.