Este lunes la agencia de estadísticas económicas europeas reportó que la inflación anual al mes de febrero fue de -0,2%, lo que representa la tercera medición negativa en los últimos 14 meses. Dicho escenario representa más presión sobre el Banco Central Europeo para que tome medidas en la reunión que tendrá la próxima semana.
En el grupo económico la baja o negativa inflación se ha generado debido a la fuerte caída en los precios de las materias primas, aunque también interviene la fortaleza que reveló recientemente el euro, el cual pasó de US$1,05, donde estaba en diciembre pasado, a un máximo de US$1,12, cifra que alcanzó hace unas semanas. Una moneda fuerte hace que los bienes importados sean más baratos.
La deflación no necesariamente es mala, si es transitoria, ya que beneficia al consumo. No obstante, el problema es el comportamiento que genera. Caídas en los precios hace que las personas posterguen sus decisiones de inversión esperando precios más bajos, lo que desacelera el crecimiento. De igual forma, una inflación tan baja mantiene constantes las deudas en una zona donde los pasivos, tanto públicos como privados, son bastante altos.
Dado ese dato, el mercado comenzó a descontar nuevas medidas por parte de la entidad monetaria local, por lo que el euro se ha devaluado un 1,9%, con respecto a la semana pasada, al pasar de los US$1,10 a los US$1,08.
Ahora la pregunta es si la entidad logrará alcanzar las altas expectativas de los mercados. Dentro del arsenal se maneja la posibilidad de bajar más la tasa que cobran a los bancos por mantener reservas (que está en -0,3%), incrementar el plazo y el monto del programa de compra de bonos, así como aumentar los créditos a los bancos.
Estas medidas deberán de ser suficientes, con el fin de evitar la desilusión que generaron en diciembre pasado, cuando anunciaron medidas que no alcanzaron las expectativas del mercado.