Según datos del Ministerio de Agroindustria, durante 2016 la producción de leche en la Argentina cayó un 14,17%. Esta la mayor caída anual de los últimos 50 años y evidencia que la industria láctea atraviesa uno de sus peores momentos.
La crisis comenzó en mayo de 2015 y se profundizó con la devaluación del peso realizada en diciembre de ese año por el gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, este no es el único factor.
Para entender la crisis del sector lechero debemos abordar el análisis desde una triple perspectiva:
- El contexto internacional
- Los problemas estructurales de la Argentina
- Los problemas coyunturales locales
Respecto al contexto internacional, la industria viene atravesando serias dificultades en los últimos años a nivel global. El precio internacional de la leche (se toma como referencia el de la leche en polvo) ha sufrido una fuerte baja desde 2014. Si bien en los últimos meses ha mostrado signos de recuperación, aún se encuentra por debajo de los costos de producción.
La caída del precio de la leche tiene su origen en dos causas principales: un exceso de oferta a nivel global, y una caída de demanda por parte de Rusia, que prohibió las importaciones de productos lácteos provenientes de occidente en 2014. Los países más afectados son los productores de la Unión Europea, Australia y Uruguay.
¿Qué sucede en la Argentina?
Empecemos por decir que el 80% de la producción láctea argentina se consume internamente. Esto ofrece una base de demanda importante para la industria. En el polo opuesto tenemos a Nueva Zelanda, que exporta el 90% de lo que produce y deja a ese país muy expuesto a las oscilaciones del precio internacional.
Sin embargo, a pesar de la amortiguación que proporciona el consumo interno, la industria lechera debe afrontar los graves problemas de la economía local.
Dentro de los problemas estructurales, empecemos por describir la cadena de valor de la industria láctea. Esta puede dividirse en tres secciones bien definidas: 1) la producción primaria, 2) el procesamiento industrial y 3) la comercialización/distribución.
1) La producción primaria se encuentra atomizada y es heterogénea: hay más de 11.500 tambos con distintos sistemas de producción (pastoriles, semipastoriles y estabulados), de los cuales el 95% se encuentran en Santa Fe (36%), Córdoba (30%), Buenos Aires (22%) y Entre Ríos (7%).
Hoy en día los tamberos producen a pérdida. Reciben aproximadamente $4,71 por litro, con costos de producción estimados entre $5,30 y $5,50 por litro. Cabe destacar que esto se da aún después de la fuerte recuperación del 82% que tuvo el precio que recibe el productor en 2016.
2) En segundo término tenemos al procesamiento industrial (usinas lácteas), que agrupa a unas 1100 empresas. Sin embargo la demanda se encuentra muy concentrada, ya que cuatro firmas representan el 55% de la demanda de leche cruda y el 86% del volumen de ventas. Queda claro que en este contexto, a los tamberos les resulta imposible fijar un precio al litro de leche cruda que sea competitivo.
Dicho esto, es importante destacar también que las principales usinas lácteas como Mastellone y SanCor, se encuentran inmersas en profundas crisis. Esto quiere decir que el problema de la industria lechera va más allá del eventual poder que las usinas tengan para afectar los precios que pagan a los productores en su favor.
3) Respecto de la comercialización, los supermercados concentran el 40% de las ventas de lácteos (el resto lo tienen mayoristas y comercios tradicionales).
En el precio de la leche líquida, los supermercados se quedan con casi el 40% del precio del producto en góndola, pero si tomamos al conjunto de productos lácteos la participación de los comercios es cercana al 30%. Sin embargo cuando tenemos que los comercializadores tiene que pagar altísimos costos laborales e impuestos, el margen neto oscila en el 4%-5%.
El costo argentino es una vez más la raíz del problema: costos laboraes, falta de infraestructura logística e impuestos. Esto tres factores terminan devorando los márgentes de toda la cadena y dejan a cualquier industria asfixiada.
Como si fuera poco, hay también una serie de condiciones coyunturales que han afectado negativamente al sector, agravando aún más la crisis:
La devaluación del peso (el 60% de los insumos de los tamberos están atados al dólar), el ajuste tarifario, el aumento de los combustibles (logística), la eliminación/reducción de retenciones agrícolas (subió costo de alimentar a las vacas)
Dos factores finales terminaron de configurar una tormenta perfecta para el sector:
1) Durante el último año las zonas productoras de leche se vieron seriamente afectadas por recurrentes inundaciones lo que afectó severamente a la producción lechera.
2) En la era kirchnerista la leche tuvo retenciones más altas que la soja, cuando el precio de la leche en polvo estaba en máximos históricos. Esto impidió que los productores pudieran capitalizarse para afrontar momentos adversos como el actual.
Conclusión:
Problemas de infraestructura, altos costos laborales y altos impuestos, conforman lo que podríamos llamar “el costo argentino”. Así como asfixian los márgenes de la industria lechera, lo hacen con tantas otras industrias de la Argentina.
Como si esto no fuera foco, la industria lechera tuvo un impuesto extraordinario (retenciones) en el momento en que podría haber generado ahorro para los momentos malos.