Hace dos semanas, el Banco de Australia y el Banco Central de Canadá volvieron a subir las tasas de interés, en contra de lo previsto por el mercado y después de haber hecho una pausa de varios meses ante la evidencia de que los precios seguían sin estar bajo control.
Su decisión fue un anticipo del mensaje que anunció la Fed estadounidense días después: ha renunciado en junio a un nuevo incremento de las tasas, pero avanzando, a cambio, dos alzas más en lo que queda de año y en las que ha insistido Jerome Powell ante el congreso en su testimonio semi-anual de política monetaria.
La semana pasada cuatro bancos centrales decidieron subir sus respectivas tasas de interés, en varios casos sorprendiendo con magnitudes por arriba de lo esperado.
Dos razones están detrás de estos recientes anuncios sorpresivos por parte de los bancos centrales en el mundo, con un sesgo hacia mensajes hawkish.
Por un lado, la inflación continúa sin dar tregua o al menos las bajas en términos anuales no están siendo continuas.
Las autoridades monetarias buscan evitar cometer una evaluación equivocada de la actual situación de la inflación. Después de los errores de los principales bancos centrales de catalogar la inflación como un fenómeno transitorio, las distintas autoridades buscan recobrar su prestigio y credibilidad. En ese sentido, al emprender una carrera precipitada de alzas continuas en la tasa de interés para buscar contener el aumento de precios, corren el riesgo de provocar una recesión.
Lograr un balance adecuado entre control de inflación y “aterrizaje suave” de la economía no es una tarea fácil. Incluso la evidencia empírica demuestra que generalmente se falle en lograrlo.
Por eso, ante las señales de remisión de los precios, los bancos centrales han reducido el ritmo de incrementos de tasas y en algunos casos han realizado pausas.
Sin embargo, el problema de la inflación es que los riesgos al alza no han desaparecido, incluido los conocidos como efectos de segundo orden pueden presentarse en cualquier momento.
Esto ha orillado a que en algunos casos intensifiquen las medidas de endurecimiento monetario, mostrando cierto viraje respecto a sus últimas intenciones de pausa.
La sorpresa mayor fue con Inglaterra, donde el Banco Central, a raíz de las últimas cifras de inflación de mayo, se inclinó por un alza de 50 puntos base, magnitud de alzas que no había realizado desde febrero pasado.
Por otro lado, en las últimas semanas había comenzado a arraigarse la idea de que el ciclo alcista de las tasas de interés está a punto de terminar, lo que en automático implica que los recortes a las tasas podrían estar a la vuelta de la esquina. Por eso los banqueros centrales están haciendo todo lo posible por mantener su postura hawkish. Si el mercado se posiciona a favor de los próximos recortes de tasas, se desafiarán las agresivas políticas que han aplicado: la caída de los rendimientos relajará las condiciones de financiación, con el riesgo de crear un terreno fértil para la inflación.
La complacencia, tanto de los bancos centrales, como de los operadores puede ser costosa. Por lo pronto, en el caso de al Fed, las apuestas ya demuestran que los operadores compraron la idea de que no habría recortes en las tasas de interés. Sin embargo, esta percepción puede sufrir ajustes en las próximas semanas, dependiendo de la evolución de la información económica.