La semana anterior, la OPEP sorprendió al mercado tras acordar un recorte a la producción cercana a los 1.2 millones de barriles por día, logrando de esta manera que países clave como Arabia Saudita, Irán e Iraq se pusieran de acuerdo en cuanto a las los niveles a disminuir. A la vez, parecía que el acuerdo tendría también una reducción cercana a los 600 mil barriles de los países que no están en la OPEP, donde cerca de la mitad de la reducción sería asumida por Rusia, dando un escenario ideal para rebajar la producción y vender a precios mayores, lo que podría estabilizar el precio por barril hacia los $60 en el 2017.
Lo anterior provocó que las cotizaciones del crudo aumentaran en días recientes, llegando el WTI a los $51.68 por barril, pero la tendencia ha comenzado a revertirse, pues parece que la OPEP no ha tenido en cuenta el motivo inicial de la guerra de precios que los llevó a aumentar la producción desde hace dos años y es la amenaza para sus intereses de los productores de crudo estadounidenses, principalmente los relacionados con la técnica de “fracking”, los cuales se han hecho cada vez más eficientes; de forma que no solo están listos para competir a precios más bajos, sino que es probable que quieran ganar la cuota de mercado que ahora les está dejando libre la OPEP.
Además, ahora, en el escenario geopolítico con Donald Trump, este vendría a impulsar la producción del petróleo y sus derivados, eliminando restricciones y facilitando la inversión para que la producción estadounidense aumente, siendo esto un eje en la política de energía del nuevo gobierno.
Con ello, parece que la medida de la OPEP, que representa cerca del 40% de la producción total de crudo del mundo, lejos de favorecer a sus países, trasladaría más oportunidad para sus competidores, aumentando la producción global y desincentivando presiones para precios mayores en el crudo durante los próximos meses.