En mi análisis del panorama económico actual, me he encontrado con una notable discrepancia entre el sentimiento del consumidor y su comportamiento real, un fenómeno que desafía las expectativas convencionales. A pesar de una inflación más alta de lo normal en los últimos años, un indicador que tradicionalmente generaría un sentimiento económico negativo, el gasto del consumidor ajustado a la inflación ha mostrado un incremento sustancial. Este comportamiento contradice el sentimiento generalizado de recesión y juega un papel vital en el crecimiento económico de Estados Unidos, que ha superado las previsiones.
Desde una perspectiva de teoría económica, este fenómeno puede ser analizado a través de varias lentes. La "ilusión monetaria", un concepto en la economía conductual, sugiere que las personas tienden a percibir su bienestar económico en términos de valores nominales en lugar de reales. Esta ilusión puede causar que la gente reaccione negativamente ante la inflación, incluso cuando esta contribuye al incremento en el valor de activos como la vivienda y las inversiones.
Además, la "ilusión de frecuencia", que combina la atención selectiva con el sesgo de confirmación, puede estar influyendo en la percepción pública de la inflación. Cuando la inflación es baja, como ha sido el caso durante gran parte de las últimas décadas, pasa desapercibida. Sin embargo, una vez que la inflación se convierte en un punto focal, la tendencia es buscar confirmación de su presencia, lo que puede llevar a una percepción exagerada de los incrementos de precios.
Este análisis desde una perspectiva estoica enfatiza la importancia de reconocer y controlar estos sesgos cognitivos y emocionales. Como inversionista, mi enfoque es ver más allá de las reacciones emocionales y las percepciones sesgadas para centrarme en los datos y tendencias reales del mercado. Este enfoque me permite mantener una estrategia de inversión equilibrada y basada en la realidad del mercado, en lugar de en percepciones fluctuantes.
Por último, la brecha entre la actitud y la acción también puede reflejar un descontento más profundo con el sistema económico. La alta y creciente desigualdad y la fragilidad económica han alimentado un descontento que se ha ido gestando desde mucho antes de la pandemia. Este descontento, mezclado con el impacto real de la inflación y las frustraciones derivadas de los sesgos cognitivos y la política partidista, ha creado un ambiente complejo.
Como estoico, reconozco la importancia de enfocarse en lo que se puede controlar: nuestras propias decisiones y reacciones. Busco siempre la sabiduría y la serenidad en medio de la incertidumbre económica, manteniendo una perspectiva equilibrada que me permita navegar en un entorno económico desafiante y en constante cambio.