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¿Qué podría fallar en las previsiones del consenso para 2022?

Publicado 18.01.2022, 12:30 a.m
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En estas fechas todas las entidades —incluidos nosotros, por supuesto—, hacen cábalas sobre lo que podría ocurrir en los mercados en el año entrante. Y hacen bien. No se fíen Uds. de quienes no se “mojan”, aduciendo que no tienen la bola de cristal.

Nadie tiene la bola de cristal. Pero un buen asesor tiene que tener buena información y a partir de esa información realizar previsiones lo más acertadas posible. Evidentemente podrá equivocarse, pero si su asesor no es capaz de tener una estrategia y se deja ir sin un rumbo a merced de los acontecimientos, ¿para qué quiere usted un asesor?

Esos asesores que en realidad no trabajan son fáciles de reconocer: cuando se les pregunta qué hay que hacer de cara al año que viene dirán que hay que ser “prudente y selectivo”. Es la frase que, en este sector, vale igual para un roto que para un descosido. Y para decir que acertaste pase lo que pase en los mercados.

Pero está demostrado que hay asesores que se diferencian del pelotón y que normalmente aciertan bastante más que se equivocan. Y que lo hacen porque saben establecer estrategias ganadoras (y retirarse a tiempo de las perdedoras) y no tienen miedo a tener opiniones distintas a las del consenso.

Así que hoy, tratando como siempre de aportar valor añadido y una forma diferente de ver las cosas, vamos a analizar qué cosas espera el consenso del mercado y por qué podrían fallar.

Es importante hacer este análisis, porque si algo ha quedado demostrado desde que existen los mercados financieros, es que el consenso se equivoca más que acierta. Si no fuera así, la mayoría de analistas, asesores, estrategas e inversores serían ricos. Y evidentemente no es el caso.

Los mercados se parecen mucho más a las carreras que a otras actividades donde el consenso aporta. En los mercados solo ganan los tres primeros. Y muchas veces es porque han hecho algo diferente de lo que ha hecho la mayoría.

Evidentemente no siempre es así. Cuando decimos que el consenso se equivoca más que acierta no significa que no acierte nunca. De ahí la necesidad de analizar individualmente los consensos del mercado.

La reserva federal subirá los tipos de interés

Es una idea de consenso en los medios de comunicación, las redes sociales y los propios miembros de la Fed, que en sus encuestas internas dicen que la mayoría espera subidas de tipos (al 1 % a finales de 2022 y al 1,60 % a finales de 2023).

Pero realmente no hay consenso. Los inversores en bonos, que no se lo creen. El bono norteamericano con vencimiento a dos años solo paga un cupón del 0,70 %. Si se lo creyeran, tendría que pagar por lo menos un 1 %.

Desde el punto de vista del análisis contrario, a más consenso, menos probabilidades de ocurrencia. Pero como en este caso no lo hay, diremos que sí, hay muchas probabilidades de que, efectivamente, la Fed suba los tipos de interés.

Las consecuencias son claras: si a finales de año los tipos de interés se mueven cerca del 1 % como espera la Fed y muchos economistas, no tiene ninguna lógica que los bonos den un cupón menor, porque la curva de tipos es, por definición, ascendente, es decir, los tipos de corto son más bajos que los de medio y largo plazo. Puede no ser así ocasionalmente o ante la posibilidad de una recesión, pero en caso contrario tiene que serlo.

Para que se normalice la curva de tipos, si los de corto se sitúan cerca del 1%, tendría que caer el precio de los bonos USA de medio y largo plazo y que aumenten sus tipos de interés (1), para que así la curva sea ascendente. Y tiene bastante lógica, puesto que lo que seguro que sí va a hacer la Fed es dejar de comprar bonos, es decir, finalizar su programa de estímulo monetario antes de que acabe el primer trimestre de 2022. Es más, se están planteando drenar liquidez, es decir, el QE inverso, que consiste en que la Fed, en lugar de comprar bonos, vende bonos que tiene en cartera (8,6 billones en la actualidad).

El BCE dejará de comprar bonos

Esto no se lo cree nadie, así que, de acuerdo con la filosofía de análisis “contrario” de este artículo, es algo que debemos contemplar como posible. Porque, además, ¿y si en algún momento bajara la presión del virus y encima la inflación no fuera transitoria? Hasta Christine Lagarde se quedaría sin excusas para seguir comprando bonos.

Lagarde va y acierta

Es la otra cara de la moneda. Salvo Christine Lagarde muy poca gente piensa que podamos volver al nivel de inflación que había antes de la pandemia. Así que de acuerdo con el análisis que considera que el consenso se equivoca más que acierta, Lagarde podría acertar. Evidentemente esto tendría consecuencias sobre los bonos europeos, que subirían de precio (y bajarían de tipo de interés) (1) y sería muy positivo para los fondos de renta fija europea.

¿Es posible que Lagarde acierte y el consenso se equivoque? Lagarde tiene a su favor el virus y la euroesclerosis que provoca desde hace décadas el nivel de burocracia de la Unión Europea, sus excesos regulatorios, la mediocridad de sus políticos, la falta de reformas... Toda esa decadencia podría hacer que el esfuerzo de gasto público y estímulo monetario se quedara en nada en una economía euroesclerótica incapaz de aprovechar la oportunidad. Y que en términos de inflación el riesgo volviera a ser el peligro de deflación. Es difícil, pero en la Europa de la euroesclerosis no es imposible.

Para no crear confusión, aclaramos que nosotros no pensamos que esto vaya a ocurrir. Incluso una economía como la europea puede crecer si se le inyecta la cantidad de dinero público y estímulo monetario adecuados. Pero estaremos atentos y no lo descartamos, porque ya ocurrió en Japón y la economía europea cada día se “japoniza” más.

La bolsa española seguirá siendo la última

Me cuesta opinar lo contrario, porque desgraciadamente llevo más de 10 años diciendo exactamente eso: que no hay que invertir ni un euro en bolsa española. Y acertando, porque siempre se queda la última. Pero resulta que el consenso ahora piensa lo mismo, así que si lo piensa el consenso, podría ser el año en el que la bolsa española dé la sorpresa.

Y no es imposible. La situación española es tan desastrosa que cualquier pequeño cambio positivo podría darle la vuelta a la tortilla. Por ejemplo, que la variante Ómicron fuera el principio del fin de la pandemia y la entrada en una situación epidémica más parecida a la que sufrimos habitualmente con la gripe estacional. Eso permitiría que nuestra industria turística y hostelera volviera realmente a la normalidad, lo cual sin duda tendría un impacto sobre la economía española y sobre la percepción de los inversores en relación a nuestra bolsa.

Si además continuara el cambio de rumbo de la economía global hacia un ciclo de más crecimiento y más inflación y menos apetito por la tecnología, también beneficiaría a nuestro anticuado Ibex. Empezando por la banca, a la cual le viene muy bien que suban los tipos de interés del mercado de bonos, porque muchos préstamos se referencian a los tipos del mercado. Toma el dinero sin pagar nada a los depositantes, pero lo coloca mejor que hace un año. Sería como si le tocara la lotería, especialmente si crece la economía y aumenta la actividad crediticia.

En los supuestos anteriores podría ocurrir que el segundo semestre del año fuera muy positivo para la bolsa española, contrariamente a lo que piensa el consenso.

Y, puestos a pensar en opciones casi imposibles, podríamos tener elecciones anticipadas y que hubiera un cambio de gobierno, lo cual pensamos sería muy positivo para el mercado español. El gobierno actual no es visto por los mercados precisamente como amistoso para los negocios, la innovación, el empresariado o las empresas en general. Y desde luego es un claro ejemplo de euroesclerosis.

El virus seguirá impidiendo el desarrollo normal de la economía

Hasta los más optimistas piensan que el virus está para quedarse y que seguirá haciendo daño a las personas y a la economía de la misma manera que lo ha hecho hasta la fecha. En general, cuando al consenso se le pregunta cuál es el mayor riesgo para 2022, dice que es el virus.

Además, la única esperanza es que nuestros políticos aprendan y dediquen recursos a mejorar el sistema hospitalario y la asistencia primaria para hacer frente a las distintas olas y variantes que seguirán llegando. Vista su capacidad de previsión, no pensamos que vaya a haber muchas mejoras en este sentido y por lo tanto cada ola del virus supondría un nuevo receso en la recuperación económica, como hasta la fecha.

Ahora bien, ¿y si el virus acaba convirtiéndose en algo parecido a una gripe estacional? Suena raro y terriblemente optimista, pero recuerden, aquí estamos imaginando que ocurre lo que no espera casi nadie que ocurra. Y puestos a pensar que ocurra lo impensable, podría ser que los gobiernos dedicaran medios y voluntad política a mejorar la asistencia sanitaria a los ciudadanos, lo que permitiría navegar con mucha más facilidad los repuntes en las infecciones.

Así que, de acuerdo con el análisis “contrario” que realizamos hoy, no lo descarten en absoluto: la situación que vivimos actualmente en relación con el virus y la capacidad de los gobiernos para gestionarlo podría cambiar en 2022, precisamente porque no se lo espera nadie.

El estilo de gestión “value” es un caso perdido

Después de tantos años quedándose atrás, el estilo de gestión de valor debería alguna vez superar al de crecimiento. Aunque solo fuera porque en los mercados nada es eterno, precisamente porque la economía es cíclica. Además, de acuerdo con nuestro análisis “contrario” de hoy, no hay que perder la esperanza (precisamente porque el consenso ya la ha perdido).

¿Es posible? Es muy difícil, pero no imposible. De hecho, ocurrió en el primer trimestre de 2021. Especialmente a partir de noviembre de 2020 se generó una fuerte rotación hacia empresas no tecnológicas, especialmente las más perjudicadas por la pandemia, que son empresas más “de valor” que “de crecimiento”. Si al final el mundo consiguiera desembarazarse de la pandemia, podríamos ver una situación parecida, pero con una duración superior.

Biden es un tipo pacífico, no habrá conflictos

En el fondo Donald Trump era mucho ruido y pocas nueces. A la hora de la verdad, es de los pocos presidentes norteamericanos que no ha tenido una guerra bajo su mandato. Y ciertamente tuvo un conflicto comercial muy serio con China, pero en realidad fue más una renegociación a cara de perro —y tal vez excesivamente larga— que un conflicto serio.

Todo el mundo piensa que Biden no quiere líos, pero a veces, aunque uno no quiera líos, los líos vienen a uno. Por ejemplo, seguro que Biden preferiría que Putin no se planteara invadir Ucrania, porque si lo hace, Estados Unidos no puede quedarse de brazos cruzados. Una cosa es mirar para otro lado cuando Putin invade Crimea y otra que invada Ucrania y no hacer nada.

También podría ocurrir que, aunque Biden no quiera líos, se siga liando la relación comercial entre China y Estados Unidos —y el trasfondo político, militar y tecnológico—, porque a lo mejor resulta que los chinos sí que quieren lío, en el sentido de seguir copiando las patentes norteamericanas, haciendo dumping, “hackeando” empresas y organismos USA, etc., etc.

Pese a que el consenso ve de forma casi unánime al actual presidente norteamericano como un presidente que no entrará en conflictos, las posibilidades de que haya uno son bastante altas. De hecho, en Nextep pensamos que por ahí vendrá alguna de las correcciones que tengamos el año que viene en el mercado (y por las que será importante contar con liquidez para poder aprovecharlas).

Esta vez sí, este será el año en el que explotará “la burbuja”

Los vendedores de miedo, que han hecho del anuncio del Armagedón financiero su fórmula para captar clientes, lectores o seguidores, están de capa caída. Durante mucho tiempo el consenso opinaba como ellos: llegaría una crisis financiera —al final lo que llegó fue un virus— y explotaría la burbuja de la renta variable, especialmente de las empresas tecnológicas.

Evidentemente no ha sido así y es uno de los ejemplos más claros de que el consenso normalmente se equivoca, porque el consenso estaba con todos estos economistas que anunciaban la crisis y la explosión de la burbuja (aunque luego las empresas en las que trabajaban compraban renta variable, por si acaso).

Pero eso ha cambiado. El consenso ha perdido la fe en los economistas y estrategas de la crisis y la burbuja, y eso es peligroso. Es más, los propios apóstoles de la crisis y la burbuja han dejado de anunciarla, visto que es algo que ya no vende. Es ahora cuando, de acuerdo con el análisis “contrario”, hay más probabilidades de que haya algún tipo de crisis financiera y/o explosión de una supuesta burbuja.

¿Es posible que el silencio de los agoreros sea la calma que antecede a la tormenta? Es posible, siempre ha sido así: cuando han dejado de anunciar la crisis es cuando se ha producido. Lo que ocurre es que de momento las valoraciones de la renta variable no están en niveles de burbuja, sino más bien dentro de la media histórica (si quitamos la tecnología). Y la tecnología está mostrando una enorme capacidad de crecimiento, que puede justificar una valoración superior.

Tendría bastante más lógica que explotara la burbuja en los bonos, donde las valoraciones nunca han sido tan altas como consecuencia de años de manipulación de los precios por parte de los bancos centrales, pero de momento no parece que a nadie le preocupe esto, y los bancos centrales siguen dispuestos a comprar lo que haga falta, especialmente el europeo. En cualquier caso, nosotros no descartamos que por ahí pudieran venir los tiros.

Otro mercado que podría perfectamente explosionar sería el de los criptoactivos, donde se ven muchas de las características propias previas a la explosión de una burbuja. Y hay gente que piensa que podría contagiar a otros activos, especialmente a aquellos con valoraciones elevadas. Como los criptoactivos son algo muy reciente, resulta difícil saber qué tipo de correlación podrían tener con los activos financieros “clásicos”, pero lo que se ha visto hasta ahora —cuando por ejemplo el bitcoin ha perdido un 50 % en un periodo corto— es que no hay una gran correlación.

El sector inmobiliario ya ha subido suficiente, tiene que recortar

Ese también es un mantra habitual: el ladrillo ha subido mucho, ya es suficiente. Pero es un mantra que no tiene en cuenta que el Banco Central Europeo ha inyectado en el sistema financiero de la Unión el equivalente a casi un 90 % del PIB de la eurozona, que es el importe que ha comprado en bonos. Y ese dinero está ahora en manos del público. Por eso hay tantísimo dinero agazapado en cuentas corrientes y depósitos, entre otros sitios.

No les extrañe que, si finalmente conseguimos volver a la normalidad, gran parte de ese dinero vaya al ladrillo. Especialmente en España, donde el sector inmobiliario es el activo preferido para la gran mayoría de los ahorradores. Está escondido porque tiene miedo, cuando deje de tenerlo irá a buscar rentabilidad en el ladrillo, como siempre.

Así que la opinión del consenso de que los precios del sector inmobiliario dejarán de subir en 2022 podría ser un ejemplo claro de que el consenso se equivoca.

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