Hoy, el Inegi publicó el PIB oportuno para el tercer trimestre. Y la noticia no estuvo tanto en los datos para el tercer trimestre sino en el cambio de base y las implicaciones que tuvo para el crecimiento económico durante el sexenio.
En el tercer trimestre, el PIB se expandió, en su serie original, un 1.6% respecto al tercer trimestre del año pasado. La cifra vino en línea con el consenso del mercado, según la encuesta de Bloomberg, y supone una desaceleración respecto a la tasa de 1.8% del trimestre previo. Esa revisión es mucho más marcada aún respecto al primer trimestre, cuando la economía aumentó un 3.2%, una fuerte revisión respecto a la tasa de 2.8% publicada originalmente. La tasa de 1.6% es la más débil desde el cuarto trimestre de 2013. El flojo desempeño en el tercer trimestre de este año se ve corroborado al observar el número ajustado estacionalmente: en esos términos, la economía se contrajo un 0.2% respecto al segundo trimestre de este año, peor de lo previsto por los analistas (-0.1%). Bajo esa medición, la caída de 0.2% representa la primera contracción en la economía desde el cuarto trimestre de 2015 (-0.02%) y la peor lectura desde el segundo trimestre de 2013 (-0.75%).
El débil comportamiento de la economía en el tercer trimestre tiene sus explicaciones: en primer lugar es resultado de una tendencia de desaceleración que ya se observó en el segundo trimestre derivado del aumento de tasas, lo que ah encarecido el crédito, y de la depreciación del peso y el "gasolinazo", con su consiguiente aumento de inflación, lo que ha impacto sobre todo al consumo privado; en segundo lugar, se puede atribuir al impacto negativo que sobre el crecimiento han tenido los desastres naturales, tanto los dos terremotos de septiembre (día 7 y 19), lo que impactó al sector servicios, como los huracanes que han asolado sobre todo a la costa atlántica durante el verano (Harvey e Irma), lo que afectó a la ya de por sí debilitada actividad petrolera. Por ejemplo, en septiembre, la extracción de crudo apenas fue de 1.78 millones de barriles al día, lo que supone el nivel más bajo desde al menos 1980.
Sin embargo, las flojas cifras del tercer trimestre, lo cual se espera tenga un impacto temporal en el crecimiento, sobre todo si tenemos en cuenta que las labores de reconstrucción pueden reactivar la actividad económica en los próximos trimestres, se vieron recompensadas por el cambio de base y las revisiones al alza para el PIB durante el sexenio de Peña Nieto. Eso son excelentes noticias para el PRI de cara a las elecciones de 2018, que ahora nos podrá cantar que las famosas reformas estructurales realmente sí han detonado un mayor rimo de actividad económica que, nos dirán, posiblemente se refuerce en los próximos años.
Así, para el 2013, el primer año de Peña Nieto, no hubo revisiones (es el año de la nueva base): la expansión de la economía fue de 1.4%. Pero a partir de ahí, la economía se ha comportado mejor de lo que inicialmente nos habían dicho: en el 2014 se revisó de 2.3% a 2.8; en el 2015 de 2.6% a 3.3%, y en el 2016 de 2.3% a 2.9%. Con esto, la economía en los primeros cuatro años de la administración de Peña Nieto ha mejorado su ritmo de crecimiento de 2.1% a 2.6%. Nada mal. He ahí el milagro económico de México, aunque tenga la misma pinta que el milagro con el que se ha logrado reducir la pobreza en el país o incrementar el turismo durante este sexenio. Así como por arte de magia y justo cuando la carrera presidencial calienta motores.