Los ciudadanos turcos se enfrentan a problemas económicos mientras la administración del presidente Tayyip Erdogan intenta rectificar las políticas económicas del pasado. La inflación ha sido un problema persistente en Turquía, con una racha de seis años de precios altos que ha afectado gravemente al nivel de vida de muchas personas, sobre todo jubilados y trabajadores asalariados. La situación ha tensado el tejido social del país, provocando una inversión de los papeles tradicionales de apoyo financiero dentro de las familias.
El gobierno turco ha propuesto este mes un aumento de las pensiones, que se espera eleve la pensión media mensual a unas 14.000 liras, frente a las 12.000 liras anteriores. Sin embargo, este ajuste se produce cuando más de la mitad de la población activa turca gana en torno al salario mínimo de 17.002 liras, que sigue estando por debajo del umbral de pobreza para una familia de cuatro miembros, estimado actualmente en 61.820 liras en Ankara.
Fettah Deniz, un jubilado de 73 años, expresó la angustia que sienten muchos, ya que su pensión está muy por debajo del umbral de pobreza, por lo que necesita ayuda económica de sus hijos. Mustafa Yalcin, otro jubilado, relató sus penurias, que incluyeron pasar la noche en un hospital para no tener que imponerse a sus familiares durante el viaje.
El Presidente Erdogan ha hecho un llamamiento a la paciencia en estos duros tiempos económicos, que se prevén especialmente difíciles a lo largo de 2024. El enfoque económico de Erdogan ha estado sometido a escrutinio, especialmente tras las importantes pérdidas del conservador Partido AK en las elecciones locales de marzo. La ralentización económica y los recortes de empleo previstos para los próximos meses pueden ejercer más presión sobre el programa de cambio de rumbo de Erdogan, iniciado el año pasado con el nombramiento de Mehmet Simsek como ministro de Finanzas.
El Banco Central de Turquía, bajo nueva dirección desde junio de 2023, ha adoptado un enfoque drástico para combatir la inflación, elevando los tipos de interés al 50%, los más altos entre los mercados emergentes. Esta medida contrasta fuertemente con la postura anterior de Erdogan contra los tipos de interés altos, que creía que obstaculizaban el crecimiento económico.
A pesar de los elevados tipos, la inflación ha dado señales de remitir desde junio, y los activos turcos han recibido mejoras de las agencias de calificación. La lira, que perdió más del 85% de su valor frente al dólar desde 2018, ha experimentado cierta recuperación este año, y los inversores extranjeros están empezando a regresar.
En las calles, sin embargo, el impacto de estas políticas económicas es palpable. Silan, un empleado del sector privado de 28 años, lucha por llegar a fin de mes con un salario mensual de 50.000 liras en Estambul. La inflación y la subida de los precios de la vivienda han provocado disputas entre inquilinos y propietarios, y el coste de la vida, incluidas las comidas fuera de casa, se ha vuelto prohibitivo para muchos.
Una encuesta reciente de Konda reveló que la mitad de los encuestados apenas se las arregla económicamente, y el 83% reconoce que Turquía atraviesa una crisis económica. Mientras que el crédito se ha vuelto inasequible para muchos debido a las subidas de tipos, los que tienen activos encuentran atractivos los tipos de depósito en liras, con tipos anuales que se han más que duplicado hasta superar el 60% en un año.
Gulseren, una mujer de 64 años que vendía propiedades en Izmir, ha recurrido a cuentas de alto interés para intentar preservar su nivel de vida. Sin embargo, reconoce que incluso esta estrategia se está erosionando frente a la inflación.
En el momento de redactar este artículo, el tipo de cambio era de 1 dólar por 33,0689 liras.
Reuters ha contribuido a este artículo.Este artículo fue traducido con la ayuda de inteligencia artificial. Para obtener más información, consulte nuestros Términos de Uso.