Investing.com - Conforme este ciclo económico llega a su fin, no cabe esperar que se repitan las tendencias de la pasada década. Se está desarrollando un nuevo régimen en materia de políticas y un comportamiento de los mercados que los inversores deben comprender si quieren encontrar las mejores oportunidades y proteger sus carteras.
Esto es lo que opinan Azad Zangana, estratega y economista senior en Europa de Schroders y Johanna Kyrklund CIO y co-directora de inversiones de la gestora, que analizan cómo invertir en la nueva era.
A continuación, les ofrecemos su análisis:
La reapertura de las economías tras el Covid ha desencadenado un fenómeno que los inversores no habían experimentado en décadas. La fuerte demanda se ha encontrado con una oferta limitada, lo que ha provocado un fuerte aumento de la inflación. Los bancos centrales han tardado en reaccionar, achacando a factores transitorios, como la guerra de Ucrania, los repuntes temporales de los precios de la energía y la agricultura. Sin embargo, la buena salud de las economías y el bajo desempleo han provocado un aumento de la inflación interna, y a los bancos centrales no les ha quedado más remedio que ponerse al día.
La subida de los tipos de interés es el resultado más evidente y probablemente persistirá, pero no es más que una de las cinco macrotendencias clave que esperamos definan los próximos años a medida que nos adentramos en un nuevo régimen económico.
1. Los bancos centrales darán prioridad al control de la inflación sobre el crecimiento
Desde la crisis financiera global, los bancos centrales siempre han intervenido para apoyar la economía real y los mercados financieros a la primera señal de desaceleración. La reducción de los tipos de interés a mínimos históricos, incluso por debajo de cero en algunos países, y la expansión cuantitativa por valor de billones de dólares se consideraron necesarias para combatir el riesgo de deflación.
Ahora, con la inflación en sus niveles más altos en 40 años, la presión política ha aumentado y los bancos centrales han cambiado su respuesta y ahora intentan ralentizar activamente el crecimiento para reducir la inflación, aunque eso signifique provocar recesiones.
La magnitud de la inflación exige que los tipos de interés sigan subiendo a corto plazo y se mantengan más altos durante más tiempo, ya que es poco probable que los bancos centrales flexibilicen su política para apoyar el crecimiento durante algún tiempo.
La probabilidad de que se produzca este escenario queda patente en los tipos de interés oficiales “reales” (después de la inflación), como se muestra a continuación. En los últimos años han llegado a ser muy negativos, contribuyendo al aumento de la inflación, pero en la mayoría de los países están volviendo a subir.
2. Los gobiernos responderán con una política fiscal más activa
Dado que las medidas de los bancos centrales van a frenar el crecimiento, esperamos que los gobiernos se muestren más activos en sus decisiones fiscales y de gasto. Intentarán ayudar a los hogares y las empresas a superar la recesión económica. Estas medidas fiscales podrían entrar en conflicto con las actuaciones de los bancos centrales y provocar una mayor incertidumbre.
Los balances públicos aún no se han recuperado de los costes de la pandemia, y la subida de los tipos de interés presiona a los gobiernos para que apliquen medidas de austeridad. Sin embargo, los movimientos políticos populistas, que han cobrado fuerza en muchos países (véase el siguiente gráfico), se oponen en general a las medidas de austeridad y obtienen su apoyo para aumentar el gasto.
Los gobiernos podrían utilizar políticas redistributivas y aplicar impuestos más elevados a los ciudadanos ricos o a las empresas consideradas beneficiarias de las circunstancias actuales, como forma de mantener o aumentar determinados gastos. Pero cualquier estímulo fiscal corre el riesgo de avivar la inflación, lo que va en contra de la actuación de los bancos centrales.
Precisamente este tipo de conflicto se produjo tras el desastroso anuncio fiscal del Reino Unido del 23 de septiembre de 2022, cuando la recién investida primera ministra Liz Truss propuso recortes fiscales sin financiación justo en el momento en que el Banco de Inglaterra subía los tipos. Este choque de políticas y la consiguiente conmoción en los mercados provocaron la destitución de Truss tras sólo 44 días en el cargo.
Es posible que se produzcan alteraciones similares en otros lugares, cuando los gobiernos, los bancos centrales y los mercados financieros se enfrenten por la dirección de las políticas. El papel independiente de los bancos centrales, entre cuyos objetivos no figura proporcionar financiación a bajo coste a los gobiernos, ya suscita hostilidad. Los bancos centrales pueden ser objeto de nuevas críticas a medida que se acentúe la sensibilidad de los políticos a la subida de los tipos de interés.
3. El nuevo orden mundial desafiará a la globalización
La relación entre China y Occidente es tensa desde hace algunos años, en particular en los ámbitos comercial y tecnológico. La pandemia ha aportado una nueva dimensión física a estos riesgos políticos existentes, ya que los estrictos confinamientos chinos han provocado bloqueos generalizados. Esto se ha sumado a la inflación.
Por separado, pero con resultados relacionados, la guerra de Ucrania ha ampliado las fracturas geopolíticas que ahora están reconfigurando el panorama energético mundial. Esto amenaza con una mayor divergencia entre China y Occidente, lo que podría conducir a un mayor proteccionismo por ambas partes.
En respuesta a estas circunstancias, las empresas se están planteando diversificar su producción y trasladarla más cerca de casa. Nuestro análisis de los informes de resultados de las empresas estadounidenses (véase más abajo) pone de relieve el llamativo aumento de las alusiones a la “deslocalización” por parte de las empresas.
Esto significa que una de las grandes fuerzas deflacionistas de las últimas décadas, el crecimiento de la producción de bajo coste en China se está debilitando y puede haber agotado su curso. La globalización puede seguir contribuyendo a reducir los costes a medida que la producción se traslada a nuevos países, pero los beneficios fáciles han pasado a la historia, ya que las empresas dan cada vez más importancia a la seguridad del suministro.
4. Las empresas responderán invirtiendo en tecnología
Las empresas no solo se enfrentan a un aumento de los costes de producción debido a la subida de los precios de las materias primas, sino también a un incremento de los costes de personal.
La escasez de mano de obra, que obedece a los factores demográficos así como a causas políticas, como el freno a la inmigración, han hecho que el poder en las negociaciones salariales vuelva a recaer en los trabajadores. Esto está permitiendo a los trabajadores exigir mayores aumentos salariales en respuesta al aumento del coste de la vida. La deslocalización como forma de limitar estos costes resulta cada vez menos atractiva, como se ha descrito anteriormente.
Por otra parte, los costes normativos están aumentando, al igual que la fiscalidad. Estos factores harán subir los costes y los precios a corto plazo. La participación de las empresas en el crecimiento económico se está viendo amenazada, lo que significa una reducción de los márgenes de beneficio.
Para proteger los márgenes de beneficios, las empresas tienen una vía clara para aumentar la productividad: la tecnología. Esto significa invertir y adoptar un mayor uso de robots e inteligencia artificial cuando sea factible, en lugar de depender excesivamente de la mano de obra.
En los últimos años, el uso de la robótica ha crecido con fuerza en Asia y Australia, y ahora está creciendo el interés para que Europa y Estados Unidos se pongan al día. Del mismo modo, algunos sectores, como la fabricación de automóviles, han sido los principales adoptantes, mientras que otros, como la agricultura, se han quedado rezagados.
5. Se acelera la respuesta al cambio climático
Las repercusiones económicas a largo plazo de un cambio climático incontrolado serían inevitablemente enormes. A corto plazo, las medidas que se están adoptando para frenar el calentamiento global también están resultando perturbadoras. Los gobiernos han tardado en coordinarse y actuar en respuesta a la emergencia climática, por lo que las empresas han tomado la iniciativa.
La transición a las energías renovables provocará un aumento estructural de la inflación de varias maneras. En primer lugar, nos encontramos con el coste de crear la capacidad necesaria. No se trata de un camino en línea recta, ya que escasean determinados elementos de la tierras difíciles de encontrar y otros materiales clave. Lo segundo es el mayor coste inicial de cambiar a una fuente de energía más cara. En tercer lugar, los costes impuestos a través de la regulación para forzar el cambio, a medida que los distintos países y bloques aceleran sus políticas.
Las medidas reguladoras incluirán la tarificación del carbono (en la que el daño medioambiental se refleja en los precios que pagan los consumidores) y los ajustes en frontera al carbono. Estos últimos, que consisten en “gravar” las mercancías importadas en función de las emisiones u otros perjuicios que conlleva su producción, constituyen una forma de política proteccionista. Existe el riesgo de que esto se utilice para encubrir otros objetivos políticos, como ya se ha mencionado.
La amenaza del cambio climático impulsará probablemente una mayor inversión en soluciones tecnológicas que, de tener éxito, podrían contribuir a reducir el impacto inflacionista y mejorar los resultados de las economías de todo el mundo.