Por Geoffrey Smith
Investing.com -- La economía china se enfrenta a su mayor prueba desde que el coronavirus Covid-19 estalló en Wuhan hace dos años.
La aparición de nuevas cepas y subcepas del Covid-19 siempre iba a poner en entredicho la política de tolerancia cero de Beijing, obligando a aplicar confinamientos cada vez más estrictos para contener una enfermedad que se vuelve menos peligrosa al mismo tiempo que se vuelve más infecciosa.
Y así se ha demostrado. Ómicron y su subvariante BA.11 han roto las defensas del país. Incluso las cifras oficiales, que se consideraban ampliamente subestimadas respecto a la situación real de Wuhan, muestran ahora las tasas de casos más altas de los últimos dos años. No reconocen ninguna muerte por la enfermedad en la última semana, pero las imágenes no verificadas de las redes sociales hablan de un sistema sanitario sometido a una enorme presión.
Mientras otros países son capaces de gestionar un elevado número de infecciones sin que sus sistemas sanitarios se vean sobrepasados, Beijing no tiene esa confianza. Sigue insistiendo en lo que llama la política de supresión total "dinámica cero".
No se suponía que fuera así. Xi Jinping señaló en un discurso a mediados de marzo que el gobierno se esforzaría por minimizar el impacto de las medidas sanitarias en la vida económica. En cambio, casi todos los 25 millones de habitantes de Shanghai están firmemente encerrados, algunos en la oficina, pero la mayoría en casa. Las fábricas están cerradas y los retrasos en los puertos vuelven a alargarse, amenazando con una nueva oleada de problemas relacionados con la cadena de suministro para la industria y los minoristas occidentales.
La autoridad portuaria de Shanghai desmintió el fin de semana los informes que afirmaban que más de 300 barcos estaban esperando para entrar en el puerto, pero medidas similares en el puerto de Shenzhen a principios de este año provocaron una reducción de un tercio en el rendimiento, según datos de la consultora FourKites.
Los viajes nacionales se han visto muy afectados: los datos oficiales estiman que el número de pasajeros aéreos en el fin de semana anterior a la festividad de Qingming de esta semana cayó un 87% con respecto al año pasado, hasta alcanzar sólo 562,000.
El trastorno es, con toda seguridad, lo suficientemente grande como para poner en peligro el objetivo oficial de crecimiento de China para este año, del 5.5%. Ya en marzo, el mayor sector manufacturero del mundo volvió a caer en la contracción, con el índice oficial de gerentes de compras (que sigue principalmente a las grandes empresas estatales) y el Caixin PMI, que sigue a las empresas más pequeñas y privadas, cayendo por debajo del nivel 50 que significa crecimiento.
Pero la perturbación también amenaza con crear una nueva escasez de productos en los mercados occidentales, lo que garantiza que el repunte de la inflación, tanto a nivel de los productores como de los consumidores, se mantenga más alto, durante más tiempo, de lo que se pensaba en un principio. La Cámara de Comercio de Estados Unidos en Shanghái dijo que el 82% de sus miembros había sufrido una "ralentización o reducción de la producción" como resultado de los confinamientos. La fábrica de Tesla (NASDAQ:TSLA) allí, que fabrica 16,000 coches a la semana,está cerrada desde el 28 de marzo.
La única buena noticia, desde el punto de vista económico, es que esta oleada de brotes llega en un momento en que la demanda mundial de productos manufacturados está empezando a volver a la media, después de haber aumentado durante la pandemia. En consecuencia, la tensión en las cadenas de suministro mundiales puede ser menor de lo que habría sido hace un año. En casi todos los principales mercados de exportación de China, el Covid es en gran medida historia. Las muertes mundiales por la enfermedad están en su punto más bajo desde marzo de 2020. Las hospitalizaciones se han desplomado a pesar de que las tasas de casos están cerca de los máximos históricos, los mandatos de mascarilla se han levantado, los estadios y los restaurantes vuelven a estar llenos. Los datos de Estados Unidos publicados la semana pasada muestran un claro giro del péndulo hacia el gasto en servicios como salir a cenar.
Sin embargo, el país que el Covid-19 golpeó primero va camino de ser su última gran víctima. La naturaleza ha superado a la política. A menos que Beijing se adapte tan rápidamente como el virus, corre el riesgo de deshacer gran parte de su notable éxito a la hora de domesticarlo.
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