Por Geoffrey Smith
Investing.com -- Se puede discutir si se está o no en recesión (si realmente no tiene nada mejor que hacer), pero no se puede discutir que el mundo está en una rara y extrema desaceleración sincronizada del crecimiento.
Las tres zonas que representan casi el 60% de la producción económica mundial -Estados Unidos, China y Europa- están perdiendo impulso, algo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) recalcó la semana pasada con la típica sobriedad de un enterrador al recortar de nuevo sus previsiones de crecimiento para los próximos 18 meses.
Es cierto que las previsiones del FMI tienen fama de estar tan atrasadas con respecto al resto del mercado que actúan como un indicador inverso: El momento de ser alcista es cuando el FMI es más bajista, según la lógica.
Y los inversionistas estadounidenses, al menos, parecen haberse tomado esa lección a pecho la semana pasada, con un gran repunte de las acciones en Estados Unidos. También el cobre ha rebotado con fuerza en las dos últimas semanas, lo que sugiere que los inversionistas chinos también quieren creer que lo peor ha pasado.
Pero, ¿es realmente así?
Cada una de esas regiones tiene un problema particular que resolver. Y en ninguno de esos casos se ha abordado la causa subyacente de ese problema.
En Estados Unidos, la Reserva Federal sigue endureciendo la política monetaria. Mientras que un número creciente de indicadores -entre los que destaca la encuesta de ofertas de empleo de junio publicada el martes- apoyan el argumento de que el endurecimiento está teniendo el efecto deseado en los mercados de la vivienda y del trabajo en particular, en sí sigue siendo dudoso. Los aumentos mensuales secuenciales de los precios se han mantenido firmes, y los aumentos de los ingresos medios por hora siguen siendo sólidos. La escasez de mano de obra en muchos sectores de la economía sigue siendo grave, lo que garantiza que el poder de negociación de los trabajadores es mayor que en gran parte de la historia reciente.
Mientras tanto, en Europa no se vislumbra el fin de la guerra de Rusia en Ucrania, que ha puesto patas arriba la política energética de la región (si es que puede llamarse así). Alemania, su mayor economía, se enfrenta a una amenaza muy real de racionamiento de gas y recesión a medida que el año se alarga.
En China, el repunte que acompañó al fin del cierre de Shanghai en primavera parece cada vez más un falso amanecer. La demanda mundial de productos chinos se está enfriando a medida que la inflación obliga a los consumidores a centrarse en lo esencial, como la calefacción y los alimentos. El gobierno sigue sin parecer tener un plan para llevar a China a un estado de vida con Covid-19 y, lo que es más importante, sigue sin resolver la crisis inmobiliaria crónica de forma significativa.
De hecho, las últimas noticias procedentes de China sugieren que las autoridades no pueden o no quieren tomar medidas más radicales. La decisión del Banco Popular de China de la semana pasada de liberar los fondos suficientes para aliviar el boicot de pago de los compradores fue un ejemplo de ello: las autoridades harán lo justo para cortar de raíz el malestar popular, pero no tienen una hoja de ruta para sanear el balance de un sector desesperadamente sobrecargado. Evergrande, el mayor promotor inmobiliario de China, no presentó un plan de reestructuración la semana pasada, a pesar de haber tenido casi un año para elaborarlo. Mientras tanto, sus activos más líquidos parecen estar siendo expoliados por acreedores con estatus privilegiado, algo que llevó a la dimisión del director general y del director financiero de Evergrande el mes pasado.
No es de extrañar, pues, que el FMI concluyera que "los riesgos para las perspectivas se inclinan abrumadoramente a la baja".
"La guerra en Ucrania podría provocar una interrupción repentina de las importaciones europeas de gas procedentes de Rusia; la inflación podría ser más difícil de reducir de lo previsto, ya sea si los mercados laborales se tensan más de lo previsto o si las expectativas de inflación se desanclan; el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales podría inducir dificultades de endeudamiento en las economías de mercado emergentes y en desarrollo; la reanudación de los brotes y cierres de COVID-19, así como una nueva escalada de la crisis del sector inmobiliario, podrían reprimir aún más el crecimiento chino; y la fragmentación geopolítica podría obstaculizar el comercio y la cooperación mundiales."
La combinación de la inflación impulsada por la oferta y la demanda sigue siendo muy real, y en ninguna parte hay pruebas concluyentes de que vaya a terminar. En este contexto, apostar por un pivote alcista en los mercados parece, como mínimo, prematuro.
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