Por Steven y Grattan
BOGOTÁ, 1 dic (Reuters) - Daniels Herrera permaneció en silencio la semana pasada durante su largo camino a casa desde el trabajo en la capital colombiana, Bogotá, después de las violentas protestas, temeroso de que su acento venezolano lo delatara.
El joven de 26 años llegó a la ciudad hace casi dos años, uno de los más de un millón de venezolanos que huyeron del crimen y la crisis económica en la nación petrolera.
Herrera nunca esperó sentirse más inseguro aquí que en Venezuela, que tiene una de las tasas más altas de crímenes violentos en el mundo, pero eso cambió la semana pasada cuando estalló la violencia durante una huelga nacional y las autoridades impusieron un toque de queda en toda la ciudad.
El transporte se paralizó, lo que obligó a Herrera y a dos compatriotas a caminar casi 20 kilómetros para llegar a sus hogares en el sur de Bogotá.
Mientras caminaban, escucharon los murmullos entre otros viajeros frustrados.
"Tenía miedo de hablar cuando iba por la calle porque escuché muchos comentarios sobre 'venenos de mierda, que vienen a destruir mi país'", dijo el joven cocinero, que trabaja en un restaurante de comida rápida en un centro comercial de Bogotá. "Realmente sentí mucho miedo. Decidimos no hablar".
Organizaciones no gubernamentales e investigadores dicen que los rumores culpando a los emigrantes venezolanos por el saqueo aislado y el vandalismo relacionado con las protestas provocaron un fuerte aumento de la xenofobia en los últimos 10 días.
Las publicaciones en las redes sociales y los mensajes reenviados en la aplicación de mensajería Whatsapp avivaron el pánico entre los residentes de Bogotá la noche del toque de queda, cuando la línea de emergencia de la ciudad se inundó con llamadas que informaron de robos residenciales que la policía dice nunca sucedieron.
Más de 4 millones de venezolanos abandonaron su país en los últimos años, huyendo de la grave escasez de alimentos y medicamentos, además de la hiperinflación. Casi 1,5 millones se asentaron en Colombia, donde la mayoría llegó sin ningún recurso económico.
BROTES DE XENOFOBIA
"Se ha dado un aumento de la xenofobia hacia los venezolanos en estos días", dijo Ronald Rodríguez, director del Observatorio sobre Venezuela en la Universidad de Rosario en Bogotá.
"Dentro de mi conjunto (residencial) sucedió eso y tuve la oportunidad de hablar con casi 50 de mis vecinos y todos, sin excepción, acusaron a la nacionalidad venezolana", afirmó Rodríguez.
Una deportación masiva de 59 venezolanos que según la agencia de migración de Colombia estuvieron involucrados en actos de vandalismo durante las marchas solo ayudó a alimentar los prejuicios, sostuvo Rodríguez.
"Esta medida llevó a la gente a creer que los venezolanos fueron quienes causaron todos los problemas", aseguró.
Ni los rumores ni las deportaciones son exclusivos de Colombia.
Perú regresó en junio a cientos de emigrantes venezolanos con antecedentes penales y en septiembre se difundieron rumores en las redes sociales que los acusaban de intentar secuestrar a niños. El ministro del Interior de Perú dijo que no eran ciertos y advirtió contra la xenofobia.
A diferencia de sus vecinos, Colombia no ha impuesto requisitos estrictos de inmigración y anima a los emigrantes a registrarse con las autoridades para que puedan acceder a servicios sociales.
En un comunicado anunciando las deportaciones el director de Migración Colombia, Christian Krüger, advirtió que no se va a tolerar que "un grupo de desadaptados vengan a afectar la seguridad de nuestras ciudades, generando de paso, brotes de xenofobia con estas acciones, ya que dañan el nombre de aquellos venezolanos que vienen trabajando por un país mejor".
Dihabal, de 28 años, un inmigrante indocumentado que pidió no usar su apellido, vive cerca de un barrio peligroso de Bogotá en una pequeña y pobre habitación que comparte con su hermano.
El inmigrante dijo que muchas otras personas, al escuchar sus acentos o asumir que son venezolanos, les han gritado insultos en la calle en los últimos días.
"Por culpa de unos malos, pagamos todos", se lamentó. (Editado por Luis Jaime Acosta)