Concluido el primer año del gobierno de Cambiemos, son varios los ejes de la gestión que están siendo puestos bajo la lupa a modo de balance, comparando resultados tanto respecto a las promesas de campaña (o a las realizadas en los primeros meses de gestión) cómo también respecto a los resultados obtenidos en las mismas materias por el gobierno anterior.
La política monetaria implementada por Federico Sturzenegger desde el BCRA no escapa a esta lógica. ¿Qué pasó con la inflación a lo largo del 2016? ¿Funcionó la política antiinflacionaria llevada a cabo por la nueva dirección del Central? ¿Cómo fue la dinámica de los precios en la primera mitad del año y qué ocurrió en el segundo semestre?
Un diagnóstico muy básico y superficial indicaría que la inflación fue uno de los puntos débiles del primer año de gobierno ya que a noviembre se acumuló una variación de precios en los últimos 12 meses de, según el índice que se observe, entre 40 y 45%, variación que supera a cualquier año de la gestión kirchnerista. A la luz de la meta de inflación que se había establecido a comienzos del año (25%), el desempeño luce aún más decepcionante.
Sin embargo, un análisis más riguroso del comportamiento de los precios permite matizar el pesimismo y reconocer alguna virtud a la política monetaria en un año signado por reacomodamientos de precios relativos que impactan en el nivel de precios. En primer lugar, es necesario observar que, en caso de hacer una comparación respecto a años anteriores, lo correcto sería hacerlo con 2014. Aquel año tuvo dos características similares a 2016: comenzó con una depreciación de la moneda y se llevaron a cabo cambios tarifarios que repercutieron en el nivel de precio regulados. El nivel de actividad también se mostró similar: si bien no hay números cerrados de este año, lo más probable es que la recesión se ubique entre los 2 y 2,5 puntos como en 2014. En segundo lugar, es esclarecedor analizar la dinámica de precios de manera separada entre la primera y la segunda mitad del período ya que estos “shocks de precios” se concentraron en la primera mitad del año.
Para hacer un análisis más profundo se recurre al índice de precios de la Ciudad de Buenos Aires, uno de los dos índices provinciales aprobados por la nueva dirección del INDEC para ser usado como referencia en el período en que el instituto nacional no publicó cifras. Además, este índice cuenta con información desagregada por componentes desde el año 2012 lo que posibilita un análisis más enriquecedor y una comparabilidad entre los procesos del 2014 y el actual.
Concretamente como puede observarse en el cuadro, en los 12 meses del 2014 (incluye el mes de diciembre 2013 para tomar un mes previo al de la devaluación; lo mismo se hace con 2016), los precios regulados (tarifas, precios con altos componentes impositivos, etc.) acumularon un aumento del 54% y el tipo de cambio acumuló un incremento del 31%. Estos dos shocks de precios repercutieron sobre la inflación núcleo, que pasó de un 25% anual en el 2013 al 36% acumulado en 2014. En el 2016 ambos efectos estuvieron presentes nuevamente, pero con una mayor intensidad: los precios regulados aumentaron un 87% en los últimos 12 meses mientras que el tipo de cambio acumuló un incremento de casi el 60%. En el mismo período, la inflación núcleo registró una variación del 39% (aumentando desde el 26% del año pasado). Comparando ambos períodos, se observa que la variación de los precios regulados tuvo una aceleración del 60%, el aumento del tipo de cambio se aceleró un 90% (es decir que el aumento fue de casi el doble que en 2014) pero, sin embargo, la inflación núcleo solo se aceleró un 10%: del 36% al 39%.
¿Qué significa esto? Significa que los shocks de precios durante este año fueron considerablemente mayores a los del 2014, pero no tuvieron un impacto sobre el resto de los precios (el componente núcleo, sin regulado ni estacionales) tan marcado. Justamente ahí radica la efectividad de la política monetaria. Si bien el nivel de precios se incrementó considerablemente en los últimos 12 meses (la inflación general pasó de un 24% a un 45% en la Ciudad de Buenos Aires), la política monetaria funcionó como mecanismo de contención del efecto contagio que los movimientos del tipo de cambio y de los precios regulados (de hecho, podría considerarse que el tipo de cambio era un precio regulado más durante el kirchnerismo) generan en el resto de los precios que conforman el índice de precios del consumidor. Pensar la efectividad de la política monetaria implica entonces pensar en términos contrafácticos: ¿cuánto hubiesen aumentado los precios del componente núcleo y el nivel general de precios ante estos shocks en caso de no haber mediado una política monetaria restrictiva?
Con respecto a las dos etapas del año, y observando ahora un promedio de índices que incluye también a los datos de Neuquén, Mendoza, San Luis, Córdoba e INDEC, el fenómeno es bien claro: la inflación mensual general promedio del primer semestre (se incluye el mes de diciembre 2015) fue del 3,8% y descendió al 1,6% promedio en el segundo semestre1 . Los mismos períodos durante 2014 habían mostrado una inflación promedio del 3% y del 1,9% respectivamente. Es decir que la variación de precios promedio de la primera mitad del año fue considerablemente superior en 2016 (por que los shocks fueron más fuertes) pero también lo fue la reducción en la segunda mitad (1,6% vs. 1,9%). Incluso frente a la segunda mitad del año pasado, el 1,6% representa una importante reducción en el ritmo inflacionario. Con este promedio la inflación anualizada para el fin de año ronda el 21%, lo que constituye un buen punto de partida para la meta del 2017 de llevar la inflación a un rango de entre 12 y 17%. El próximo paso para estar más cerca de esta meta es lograr influir en las negociaciones paritarias de un modo similar a lo hecho en la provincia de Buenos Aires por la gobernadora Vidal.